ESTOPA
EN LA GARGANTA
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana
de la Lengua
En los tiempos
que transcurren resulta impensable que alguien, por bastante osado que llegue a
ser, pueda convocar (tal vez contaminar) a una multitud con sus ideas
totalitarias y salir ileso.
Aunque la
humanidad venga de padecer los horrores del holocausto, las
conflagraciones mundiales, las excentricidades de los “iluminados, quienes se
dicen ungidos para rescatar a la especie humana y re-crear un “hombre nuevo”;
aún persiste en cualquier latitud el germen larvario de los regímenes atroces,
sin mayores disimulos, que violentan y persiguen hasta la aniquilación de la condición y la dignidad humana.
A pesar de las contenciones jurídicas que los
conciertos de países pactan y arreglan para someter los ímpetus deleznables,
los detentadores de la ignominia política consiguen resquicios para regustarse al
percibir que hay una “masa poblacional” que le prodiga adoración perpetua, in
extremis. Dispuesta a entregar su vida en aras de concretar un ente centralizador, que hegemonice la
existencia de los ciudadanos, sus actuaciones por mínimas que parezcan.
Los distintos
estudios que aproximan una taxonomía de la categoría Totalitarismo coinciden en algunas características indispensables
para que propiamente logremos la calificación de un sistema socio-político de
este tipo: cuando el Estado tiende a regimentar todo cuanto representen las relaciones sociales, que se suponen
pertenecen más al orden de los ciudadanos. Al punto de hacer dependiente la
civilidad de modo absoluto. Por añadidura el Estado ostenta rango preeminente
tanto en el plano axiológico (los valores sociales serán siempre en función de
la preservación de los intereses estatales), como en la estructura de la sociedad, inclusive en los designios de
cada individuo en particular. Lo que Foucault estudió en la década del setenta
como el biopoder hoy en día va haciéndose, en nuestro país más
evidente. La vida y lo viviente constituyen los retos de las luchas políticas
en la Venezuela contemporánea. Ha venido este régimen haciendo uso de los manuales de medios típicos
para el control ciudadano: acortamiento de las libertades, abierta o
sibilinamente, de expresión, de información, taponar con crudeza y sin
escrúpulos bocas y oídos para que no digan, para que no escuchen. Obturar las
conciencias. Constreñir las libertades en el ejercicio de la educación, de la
propiedad privada, de producción, de
comercio, de decisión de movilidad, de la participación social en condición de
ciudadanos independientes. Todo en nuestro país pretenden sellarlo con los
tintes de partido único, oficializado, a cuyo frente se construye la figura de
un “jefe absoluto” con poderes ilimitados, siendo él mismo el superior
jerárquico de la estructura estatal. Lo anterior anudado bajo la estricta
vigilancia de un cuerpo civil-militar con una lógica y discurso cuartelario,
aterrorizante; con la finalidad de asegurar la imposición sectaria de una
ideología.
Los planos
trazados por regímenes de idénticos talantes en el mundo nos permiten
discernir la cartografía en ciernes para
preservarse ante cualquier contingencia. Que con seguridad vendrá. Tan pronto
como los pueblos dejen a un lado las cargas de temor y se dispongan a hacer
justicia por las muchas tropelías soportadas, por tantas actitudes ominosas
padecidas. Habíamos pensado que con el derrumbamiento del Muro de Berlín
también se hacía posible el descalabro estrepitoso de teorías anacrónicas
(comunismos, socialismos de baja ralea, fascismos, totalitarismos, populismos,
militarismos, personalismos, absolutismos, estatismos, y todo ismo que se
atreva a condicionar las libertades humanas) cuyo propósito viene dado para
escindir a los seres humanos, indoctrinarlos de manera imbécil y ubicarlos
forzosamente en posiciones dicotómicas para desatar luego las riendas a
detestables maniqueísmos irreconciliables. La realidad desde siempre ha estado
llena de contradicciones, plena de complejidades, escurridiza para pretender
encerrarla en un sistema socio-político que impone sus propios fetichismos.
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