Por un
año nuevo 2026 más vivible
Dr.
Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
A pocas horas de cerrar un tramo
temporal, que se había vislumbrado con optimismo para bastantes naciones
(escasamente lo alcanzaron); no obstante, tenemos que reconocer -con profunda
tristeza- que una amplia proporción de la humanidad sigue inmersa en
catástrofes y sufrimientos. Naturales o provocadas.
El complejo transcurrir del 2025 ha
sido de calamidades de todo tipo, hasta de las más inimaginables, en casi todas
las regiones del mundo.
En honor a la verdad, muchos países
han salido airosos en las circunstancias difíciles o escabrosas que les tocó
atravesar; paralelo a tal descripción muchas naciones han visto resquebrajadas
sus respectivas economías, con las caóticas consecuencias que tales hechos
conllevan.
Se devela, también, las inocultables
inequidades sociales; con lo cual se registra un índice desproporcionado de
resultados adversos en comunidades empobrecidas, de bajos ingresos y minorías
étnicas.
Aunque hemos apreciado que algunos
países - tenidos por desarrollados y con sistemas de salud, educación,
servicios públicos en general y calidad de vida a toda prueba - han sufrido
serios embates; porque, las crisis- cuando irrumpen- no hacen diferenciaciones
de ningún tipo.
El 31 de diciembre es una fecha
simbólica, tal vez, que nos llena de sentimientos, recordatorios y bastantes
nostalgias por la cantidad de eventos, vivencias y momentos.
Seguramente usted comparte conmigo el
hecho de que estamos obligados a metabolizar emocionalmente lo que nos sucede,
para no arrastrar algún fatídico fardo en nuestros bagajes existenciales; para
no llevarlo más allá; y mucho menos cuando nos preparamos, en sentido global, a
recomponer nuestras vidas, a partir de
una Oración elevada con fe ante el Padre celestial y a la Santísima
Trinidad.
Dispongámonos, para este nuevo año, a
alzar la mirada y hacer resiliencia --sacar la mejor experiencia de lo
acaecido-- con lo que nos perturbó.
Estamos obligados, moralmente, a seguir
adelante con paso firme y decidido.
Reciban mi invitación para
reflexionar sobre lo que ha sido este tiempo transcurrido para nosotros, sin
quedar enganchados en sus zarzas.
Hay que expurgar las espinas.
Entresaquemos lo sobrante, lo inútil
e inconveniente.
Te convido a meditar, grandemente,
cómo deseamos que sea el año entrante.
En unos versos del poema Memoria y
Olvido, de mi autoría, lo digo de esta manera:
“La vida tiene mucho de despedida,
de alejamiento.
Por eso cada instante hermoso, yo lo
percibo como un eterno momento.
Yo sigo pensando que la vida
permanece por ahí…
un poco escondida y a la deriva, un
poco loca y un poco niña,
pero siempre viva, aunque con el
corazón deshecho,
para algunos, y para otros la razón
vacía”.
La condición humana no es un
adminículo de moda para uso eventual y luego desechar a capricho.
La voluntad de tejernos a la piel
social y empatizar con el prójimo hay que estarlas haciendo a cada instante y
por más que ejerzamos tales manifestaciones no se agotan; al contrario, se
ensanchan.
La práctica de la caridad “vive” en un
constante devenir: siendo y haciéndose.
Dónde encontrar, aunque sea un pedazo
aprovechable de condición humana, puede llegar a preguntarse alguien.
Diremos que ella aflora en múltiples
ámbitos, responderemos.
Allí, exactamente donde los seres
humanos hacemos factibles nuestras existencias: la familia en su más amplia
acepción, la escuela, la comunidad, las iglesias en sus distintas confesiones,
en los espacios laborales. Además, a través de los medios de comunicación, las
redes sociales y en la espontánea socialidad que nace en el transporte público;
en fin, en la agregación vivencial.
Si sabemos, que para el próximo año -como
siempre- contaremos con la protección Divina y nos sentiremos amparados, de
modo permanente, bajo el manto Sagrado de la Virgen, la determinación de
nuestro futuro nos corresponde a nosotros inevitablemente.
Un abrazo afectuoso de hermandad cristiana.
Paz y Bien.
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