Guayana
Esequiba: procuraremos una restitución de veras
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión de la Asamblea
Nacional por el Esequibo y la Soberanía Territorial
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
En la
controversia con Guyana por la Zona del Esequibo, nos hemos encontrado con
todo. Conjeturas inimaginables; además posiciones contradictorias de quienes se
arrogan alguna dudosa designación para asumir la “absoluta defensa” de los intereses
del Estado venezolano. Súmele a lo ya descrito, silencios cómplices,
declaraciones destempladas o extemporáneas, publicación del mapa mutilado,
elogiosas frases al contrincante en escenarios internacionales; permisividades
–por acción u omisión—para la explotación de recursos en la zona.
Las últimas prácticas
arriba señaladas configuran los principios de aquiescencia y estoppel,
suficientemente conocidos y aplicados en el Derecho Internacional.
Ha habido de
este lado - lo reconocemos- un enjambre de decisiones que de entrada lucen
inverosímiles o extravagantes; a pesar de tales características nos hemos visto
obligados a estudiarlas y analizarlas.
En reiteradas
ocasiones, y en distintos eventos y circunstancias, los gobiernos guyaneses desde
Forbes Burnham hasta el actual Irfaan Ali han sostenido determinantemente que
la figura del Buen Oficiante ha constituido una perdedera de tiempo y no se había
visto -según ellos- que evolucionara el discernimiento con resultados
satisfactorios para ninguna de las dos partes en controversia.
Tal vez por eso procedieron – ingratamente- a
demandar a Venezuela por ante la Corte Internacional de Justicia.
Una vez más
preguntamos: por qué los representantes diplomáticos nuestros, que actúan desde
la cancillería, estuvieron evadiendo la vía jurídica, en tanto salida a la
contención que sostenemos contra Guyana por la Zona del Esequibo. Y ahora
mismo, a algunos integrantes de la Alta Comisión también los percibimos esquivos
y llenos de dudas e incertidumbres cada vez que mencionamos – públicamente – que no son excluyentes los dos escenarios de arreglo,
que ya hemos presentado con anterioridad.
Primero, insistir
con la posibilidad de que la delegación guyanesa avenga a un diálogo sincero,
franco directo para alcanzar una solución “práctica
y satisfactoria para ambas partes” conforme lo mandata el Acuerdo de
Ginebra del 17 de febrero de 1966, que se suscribió y ratificó; además dicho
documento se promulgó como ley en ambas naciones.
La otra
alternativa, que no debe ser nunca desdeñada, consiste en seguirnos preparando
para la fase de pruebas, a la cual seremos llamados próximamente, dentro del
Proceso jurisdiccional que cursa en el Alto Tribunal de La Haya. No hay nada
que temer. Esa expresión de racional optimismo la he venido utilizando siempre;
por cuanto, nos asiste un denso acervo de probanza, que la contraparte sabe que
poseemos, como también el digno jurado de la Sala Juzgadora.
No vamos a
pedir más que lo que por justicia nos ha correspondido y ha sido nuestro
histórica y jurídicamente.
Vamos a
solicitar – en justo y puro derecho-- al Cuerpo Jurisdicente que se le restituya
a Venezuela esa séptima parte de su extensión territorial que le fue desgajada
en una tratativa perversa.
Nos resulta
incomprensible que el gobierno venezolano refleje, ante la comunidad
internacional, una ligera evasiva en este álgido asunto; y no es desde ahora,
si nos atenemos a unas declaraciones del presidente Nicolás Maduro, del 13 de
noviembre de 2016:
“Cualquier
opción que tome el Secretario General de las Naciones Unidas debe ser aceptada
por las partes de manera amistosa y de mutuo acuerdo. Es un acuerdo sabio, que
excluye la vía judicial”.
Fíjense que
el señor Antonio Guterres no excluyó la vía judicial, la cual fue precisamente
a la primera que apeló, cuando envió el 19 de enero de 2018 el caso
controvertido para que lo decidiera la Corte Internacional de Justicia conforme
al derecho aplicable.
Y procedió de esa manera, según el actual
Secretario General, basado en el artículo IV, numeral 2 del vigente Acuerdo de
Ginebra:
“Si dentro de los tres meses siguientes a la
recepción del Informe final el Gobierno de Venezuela y el Gobierno de Guyana no
hubieren llegado a un acuerdo con respecto a la elección de uno de los medios
de solución previstos en el Articule 33 de la Carta de las Naciones Unidas, referirán
la decisión sobre los medios de solución a un órgano internacional apropiado
que ambos Gobiernos acuerden, o de no llegar a un acuerdo sobre este punto, al Secretario
General de las Naciones Unidas. Si los medios así escogidos no conducen a una solución
de la controversia, dicho órgano, o como puede ser el caso, el Secretario
General de las Naciones Unidas, escogerán otro de los medios estipulados en el
Articule 33 de la Carta de las Naciones Unidas, y así sucesivamente, hasta que
la controversia haya sido resuelta, o hasta que todos los medios de solución
pacifica contemplados en dicho Articule hayan sido agotados”.
Prestemos
atención a la presente explicación lógica: si nos sabemos poseedores de las
razones socio históricas, jurídicas y cartográficas.
Agreguemos,
concretamente, si tenemos los elementos probatorios (para explayar en el
trayecto de alegatos en la Corte) del vil despojo que se nos hizo; más aún, si
contamos con compatriotas suficientemente preparados en Derecho Internacional,
y de manera particular en los detalles e intersticios de este litigio;
pregunto, ¿por qué evadir la vía del arreglo judicial, como nos viene encarando
el gobierno guyanés?
Por lo visto,
han arreciado, en los dos últimos años. Se las están jugando completa; pero
queremos que sepan que nosotros también vamos con todo, con nuestra
incuestionable alforja de pruebas.
La solicitud
de restitución, por parte de Venezuela, constituye una petición procesal
legítima e irrebatible; cuya finalidad procuramos que concluya mediante una
Resolución coherente y satisfactoria, donde se haga justicia a nuestro país.