Endeble disfraz de usurpador.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua.
abrahamgom@gmail.com
Ha quedado demostrado, en suficientes estudios, que un complejo de
superioridad pesquisado en alguien no es más que la supuesta armadura, que cubre lo que ese fulano desea
tapar.
En cualquier campo de la vida diaria, sobre todo en el ámbito de la
política, usted consigue ejemplares que se
odian a sí mismo; que se rechazan,
y por lo tanto inventan cosas: gestas heroicas, donde estos personajes figuran como invariables protagonistas.
Viven alimentándose el ego, directamente o a través de sus aduladores
de oficio. Porque están siempre desesperados para tratar
de destacarse como “alguien diferente”.
Les aterra perder el control absoluto de todo y sobre todos. Luchan
por figurar como centro de la cotidianidad. Y si usted los observa con cuidado y detenimiento,
percibe que, aunque en sus caras y
palabras refieran algún asomo de
seriedad o seguridad, constituye, en el fondo del asunto, únicamente una fachada; porque se saben detestados por todos;
inclusive hasta por sus propios cortesanos.
Hay muchas psiquis estropeadas dirigiendo un régimen que ha llevado al
descalabro, en dos décadas, al otrora
país más rico y próspero de Latinoamérica: nuestra amada Venezuela.
Las personas de quienes estamos describiendo tales características son
enfermos, ciertamente.
Digamos otra vez: se saben rechazados; por lo que imponen
a sus adláteres sumisión, genuflexión y miedo.
La historia de la humanidad ha padecido, y con consecuencias
catastróficas, sujetos con tales
diagnósticos. Y entre lo peor, que no es mera coincidencia, arrastran en su perturbada
personalidad la siguiente tríada: megalomanía
aliñada con paranoia y ambas coligadas con narcisismo. Son unos disfraces que
han atormentado a nuestro país.
Sin embargo, dejamos sentado, porque lo que estamos percibiendo mediante las multitudinarias manifestaciones populares,
que a los detentadores del régimen ya les ha comenzado a correr por el espinazo los sudores del miedo
y la desesperación. Exteriorizan su debilidad indisimulada.
Expresamos, llenos de entusiasmo esperanzador, que el pueblo
venezolano ha encontrado una expedita y
pacífica solución, dentro del marco de la
Constitución Nacional, para deslastrarnos de la satrapía que
sucumbió a nuestra Nación en caos y
miseria.
Como analogía socio histórica, hemos apelado a la figura del Cabildo
Abierto; cabalmente con asidero en el
artículo 70 de nuestra Carta Magna.
El Cabildo Abierto, a través
del cual se concita la participación libre, voluntaria y espontánea de la
ciudadanía democrática venezolana para
posibilitar el ejercicio de la soberanía del pueblo; en concordancia con el
artículo 5, que le confiere la condición de intransferible.
Bastantes compatriotas se han venido preguntando, por qué la vía de
los Cabildos Abiertos.
La respuesta es la misma; por cuanto constituye el instrumento
jurídico-político expedito para darle fortaleza popular a las inminentes
decisiones que pronto se tomarán; y garantizarle al presidente de la Asamblea
Nacional, Ing. Juan Guaidó, suficiente
plataforma de sostenibilidad constitucional para las futuras determinaciones,
conforme a los artículos 233 y 333 de nuestra Norma Suprema.
Así además, para cumplir, en una acotación temporal muy breve, con la
ruta de reconquista del orden
democrático y de reinstitucionalización en Venezuela.
Hoja de ruta que queda sintetizada de la siguiente manera: Desalojar
al usurpador de Miraflores, la conformación de un gobierno de transición y
llamar en lo inmediato a elecciones libres y transparentes.
Se hace imprescindible la absoluta recomposición del Estado, como un
todo; que es mucho más que un gobierno deleznable que ya está en sus
estertores.
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