martes, 28 de junio de 2016



Educación: esencia del disenso fértil
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Desde siempre, la  humanidad ha reconocido y valorado a la educación como una necesidad intrínseca y natural de los seres humanos.
Ha sido suficientemente estudiado que la educación  constituye un exquisito fenómeno subjetivo y social que se posibilita únicamente entre humanos. El resto de los animales se adiestran, es decir: responden y  se hacen sumisos a los designios de la diestra de alguien.
La educabilidad adquiere  pleno sentido sólo entre humanos; porque si nos educamos abrimos nuestras mentes; motivamos, promovemos y alentamos las conciencias individuales y societal.
Para crear y recrear conocimientos la educación comporta un aliado exquisito; además, define con absoluta determinación nuestro modo de ser, de aprehender la realidad, de buscarle explicaciones a la vida en tanto múltiple  rizoma existencial. Luce un discernimiento filosófico, cierto, pero así exactamente es.
Van aparejadas la educación y la libertad, son dimensiones siamesas;  sin la menor posibilidad de separación, porque una y otra se requieren, se necesitan, se complementan vitalmente.
 Un proceso educativo sin libertad vendría a ser poco menos que una aberración.
A lo primero que le echan mano los regímenes totalitarios, con intención de reproducirse, es  a la educación; poniendo como excusas las manoseadas reformas, que no lo son.
Determinantemente, todo proceso de enseñanza-aprendizaje debe observar como base sustentadora la Libertad de  ser, pensar,  decir y actuar. Lo contrario es adoctrinamiento (indoctrinación), contaminación ideologizante.
Las sociedades modernas abominan de las formas dogmáticas propias de algunas estructuras políticas-partidistas, que privilegian y exigen de sus conmilitones  conductas inmutables. Les imponen predisposiciones a  callar, a volverse una nadería; a cerrarse  ante las evidentes realidades. Llegan incluso, quienes así se comportan, a socializar idioteces.
Los practicantes  de los totalitarismos aspiran hacer pasar sus conceptos, construidos con añagazas, como grandes verdades. Y de lo que se trata es de tramposas categorías, irrespondidas, vueltas prescripciones que se imponen y asfixian.
Los exégetas de los totalitarismos quienes dicen pensar la educación han utilizado el ardid que para estos casos teoriza el filósofo de Eslovenia, Slavoj Zizek “hay que hacer pasar la  experiencia ideológica, pero que nunca parezca como ideología, que concurra con un fuerte sentido simbólico. Que la ideología siga allí operante. Que todo esté mediado por la política, por la ideología, hasta la Ciencia que aspira ser impoluta”

Qué nos queda por decir..? Que con ese ímpetu depredador, poco les importa  arremeter contra todo vestigio de Democracia; de atropellar de cualquier forma y en todo momento algún asomo de ideas antagónicas a sus despropósitos.
Aspiran al aniquilamiento progresivo de las Universidades (no es una ingenuidad de su parte), vulnerar el espíritu natural de las contradicciones humanas,  acabar con la autonomía y las libertades de los espacios que generan y legitiman conocimientos.

Intentan poner de rodillas a La universidad donde aflora el pensamiento plural y el intercambio de valores; precisamente la dimensión axiológica de los seres humanos: la Libertad, entre otros,  exaltado como valor primigenio. 

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