Guayana
Esequiba: Irfaan lo que dices que es tuyo, no te pertenece
Dr. Abraham Gómez
R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión de la Asamblea
Nacional por el Esequibo y la Soberanía Territorial
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
Consultor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Luego
del acto de promulgación (Ejecútese) de la Ley Orgánica para la Defensa de la
Guayana Esequiba, por parte del Jefe del Estado venezolano, Nicolás Maduro
Moros, a partir de un meritorio y elogiable trabajo de todas las comisiones de
nuestro Parlamento que intervinieron, participaron y aportaron valiosas ideas
para la concreción del mencionado
instrumento normativo; acabamos de leer con estupefacción y captar e
interpretar en su exacto sentido e intencionalidad las declaraciones dadas a la
prensa internacional por parte del presidente guyanés Mohamed Irfaan Ali.
Manifestaciones
atrabiliarias, que no parecen las de una persona que tiene la función de
dirigir los destinos de un país; por la cantidad de falacias y desvergüenzas
que llevan incorporadas sus palabras, implícita y explícitamente.
Pretende
torcer, con lo que dice, la realidad de un hecho histórico que desborda su
capacidad analítica y que (sospechamos) domina escasamente el pensamiento
crítico. Tal cual lo percibimos.
Entonces,
con las inocultables características detectadas se ve obligado a apelar a
mentiras indigeribles; como, por ejemplo, señalar que: “Venezuela busca apoderarse de las dos terceras partes del territorio de
la República Cooperativa de Guyana”.
Así,
además, en ese mismo tono acusa a nuestro país de ser irrespetuoso del Derecho
Internacional; de desconocer las materias contempladas en la Carta de las
Naciones Unidas; y nos somete al escarnio por la supuesta violación del Acuerdo
de Argyle, suscrito bilateralmente, el 14 de diciembre del año pasado.
Cuando
nos detenemos a tratar de entender esa ristra contra nosotros, consideramos que
– tal vez- lo más protuberante y “lapidario” de lo que dijo el mandatario de la
excolonia británica, fue que: “su
gobierno no tolerará anexión, incautación u ocupación de ninguna parte de su
geografía nacional”.
En
consecuencia, frente a tamaño ultraje nos vemos obligados a precisar – y poner
en su sitio- esas enormes distorsiones.
Comencemos.
Lo único que heredó Guyana del Reino Unido, una vez que alcanzó su
independencia, el 26 de mayo de 1966, era lo que el Imperio Inglés había
adquirido de los Países Bajos, en 1814, las colonias de Berbice y Demerara;
mediante el conocido “ Tratado Anglo-Holandés”, cuyo territorio ( aunque
indefinido) no alcanzaba ni 60.000 km2. Nada más, sin lugar a dudas.; cuyo
costado oeste llegaba (como obligantemente tenía que ser) hasta la mitad del
río Esequibo.
Por
tal motivo, lo instamos presidente Irfaan –conjuntamente con sus voceros
principales que declaran para los medios internacionales—a revisitar la exacta
documentación que registra y da cuenta de los mencionados acontecimientos; para
que se evite inaceptables deslices, impropios a su investidura.
Agrego
más. Debe saber el Dr. Ali (en su
condición de egresado universitario, especializado en geografía e historia) que
fue por intermedio de una tratativa perversa, cargada de añagaza jurídica, cómo
se perpetró el vil arrebato que se le hizo a Venezuela de una séptima parte de
nuestra extensión territorial; acto viciado, desde sus orígenes, y que se quiso
“barnizar con legitimación astuta” sentenciando el denominado Laudo Arbitral de
París, el 3 de octubre de 1899.
Oprobioso
fallo que entraña el atropello que se nos causó, en colusión de los imperios de
entonces; y que hemos arrastrado, por consiguiente.
Ese
precitado adefesio jurídico comporta un documento nulo de nulidad absoluta que
Venezuela nunca convalidó y menos ejecutó, en 1905, con la tramposa demarcación
que han querido meter de contrabando en la Acción interpuesta contra nosotros
en la Sala Jurisdicente.
Tan descarada y bochornosa resultó la decisión
arbitral que tuvieron que suscribir y ratificar, el 17 de febrero de 1966, el
Acuerdo de Ginebra, donde reconocen las tropelías cometidas; y a través de su
contenido quedó rechazado e invalidado el “cacareado laudo”, que han intentado “revivir”
como causa de pedir por ante la Corte Internacional de Justicia.
Ese
laudo al no tener eficacia jurídica ni ser oponible a nada es un fraude legal
con todas sus letras.
El
Acuerdo de Ginebra es –en el presente—el único documento con pleno vigor
jurídico donde se asienta esta controversia, que mandata la búsqueda de una solución” práctica y satisfactoria” para ambas
partes, en un clima propicio de diálogo y pacífico de mutuo entendimiento entre
los concernidos.
Míster
Irfaan lo invito a revisitar reflexiva e investigativamente el Acuerdo de
Ginebra para que logre entender que en ninguna parte del escrito se le concede
soberanía a su país sobre la extensión territorial que por años habíamos denominado
“Zona en Reclamación”; y que a partir del 3 de abril de 2024 ha recibido la
categoría de estado Guayana Esequiba.
Tampoco
dejaremos pasar desapercibida la grosería que nos acaba de enrostrar su
vicepresidente, Bharrat Jagdeo, cuando expresa que: “Venezuela busca la anexión por decreto de 5 regiones, bien demarcadas,
que le corresponden al espacio territorial de Guyana, según la Constitución
Nacional de 1980”
Cabe
una pregunta inmensamente interesante, para ambos funcionarios que
circunstancialmente gobiernan allá, bajo la tutela—bien marcada—de las empresas
transnacionales.
¿Cómo se llama y qué calificativo le damos al
hecho deleznable que nos causaron hace más de cien años?
Dejamos
en claro la debida advertencia que la restitución que alcanzamos con la
promulgada Ley de Defensa de la Guayana Esequiba no irrumpe contra el noble pueblo
guyanés que habita la zona; por el contrario, en el precitado instrumento
normativo hay un capítulo especial para la asistencia integral de nuestros
compatriotas que allí han vivido por años; y con quienes – desde ya—estamos estructurando
un hermoso proceso de identidad nacional.
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