lunes, 14 de marzo de 2016



Nostalgia por Mascarada

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

De cuánto atrevimiento y audacia nos imbuíamos para hacer las cosas. Apenas éramos un puñado de imberbes al tiempo que dispuestos a improntar una época de nuestras existencias.
Entonces nos parecía que los asuntos del mundo y sus múltiples contenidos estaban fácilmente asequibles. Sensibilidades de nuestras jóvenes edades.
Nos juntamos en nuestro Carúpano nativo, salvando circunstancias: Tomás Elías Morillo, Rosina Bellorín, Ernesto Morejón, Rosalba Hernández, Shamary Angulo, Pedro José Hernández, Germàn Bonillo, Enrique Viñoles, Fernando Gil, Solange Guerra, Héctor Gómez, José González, Johnny Bertonzini, y una pléyade de aspirantes a actores y actrices de teatro. Le dimos forma a un grupo de teatro que se nos ocurrió denominarlo Mascarada.
Nuestra hábitat cotidiana para los montajes escénicos: El salón de Lectura (!.. recuerdos inacabables de su infraestructura, de su biblioteca pocas veces visitada, de su inmenso telón de pesado terciopelo rojo carmesí, que había que halarlo fuerte y a pulso para que abriera a riesgo que se desprendiera, como sucedía una y otra vez...!), cuyo anciano mayordomo, el señor Pastrano, de pequeña estatura, con irascible celo por todo cuanto allí resguardaba. En más de una ocasión nos increpó por “desórdenes naturales” que los desvaríos histriónicos nos hacían dejar las cosas fuera de su lugar.
 Transcurren los finales años de 1960 y los primeros del decenio siguiente, cada quien se dedicaba a hurgar entre libros, documentos vetustos, algunas publicaciones especializadas la posibilidad de versionar o adaptar una obra de teatro. Los resultados de las señaladas indagaciones las discutíamos con alegría, les poníamos nuestras particulares imaginaciones. La idea primigenia de “vernos metidos” en los personajes nos inundaba de entusiasmo. Carúpano siempre ha sido, de lo cual estamos orgullosos, una “plaza de exigencias” para las artes, en cualesquiera de sus manifestaciones. No hay conformismo con menos.
En nuestra época de asomos e insinuaciones en la escena los libretos tenían que ser aprendidos de punta a punta.
 La gente asistía a las presentaciones con fundamentación crítica, porque el carupanero otrora conocía de estos desenvolvimientos teatrales. Ha habido en nuestro pueblo-ciudad un abolengo socio-cultural que nos valora la ciudadanía. Tal vez una heredad que haya que rebuscarla históricamente.
 “La pasión según sancocho”, “El amor de los cuatro coroneles”, “La barba nomás”, “Salto atrás” entre muchas otras obras fueron llevadas a escenas con nuestros propios impulsos, con las enseñanzas que nos íbamos dando en sentido colectivo “todos aprendíamos de todos”. Nadie tenía la ocurrencia ni los humos de diva o primer actor-protagonista. Las tareas quedaban repartidas a partir de una lógica comunalizada: Lo mismo que armar y pintar la escenografía, salir a vocear por las calles en un carro con una corneta en el techo lanzando volantes y estar a la hora para los ensayos. Llenamos un exquisito tramo del teatro en Carúpano.
Una página de nuestra historia regional que no es posible eludir. Auguramos que la presente insurgencia generacional vuelque su mirada hacia esos trazos escénicos que nos propusimos y alcanzamos, para que les sirva quizás de pivote o referente; lo menos que anhelamos en nuestra carupanidad.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario