CONDICIÓN DE
RARA MITAD
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro
de la Academia Venezolana de la Lengua
Al tratar de
comprender el significado ético de la Política en estos tiempos, nos aborda
la perplejidad y la incertidumbre. A la Norma constitucional intentan
acomodarla a sus caprichos, con el mayor
descaro. Tamaña sinvergüenzura se hace indigerible. A la Política la han metido
en una franja oscura, de medias verdades. Han vuelto impenetrables los
escenarios para discernir lo Político hoy. La torsión descarada que pretende
darle el oficialismo a toda regla social
o jurídica es común y corriente, y legitimada
con la mayor naturalidad, con displicencias, tan rampantes.
Estamos
viviendo en una especie de Estado de excepción permanente. Lo cual tarde o
temprano cobrará sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades
activas como para los silencios cobardes. Se ha resucitado esa enigmática
figura del Derecho Romano arcaico, el Homo
Sacer, que designa al hombre cuya vida vale muy poco, o casi nada. Y que su
liquidación civil no constituye delito
alguno. Lo que Agamben denomina “la nuda vida” o (vida desnuda); porque es la existencia
humana despojada de todo valor político, de civilidad alguna. Arrancarle a la gente todo sentido ciudadano y encuadrarla en un
redil militaroide. Con cualquier añagaza jurídica aspiran taparlo todo. Aspiran que los contenidos constitucionales,
que tuercen a sus antojos, le legitimen todo.
En
cualquier intersticio está la lupa oficialista para ejecutar “las
biopolíticas contemporáneas” (Foucault,
dixit); es decir, un control político sobre nuestras vidas. Para imponerle a la
ciudadanía hasta la manera de sentir y pensar. Nos están conduciendo, a través
de una teoría sombría, a renegar de nuestra condición de ciudadanos, y al
tiempo admitir que somos instrumentos dados y aprovechables para los más
disímiles experimentos sociales e ideológicos. Los aparatos tradicionales de
control y de sometimiento están
conectados a mecanismos paraestatales con asistencia, asesoría y la descarada intromisión
del gobierno cubano; que persiguen, apabullan, y aspiran despojar a los individuos de todo Derecho
y posibilidad jurídica. Hay una paradójica disposición a justificarlo todo
dentro de la Constitución
y las leyes, aparejado a la genuflexa entrega de la mayoría de los poderes del
Estado. Es una rara mitad. Tejen un clima ambiguo para conculcarle los derechos
a la gente al amparo aparente de la Constitución y las leyes.
Esto no es
socialismo; por cuanto, precisamente, el
Socialismo delezna de las sociedades estatistas, donde las decisiones se
imponen desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de funcionarios del
gobierno o de los cuadros de vanguardias que se autoreproducen. Menos aún,
porque el socialismo rechaza como suyas las improntas populistas o militaristas.
Además socialismo no es totalitarismo: la supresión radical por parte del poder
de las actividades de los ciudadanos
libres para mirar y valorar al mundo.
El desarrollo
por definición requiere del
reconocimiento y respeto de las diferencias. Por qué, porque los seres humanos somos diferentes y tenemos distintas y muy variadas
necesidades y habilidades.
Hoy no vale la
pena desempolvar rancias nomenclaturas con la intención de reetiquetar las corrientes
del pensamiento: o eres de derecha o de izquierda. Eso hace rato que se superó,
por cuanto constituye experiencia de lamentable recordación.
El asunto,
diríamos entonces, no se trata de una recomposición de la cartografía de las
categorías sociopolíticas (de izquierda, del centro, de la derecha) sino
reconocer definitivamente el valor sustantivo de los seres humanos en la
sociedad de que se trate. El asunto estriba en reivindicar a la ciudadanía sin
expropiarle su integral condición. La vertebración a través de la cual debe
discurrir la aspiración natural de los ciudadanos es su absoluta libertad.
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