Nostalgia por Mascarada
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia
Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
De cuánto atrevimiento y audacia nos imbuíamos para hacer
las cosas. Apenas éramos un puñado de imberbes al tiempo que dispuestos a
improntar una época de nuestras existencias.
Entonces nos parecía que los asuntos del mundo y sus
múltiples contenidos estaban fácilmente asequibles. Sensibilidades de nuestras
jóvenes edades.
Nos juntamos en nuestro Carúpano nativo, salvando
circunstancias: Tomás Elías Morillo, Rosina Bellorín, Ernesto Morejón, Rosalba
Hernández, Shamary Angulo, Pedro José Hernández, Germàn Bonillo, Enrique
Viñoles, Fernando Gil, Solange Guerra, Héctor Gómez, José González, Johnny
Bertonzini, y una pléyade de aspirantes a actores y actrices de teatro. Le
dimos forma a un grupo de teatro que se nos ocurrió denominarlo Mascarada.
Nuestra hábitat cotidiana para los montajes escénicos: El
salón de Lectura (!.. recuerdos inacabables de su infraestructura, de su
biblioteca pocas veces visitada, de su inmenso telón de pesado terciopelo rojo
carmesí, que había que halarlo fuerte y a pulso para que abriera a riesgo que
se desprendiera, como sucedía una y otra vez...!), cuyo anciano mayordomo, el
señor Pastrano, de pequeña estatura, con irascible celo por todo cuanto allí
resguardaba. En más de una ocasión nos increpó por “desórdenes naturales” que
los desvaríos histriónicos nos hacían dejar las cosas fuera de su lugar.
Transcurren los
finales años de 1960 y los primeros del decenio siguiente, cada quien se
dedicaba a hurgar entre libros, documentos vetustos, algunas publicaciones
especializadas la posibilidad de versionar o adaptar una obra de teatro. Los
resultados de las señaladas indagaciones las discutíamos con alegría, les
poníamos nuestras particulares imaginaciones. La idea primigenia de “vernos
metidos” en los personajes nos inundaba de entusiasmo. Carúpano siempre ha
sido, de lo cual estamos orgullosos, una “plaza de exigencias” para las artes,
en cualesquiera de sus manifestaciones. No hay conformismo con menos.
En nuestra época de asomos e insinuaciones en la escena
los libretos tenían que ser aprendidos de punta a punta.
La gente asistía a
las presentaciones con fundamentación crítica, porque el carupanero otrora
conocía de estos desenvolvimientos teatrales. Ha habido en nuestro
pueblo-ciudad un abolengo socio-cultural que nos valora la ciudadanía. Tal vez
una heredad que haya que rebuscarla históricamente.
“La pasión según
sancocho”, “El amor de los cuatro coroneles”, “La barba nomás”, “Salto atrás”
entre muchas otras obras fueron llevadas a escenas con nuestros propios
impulsos, con las enseñanzas que nos íbamos dando en sentido colectivo “todos
aprendíamos de todos”. Nadie tenía la ocurrencia ni los humos de diva o primer
actor-protagonista. Las tareas quedaban repartidas a partir de una lógica
comunalizada: Lo mismo que armar y pintar la escenografía, salir a vocear por
las calles en un carro con una corneta en el techo lanzando volantes y estar a
la hora para los ensayos. Llenamos un exquisito tramo del teatro en Carúpano.
Una página de nuestra historia regional que no es posible
eludir. Auguramos que la presente insurgencia generacional vuelque su mirada
hacia esos trazos escénicos que nos propusimos y alcanzamos, para que les sirva
quizás de pivote o referente; lo menos que anhelamos en nuestra carupanidad.
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