lunes, 29 de julio de 2024

 

¿Gozará de buena salud la palabra serendipia?

 

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

En seguida deseo   explicarles, para que nos ubiquemos en contexto, qué significa este vocablo raro y poco utilizado; pero, además, me gustaría dejar en perspectiva el alcance que el contenido de tal término tiene en nuestra cotidianidad, donde aflora con suficientes manifestaciones; sin que casi nunca nos percatemos que se produce ese fenómeno inexplicable.

A veces la serendipia pasa desapercibida.

 En incontables ocasiones nos deslumbran sus develamientos.

 Conclusiones para todos los casos donde aparece la serendipia: no llegamos a saber por qué.

Una serendipia constituye un hallazgo maravilloso (aunque no siempre) producto del azar.  Digámoslo de esta manera: usted no lleva la intención de encontrar algo, y por pura casualidad o accidentalmente lo consigue. Seguramente le ha sucedido y no sabía cómo denominar tal hecho.

Preste ahora atención a sus orígenes.

 ¿De dónde surge tal étimo? Viene desde muy lejos, y es antiquísimo.

Serendip era el nombre antiguo de Ceilán (país asiático que conocemos en la actualidad como Sri Lanka).

Allí, según el escritor inglés Horace Walpole (quien acuña la palabra) asume como basamento para su construcción lexicográfica el famoso cuento persa “Los tres príncipes de Serendip”; donde se relata con fascinación las aventuras de tres príncipes, quienes poseían extravagantes y extrañas posibilidades adivinatorias con lo cual descubrían cosas inimaginables, algunas por accidente y otras -en su mayoría- por sagacidad.

A estas alturas, encontrándonos un poco más enterado del asunto de la serendipia, nos preguntamos, casi que con ingenuidad: ¿Acaso el vapuleado “Descubrimiento de América” no se dio por casualidad?  ¿Ese encuentro de dos mundos lo posibilitó una vía aleatoria?

 Qué sabía Colón cuál había sido su destino ni con qué se tropezó, por pura casualidad.

Reflexionemos también que en los hallazgos científicos hay mucha serendipia de por medio.

Algunos ejemplos:  el principio de Arquímedes, La penicilina, la viagra, los rayos X, las papas fritas, el microondas.

Sí, tal como lo está leyendo. Descubrimientos afortunados pero que fueron coincidenciales, accidentales e inesperados.

Incluso Albert Einstein dijo haber sido víctima de esta cualidad en algunos de sus “hallazgos”.

Una palabra similar en español, propiamente un venezolanismo, sería “chiripa”.

En nuestro país decimos:  fulano logró esa meta de “pura chiripa”; o se salvó de “carambola”.

Veamos un caso histórico de serendipia muy nuestro: el día 26 de marzo de 1812, cuando se produjo el terremoto en Venezuela, únicamente quedaron severamente afectadas las ciudades que se habían levantado contra el Imperio español.

Sin embargo, no debemos confundir la serendipia con el fenómeno eureka.

En este último caso el descubrimiento de algo se produce porque se busca con afán; hay todo un instrumental metodológico dispuesto para lograr los objetivos propuestos con bastante anterioridad.

En nuestra vida diaria, rutinaria y doméstica estamos haciendo algo, que habíamos pensado, y resulta que nos sale otra cosa, nada despreciable tal vez. O buscamos un objeto perdido y encontramos otro. Nos ha ocurrido infinidad de veces.

Son ejemplos sencillos de lo que nos había venido ocurriendo, y no sabíamos cómo se llamaba.

Quienes nos hemos convertido en asiduos usuarios de internet podemos dar abundantes testimonios de lo que a cada rato nos sucede.

 Asuntos interesantísimos, con esto de la serendipia.

De repente estamos conectados para indagar un tema específico, e inmediatamente, ipso-facto, nos perdemos en este mar de información y datos, y terminamos por encontrar o descubrir por casualidad un material discursivo que deseábamos analizar y estudiar desde hacía tiempo.

La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) incluyó este vocablo en su más reciente edición, que ya había sido admitido en el DRAE.

Los seres humanos hemos buscado, con insistencia, a lo largo de la historia, diferentes modelos para tratar de explicarnos realidades tan abstractas y complejas como son los asuntos lingüísticos.

Una teoría que gozó de gran predicamento en el siglo XIX, con vigencia todavía, es la que considera la lengua (en tanto idioma) como si fuera una criatura viviente.

Entonces diremos que las palabras, como elementos constitutivos de la lengua, igual que los organismos vivos nacen, crecen, se reproducen, enferman y mueren.

 Preguntémonos.  ¿En qué fase orgánica -existencial- se encuentra la voz serendipia?. No lo sabemos.

Antes que de que desaparezca del todo la expresión serendipia -asumiendo la condición de unidad lingüística- aún hace posible el funcionamiento de la lengua; vale decir:  comunica información, transmite valores simbólicos y coopera con el ensanchamiento de nuestra estructura cognitiva. -

 

viernes, 26 de julio de 2024

 

¿Gozará de buena salud la palabra serendipia?

 

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

En seguida deseo   explicarles, para que nos ubiquemos en contexto, qué significa este vocablo raro y poco utilizado; pero, además, me gustaría dejar en perspectiva el alcance que el contenido de tal término tiene en nuestra cotidianidad, donde aflora con suficientes manifestaciones; sin que casi nunca nos percatemos que se produce ese fenómeno inexplicable.

A veces la serendipia pasa desapercibida.

 En incontables ocasiones nos deslumbran sus develamientos.

 Conclusiones para todos los casos donde afloran: no llegamos a saber por qué.

Una serendipia constituye un hallazgo maravilloso (aunque no siempre) producto del azar.  Digámoslo de esta manera: usted no lleva la intención de encontrar algo, y por pura casualidad o accidentalmente lo consigue. Seguramente le ha sucedido y no sabía cómo denominar tal hecho.

Preste ahora atención a sus orígenes.

 ¿De dónde surge tal étimo? Viene desde muy lejos, y es antiquísimo.

Serendip era el nombre antiguo de Ceilán (país asiático que conocemos en la actualidad como Sri Lanka).

Allí, según el escritor inglés Horace Walpole (quien acuña la palabra) asume como basamento para su construcción lexicográfica el famoso cuento persa “Los tres príncipes de Serendip”; donde se relata con fascinación las aventuras de tres príncipes, quienes poseían extravagantes y extrañas posibilidades adivinatorias con lo cual descubrían cosas inimaginables, algunas por accidente y otras -en su mayoría- por sagacidad.

A estas alturas, encontrándonos un poco más enterado del asunto de la serendipia, nos preguntamos, casi que con ingenuidad: ¿Acaso el vapuleado “Descubrimiento de América” no se dio por casualidad?  ¿Ese encuentro de dos mundos lo posibilitó una vía aleatoria?

 Qué sabía Colón cuál había sido su destino ni con qué se tropezó, por pura casualidad.

Reflexionemos también que en los hallazgos científicos hay mucha serendipia de por medio.

Algunos ejemplos:  el principio de Arquímedes, La penicilina, la viagra, los rayos X, las papas fritas, el microondas.

Sí, tal como lo está leyendo. Descubrimientos afortunados pero que fueron coincidenciales, accidentales e inesperados.

Incluso Albert Einstein dijo haber sido víctima de esta cualidad en algunos de sus “hallazgos”.

Una palabra similar en español, propiamente un venezolanismo, sería “chiripa”.

En nuestro país decimos:  fulano logró esa meta de “pura chiripa”; o se salvó de “carambola”.

Veamos un caso histórico de serendipia muy nuestro: el día 26 de marzo de 1812, cuando se produjo el terremoto en Venezuela, únicamente quedaron severamente afectadas las ciudades que se habían levantado contra el Imperio español.

Sin embargo, no debemos confundir la serendipia con el fenómeno eureka.

En este último caso el descubrimiento de algo se produce porque se busca con afán; hay todo un instrumental metodológico dispuesto para lograr los objetivos propuestos con bastante anterioridad.

En nuestra vida diaria, rutinaria y doméstica estamos haciendo algo, que habíamos pensado, y resulta que nos sale otra cosa, nada despreciable tal vez. O buscamos un objeto perdido y encontramos otro. Nos ha ocurrido infinidad de veces.

Son ejemplos sencillos de lo que nos había venido ocurriendo, y no sabíamos cómo se llamaba.

Quienes nos hemos convertido en asiduos usuarios de internet podemos dar abundantes testimonios de lo que a cada rato nos sucede.

 Asuntos interesantísimos, con esto de la serendipia.

De repente estamos conectados para indagar un tema específico, e inmediatamente, ipso-facto, nos perdemos en este mar de información y datos, y terminamos por encontrar o descubrir por casualidad un material discursivo que deseábamos analizar y estudiar desde hacía tiempo.

La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), incluyó, desde el 2014, este vocablo en su más reciente edición, que ya había sido admitido en el DRAE.

Los seres humanos hemos buscado, con insistencia, a lo largo de la historia, diferentes modelos para tratar de explicarnos realidades tan abstractas y complejas como son los asuntos lingüísticos.

Una teoría que gozó de gran predicamento en el siglo XIX, con vigencia todavía, es la que considera la lengua (en tanto idioma) como si fuera una criatura viviente.

Entonces diremos que las palabras, como elementos constitutivos de la lengua, igual que los organismos vivos nacen, crecen, se reproducen, enferman y mueren.

 Preguntémonos.  ¿En qué fase orgánica -existencial- se encuentra la voz serendipia?. No lo sabemos.

Antes que de que desaparezca del todo la expresión serendipia -asumiendo la condición de unidad lingüística- aún hace posible el funcionamiento de la lengua; vale decir:  comunica información, transmite valores simbólicos y  coopera con el ensanchamiento de nuestra estructura cognitiva. -

 

viernes, 19 de julio de 2024

 

Un verdadero tsunami ciudadano

 Dr. Abraham Gómez R.

Nos aproximamos al acto de votaciones y de elección del próximo presidente de la República. Ciertamente, ambos procesos, en simultáneos, programados para el domingo 28 de este mes.

Aunque los señalados desenvolvimientos han discurrido con desequilibrios, persecuciones y descarado ventajismo por parte del oficialismo; no obstante, se ha impuesto cívicamente el ímpetu de un pueblo dispuesto a recobrar la institucionalidad del Estado venezolano; presto a reimplantar las condiciones de derecho en libertad y dispuesto a reconquistar un sistema de plena democracia.

Hemos tenido situaciones atípicas tanto en la forma de llevarse la campaña como en el fondo e intencionalidad para alcanzar los resultados.

 Tal vez, el elemento más protuberante – que sobresale- consiste en la abrumadora mayoría de la población inclinada para respaldar, sin miedo ni aprehensiones, hacia la candidatura de la oposición representada por el eminente diplomático Dr. Edmundo González Urrutia quien ha recibido a su vez el endoso del absoluto liderazgo de María Corina Machado.

Ambos conformaron un extraordinario equipo de complementación en el activismo político. Ya recorriendo Venezuela llevando un mensaje preclaro liberador, el caso de ella; o vinculándose con los sectores más representativos de la sociedad, como elogiadamente lo ha hecho él, para la reconfiguración de un país anhelado de cambios y transformaciones integrales.

Nos satisface reconocer que Venezuela ha respondido, como efectivamente se esperaba; tanto que al día de hoy el análisis objetivo que hemos hecho a los resultados de las encuestas realizadas por parte de las ocho empresas más creíbles y prestigiosas, arrojan las cifras en base a 82% de intención de participación del electorado interno; cuyo promedio queda de la siguiente manera: Edmundo González 71.9% y Nicolás Maduro 14.9%, los demás candidatos no alcanzan a un 4 %.

Dicho más claro, se aproxima – hipotéticamente- una avalancha de votos favorables a la oposición venezolana; entendiendo que tal hecho no basta en sí mismo. Se requiere un milimétrico carácter organizativo a través de los testigos; también de quienes asuman responsabilidades logísticas; y por supuesto, la disposición indiscutida para la defensa de los votos.

Vamos a demostrarle al mundo que a pesar de los extravagantes y groseros discursos amenazantes ya conocidos que buscan atemorizar o provocar abstención, los venezolanos daremos una lección de civismo y respeto, conforme a los resultados transparentes.

 

 

¿Gozará, aún, el vocablo serendipia de buena salud?

 

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

En seguida deseo   explicarles, para que nos ubiquemos en contexto, qué significa esta palabra rara y poco utilizada; pero, además, me gustaría dejar en perspectiva el alcance que el contenido de tal término tiene en nuestra cotidianidad, donde aflora con suficientes manifestaciones; sin que casi nunca nos percatemos que se produce ese fenómeno inexplicable.

A veces la serendipia pasa desapercibida.

 En incontables ocasiones nos deslumbran sus develamientos.

 Conclusiones para todos los casos donde afloran: no llegamos a saber por qué.

Una serendipia constituye un hallazgo maravilloso (aunque no siempre) producto del azar.  Digámoslo de esta manera: usted no lleva la intención de encontrar algo, y por pura casualidad o accidentalmente lo consigue. Seguramente le ha sucedido y no sabía cómo denominar tal hecho.

Preste ahora atención a sus orígenes.

 ¿De dónde surge tal étimo? Viene desde muy lejos, y es antiquísimo.

Serendip era el nombre antiguo de Ceilán (país asiático que conocemos en la actualidad como Sri Lanka).

Allí, según el escritor inglés Horace Walpole (quien acuña la palabra) asume como basamento para su construcción lexicográfica el famoso cuento persa “Los tres príncipes de Serendip”; donde se relata con fascinación las aventuras de tres príncipes, quienes poseían extravagantes y extrañas posibilidades adivinatorias con lo cual descubrían cosas inimaginables, algunas por accidente y otras -en su mayoría- por sagacidad.

A estas alturas, encontrándonos un poco más enterado del asunto de la serendipia, nos preguntamos, casi que con ingenuidad: ¿Acaso el vapuleado “Descubrimiento de América” no se dio por casualidad?  ¿Ese encuentro de dos mundos lo posibilitó una vía aleatoria?

 Qué sabía Colón cuál había sido su destino ni con qué se tropezó, por pura casualidad.

Reflexionemos también que en los hallazgos científicos hay mucha serendipia de por medio.

Algunos ejemplos:  el principio de Arquímedes, La penicilina, la viagra, los rayos X, las papas fritas, el microondas.

Sí, tal como lo está leyendo. Descubrimientos afortunados pero que fueron coincidenciales, accidentales e inesperados.

Incluso Albert Einstein dijo haber sido víctima de esta cualidad en algunos de sus “hallazgos”.

Una palabra similar en español, propiamente un venezolanismo, sería “chiripa”.

En nuestro país decimos:  fulano logró esa meta de “pura chiripa”; o se salvó de “carambola”

Sin embargo, no debemos confundir la serendipia con el fenómeno eureka.

En este último caso el descubrimiento de algo se produce porque se busca con afán; hay todo un instrumental metodológico dispuesto para lograr los objetivos propuestos con bastante anterioridad.

En nuestra vida diaria, rutinaria y doméstica estamos haciendo algo, que habíamos pensado, y resulta que nos sale otra cosa, nada despreciable tal vez. O buscamos un objeto perdido y encontramos otro. Nos ha ocurrido infinidad de veces.

Son ejemplos sencillos de lo que nos había venido ocurriendo, y no sabíamos cómo se llamaba.

Quienes nos hemos convertido en asiduos usuarios de internet podemos dar abundantes testimonios de lo que a cada rato nos sucede.

 Asuntos interesantísimos, con esto de la serendipia.

De repente estamos conectados para indagar un tema específico, e inmediatamente, ipso-facto, nos perdemos en este mar de información y datos, y terminamos por encontrar o descubrir por casualidad material discursivo que deseábamos analizar y estudiar desde hacía tiempo.

La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), incluyó, desde el 2014, este vocablo en su más reciente edición del DRAE.

Los seres humanos hemos buscado, con insistencia, a lo largo de la historia, diferentes modelos para tratar de explicarnos realidades tan abstractas y complejas como son los asuntos lingüísticos.

Una teoría que gozó de gran predicamento en el siglo XIX, con vigencia todavía, es la que considera la lengua (en tanto idioma) como si fuera una criatura viviente.

Entonces diremos que las palabras, como elementos constitutivos de la lengua, igual que los organismos vivos nacen, crecen, se reproducen, enferman y mueren.

 Preguntémonos.  ¿En qué fase orgánica -existencial- se encuentra la voz serendipia?. No lo sabemos.

Antes que de que desaparezca del todo la expresión serendipia -asumiendo la condición de unidad lingüística- aún hace posible el funcionamiento de la lengua; vale decir:  comunica información, transmite valores simbólicos, coopera con el ensanchamiento de nuestra estructura cognitiva. -

 

sábado, 13 de julio de 2024

 

Guayana Esequiba: la Corte, nuestra última ratio iuris

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

Ya resulta un descomunal descaro en el que viene incurriendo Guyana, al entregar, sin limitaciones, concesiones de todo tipo a diestra y siniestra en la que una vez fue conocida como “Zona en Reclamación”; ahora denominada para nosotros, con mucho orgullo, estado Guayana Esequiba; cuya controversia, en estos momentos, se dirime por ante la Corte Internacional de Justicia; instancia que en ningún momento, desde el 20 de diciembre de 2020,  se ha paralizado para conocer forma y fondo de este pleito.

 

La excolonia británica se ha aliado a cuerpo entero a   intereses con bastantes empresas transnacionales para la exploración, explotación y comercialización de las riquezas de la región esequibana, que ellos se han auto adjudicado y ocupado, sin el menor documento que los asista.

 

Los gobiernos guyaneses no tienen recatos ni disimulos en su voracidad.

 

No dudamos en calificar tales entregas de irrespetuosas del contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra de 1966, único documento con pleno vigor jurídico en este caso controvertido entre Estados.

 Han omitido las obligantes consultas que deben hacernos a nosotros - la Parte con la que se sostienen un litigio- para disponer algo en la zona; y se han comportado con inaceptables displicencias; con lo cual el gobierno de Irfaan Ali pone de manifiesto su arrogancia y presunta seguridad de que saldrían favorecidos mediante una sentencia del Alto Tribunal, tal vez para el próximo año. No sabemos con qué elementos de convicción ni cómo. En justo derecho este caso lo gana Venezuela.

 

Mientras tanto, están aprovechando -como mejor les plazca- los recursos madereros, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en general en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron; sino además han permisado a grandes consorcios para que operen en la proyección atlántica que se genera en el área por derecho del mar. Digamos propiamente, en nuestro Mar territorial, en la Zona Contigua y en la Zona Económica Exclusiva; dentro de las 200 millas náuticas que abarca nuestra plataforma continental, desde las bocas del Río Esequibo hasta Punta Playa, en el estado Delta Amacuro.

 

Las excolonias británicas nos han venido atropellando y vulnerando en nuestro legítimo e histórico contexto geográfico; y aún el canciller de esa nación, hace la desvergonzada afirmación, a través de un comunicado, que la precitada acción de Venezuela -de reafirmación de legítima propietaria- viola la soberanía e integridad territorial de su país “y demuestra que Venezuela es una ‘amenaza’, con actos hostiles, agresivos e ilegales para el desarrollo económico de Guyana”.

 

Dejamos sentado lo que siempre hemos planteado en distintos escenarios, en el sentido de que los silencios cómplices se pagan caro en el Derecho Internacional Público.

La dejadez devenida en aquiescencias o permisividades de un Estado-Parte pesan en un juicio de la naturaleza y el carácter que confrontamos.

El Acuerdo de Ginebra constituye, en sí mismo, el documento a través del cual el Reino Unido y su excolonia guyanesa admitieron la vileza cómo actuó el Tribunal Arbitral, en París el 03 de octubre de 1899, cuando nos arrebataron, en una perversa tratativa política- diplomática, una séptima parte de nuestra geografía nacional.

 Reconocemos que el Acuerdo de Ginebra contempla el arreglo judicial como alternativa de solución para la presente controversia; y en el mismo nos encontramos - exactamente- por ante el honorable Cuerpo Juzgador de la ONU; donde jugaremos nuestras irrebatibles e incontrovertibles cartas.

 

En su debida ocasión, leímos y analizamos algunos comunicados de la cancillería de Venezuela donde dejaban sentado que se ejercerían todas las acciones ante las instancias jurisdiccionales, diplomáticas y políticas correspondientes, privilegiando el alto interés nacional y la permanente reivindicación de los derechos legítimos e irrenunciables del pueblo venezolano sobre el territorio de la Guayana Esequiba.

 

Sin embargo, en muchas ocasiones estuvimos haciendo las advertencias a las autoridades de nuestra  cancillería y a  las comisiones creadas para tales fines; en el sentido,  de que quedarse callados, dar aquiescencias o permisividades;  omitir las denuncias oportunas y contundentes; o tolerar que los  gobiernos guyaneses, desde Cheddi Jagan hasta hoy, otorgaran concesiones en la Guayana Esequiba; todas estas omisiones inoportunas   y/o las alabanzas imprudentes e inconvenientes en favor del contendiente  o  ir contra nuestros propios actos  ( Principio de Estoppel),  no nos favorecen  en los reclamos, que desde hace más de un siglo hemos hecho de esa inmensa extensión territorial , que siempre ha sido nuestra.

Llego el momento de demostrar y reafirmar la venezolanidad con declaraciones y con hechos concretos; precisamente la Corte nos ha citado, a comparecer en la fase de pruebas, para el 11 de agosto del próximo año. Es la oportunidad y razón exquisita (quizás la última judicialmente) para develar todo cuanto asiste y completa nuestro acervo de probanza.

Para quienes hemos venido dándole seguimiento y plena defensa al caso del Esequibo, en los escenarios académicos e institucionales, despierta nuestra preocupación que ha amainado un poco el ímpetu de la opinión pública nacional; además,  ya casi no se producen pronunciamientos oficiales por parte de las autoridades que manejan la política exterior venezolana, para rechazar y protestar las concesiones y licencias guyanesas a las empresas trasnacionales; justamente en esta etapa del desarrollo de un juicio internacional.

 

Los Esequibanos, es decir los nacidos en la región que Venezuela reclama, y los Esequibistas quienes nos hemos documentado y dedicado bastantes años al estudio formal y académico, de manera prolija, a este álgido Asunto de Estado seguiremos defendiendo con honor y por justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que a nuestra Nación corresponde.

viernes, 12 de julio de 2024

 

Guayana Esequiba: la Corte, nuestra última ratio iuris

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Comisión por el Esequibo y la Soberanía Territorial

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 

Ya resulta un descomunal descaro en el que viene incurriendo Guyana, al entregar, sin limitaciones, concesiones de todo tipo a diestra y siniestra en la que una vez fue conocida como “Zona en Reclamación”; ahora denominada para nosotros, con mucho orgullo, estado Guayana Esequiba; cuya controversia, en estos momentos, se dirime por ante la Corte Internacional de Justicia; instancia que en ningún momento, desde el 20 de diciembre de 2020,  se ha paralizado para conocer forma y fondo de este pleito.

 

La excolonia británica se ha aliado a intereses plenos con bastantes empresas transnacionales para la exploración, explotación y comercialización de las riquezas de la región esequibana, que ellos se han auto adjudicado y ocupado, sin el menor documento que los asista.

 

Los gobiernos guyaneses no tienen recatos ni disimulos en su voracidad.

 

No dudamos en calificar tales entregas de irrespetuosas del contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra de 1966, único documento con pleno vigor jurídico en este caso controvertido entre Estados.

 Han omitido las obligantes consultas hacia nosotros, la Parte con la que se sostienen un litigio; y se han comportado con inaceptables displicencias; con lo cual el gobierno de Irfaan Ali pone de manifiesto su arrogancia y presunta seguridad de que saldrían favorecidos mediante una sentencia del Alto Tribunal, tal vez para el próximo año.

 

Están aprovechando -como mejor les plazca- los recursos madereros, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en general en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron; sino además han permisado a grandes consorcios para que operen en la proyección atlántica que se genera en la zona por derecho del mar. Digamos propiamente, en nuestro Mar territorial, en la Zona Contigua y en la Zona Económica Exclusiva; dentro de las 200 millas náuticas que abarca nuestra plataforma continental, desde las bocas del Río Esequibo hasta Punta Playa, en el estado Delta Amacuro.

 

Las excolonias británicas nos han venido atropellando y vulnerando en nuestro legítimo e histórico contexto geográfico; y aún el canciller de esa nación, hace la desvergonzada afirmación, a través de un comunicado, que la precitada acción de Venezuela -de reafirmación de legítima propietaria- viola la soberanía e integridad territorial de su país “y demuestra que Venezuela es una ‘amenaza’, con actos hostiles, agresivos e ilegales para el desarrollo económico de Guyana”.

 

Dejamos sentado lo que siempre hemos planteado en distintos escenarios, en el sentido de que los silencios cómplices se pagan caro en el Derecho Internacional Público.

Las facturas por aquiescencias o permisividades de un Estado-Parte pesan en un juicio de la naturaleza y el carácter que confrontamos.

El Acuerdo de Ginebra constituye, en sí mismo, el documento a través del cual el Reino Unido y su excolonia guyanesa admitieron la vileza cómo actuó el Tribunal Arbitral, en París el 03 de octubre de 1899, cuando nos arrebataron, en una perversa tratativa política- diplomática, una séptima parte de nuestra geografía nacional.

 Reconocemos que el Acuerdo de Ginebra contempla el arreglo judicial como alternativa de solución para la presente controversia; y en el mismo nos encontramos por ante el honorable Cuerpo Juzgador de la ONU; donde jugaremos nuestras cartas.

 

En su debida ocasión, leímos y analizamos algunos comunicados de la cancillería de Venezuela donde dejaban sentado que se ejercerían todas las acciones ante las instancias jurisdiccionales, diplomáticas y políticas correspondientes, privilegiando el alto interés nacional y la permanente reivindicación de los derechos legítimos e irrenunciables del pueblo venezolano sobre el territorio de la Guayana Esequiba.

 

Sin embargo, en muchas ocasiones estuvimos haciendo las advertencias a las autoridades de nuestra  cancillería y a  las comisiones creadas para tales fines; en el sentido,  de que quedarse callados, dar aquiescencias o permisividades;  omitir las denuncias oportunas y contundentes; o tolerar que los  gobiernos guyaneses, desde Cheddi Jagan hasta hoy, otorgaran concesiones en la Guayana Esequiba; todas estas omisiones inoportunas   y/o las alabanzas imprudentes e inconvenientes en favor del contendiente  o  ir contra nuestros propios actos  ( Principio de Estoppel),  no nos favorecen  en los reclamos, que desde hace más de un siglo hemos hecho de esa inmensa extensión territorial , que siempre ha sido nuestra.

Llego el momento de demostrar y reafirmar la venezolanidad con declaraciones y con hechos concretos; precisamente la Corte nos ha citado, a comparecer en la fase de pruebas, para el 11 de agosto del próximo año. Es la oportunidad y razón exquisita (quizás la última) para develar todo cuanto asiste y completa nuestro acervo de probanza.

Para quienes hemos venido dándole seguimiento y plena defensa al caso del Esequibo, en los escenarios académicos e institucionales, despierta nuestra preocupación que ha amainado un poco el ímpetu de la opinión pública nacional; ya casi no se producen pronunciamientos oficiales por parte de las autoridades que manejan la política exterior venezolana, para rechazar y protestar las concesiones y licencias guyanesas a las empresas trasnacionales; justamente en esta etapa del desarrollo de un juicio internacional.

 

Los Esequibanos, es decir los nacidos en la región que Venezuela reclama, y los Esequibistas quienes nos hemos documentado y dedicado bastantes años al estudio formal y académico, de manera prolija, a este álgido asunto de interés nacional seguiremos defendiendo con honor y por justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que a nuestra Nación corresponde.

viernes, 5 de julio de 2024

 

Género gramatical en una sociedad masculinizada

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

abrahamgom@gmail.com

 

Nuestro idioma, a pesar de sus muchas imprecisiones y aspectos mejorables, sostiene elementos normatizados por tácitos convencionalismos o por uso y aceptación tradicional. Dicho de otra manera, nos hemos venido acostumbrando a pronunciar y vocear las palabras de un modo; y aceptarlo, con plena legitimidad como cuerpo social.

Uno de estos casos es todo cuanto se refiere al Género Gramatical, que no tiene nada que ver con sexismo, genitalidades o ubicaciones conforme a la "diversidad de gustos o tendencias". Eso es otra cosa.

El Género Gramatical atiende a estructuras complejas morfo-sintácticas concordantes, cuya intención persigue darle exquisitez, economía y transparencia al texto-discurso, al orden sintagmático que deben seguir las palabras; por lo que debemos evitar caer en la trampa lingüística (propiamente semiótica) de apelar a las dobles, innecesarias y redundantes consideraciones al momento de mencionar lo masculino y lo femenino.

No hacemos inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindicamos a la mujer con sólo decir: muchachos y muchachas, ellas y ellos, todas y todos o poniendo arrobas (@) en los escritos para abarcar ambos géneros de una sola vez.

En el castellano-español basta que usted señale únicamente un sustantivo con el cual abarca tanto lo masculino como lo femenino, si tal vocablo varía sólo en las letras (a) (o).

El género masculino es la forma no marcada o inclusiva. Veamos. Si digo «los alumnos de esta clase», estoy involucrando a alumnos tanto del sexo masculino y como del femenino; Sin embargo, el género gramatical femenino si es la forma marcada y por tanto resulta exclusiva o excluyente. Si digo «las alumnas de esta clase», no están incorporados además los de sexo masculino, sino solamente las mujeres.

Por ejemplo: si dice diputados y niños (allí están contenidas también las diputadas y las niñas); pero si dice hombres debe mencionar mujeres; si refiere en su acto de habla a los caballeros, también debe nombrar a las damas.

Muchas veces por dárnosla de falsos feministas citamos: participantes y participantas, concejales y concejalas, alférez y alfereza, oficinistas y oficinistos, camaradas y camarados, asistentes y asistentas; y por esa ruta distorsionada y ridícula se termina por ofender o poner en entredicho el verdadero valor de las mujeres en nuestra sociedad.

 Las mujeres requieren de nosotros - hoy tanto como ayer- una nueva mirada sociohistórica.

Se ha vuelto indetenible la presencia de la mujer en las más disímiles disciplinas y áreas de conocimientos.

 Las mujeres han venido asumiendo elogiosas responsabilidades, tal vez lentamente, pero con fundamentación y sostenibilidad.

En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia. Un asunto casi de arqueología social” con el fin de encontrar mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron. Para que sus voces sean escuchadas.

Para hacer presentables sus obras, para rescatarlas de las olvidadas fosas del tiempo.

 Es un trabajo apasionante, que nos hemos propuesto.

Lo hemos ejercido desde todos los ámbitos posibles. Es una auténtica y palpitante genealogía solidaria, impregnada de razón y emoción.

Ciertamente, todavía hay odiosos resabios de androcentrismo en algunas sociedades; enarboladas en culturas que creen aún que en torno a lo masculino deben determinarse todas las cosas. Tamaño error e injusticia.

 Digamos también que --al momento de escribir sobre las mujeres-- muchos intelectuales emplean suficientes estrategias de mitigación discursiva que persiguen minimizar el contenido de los enunciados cuando los temas se centran en el género femenino. No realzan lo que deben resaltar cuando hablan de los logros de las mujeres.

Es verdad que cuando una sociedad se encuentra masculinizada, entonces hace usos excesivos de atenuantes con las palabras y se excede en el empleo de los diminutivos o modificadores, como instrumentos lingüísticos, que busca darle opacidad a las realidades de las mujeres.

No sentenciemos como perversa a una construcción gramatical porque no use el falso desdoblamiento sexista; por cuanto, el desdoblamiento sexista es un ardid timador.

 Tampoco le pidamos a las construcciones gramaticales que reivindiquen lo que algunas sociedades, enteramente masculinizadas, excluyen en los actos de habla, en la vida diaria y en los desenvolvimientos práxicos. Sociedades que marginan a las mujeres y luego quieren reivindicarlas con hipócritas desdoblamientos gramaticales.

Preguntémonos. ¿Acaso se siente la mujer excluida, discriminada al no verse visualizada (tomada en cuenta) en cada expresión lingüística relativa a ella?

Podemos aligerar, una y otra vez, las mismas y decididas respuestas a la anterior pregunta. Los abusos en los desdoblamientos referidos al género gramatical son artificiosos e innecesarios.

La exclusión que se le hace a las mujeres en algunas sociedades enteramente masculinizadas no se cura con arrobas.

la Real Academia Española no aprueba el uso del símbolo arroba para referirse a la forma femenina y masculina de algunas palabras como, por ejemplo, tod@s, hij@s, chic@s, con el fin de evitar un uso sexista del lenguaje o ahorrar tiempo en la escritura de palabras.