domingo, 20 de enero de 2019




       Endeble disfraz de usurpador.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la  Lengua.
abrahamgom@gmail.com


Ha quedado demostrado, en suficientes estudios, que un complejo de superioridad pesquisado en alguien no es más que la supuesta  armadura, que cubre lo que ese fulano desea tapar.

En cualquier campo de la vida diaria, sobre todo en el ámbito de la política, usted consigue ejemplares que se  odian a sí mismo;  que se rechazan, y por lo tanto inventan cosas: gestas heroicas, donde estos personajes  figuran como invariables protagonistas.

Viven alimentándose el ego, directamente o a través de sus aduladores de oficio. Porque están siempre  desesperados para   tratar de destacarse como   “alguien diferente”.

Les aterra perder el control absoluto de todo y sobre todos. Luchan por figurar como centro de la cotidianidad. Y si  usted los observa con cuidado y detenimiento, percibe que,  aunque en sus caras y palabras refieran algún  asomo de seriedad o seguridad, constituye, en el fondo del asunto, únicamente una  fachada; porque se saben detestados por todos; inclusive hasta por sus propios cortesanos.

Hay muchas psiquis estropeadas dirigiendo un régimen que ha llevado al descalabro, en dos décadas, al  otrora país más rico y próspero de Latinoamérica: nuestra amada Venezuela.

Las personas de quienes estamos describiendo tales características son enfermos, ciertamente.
Digamos otra vez: se saben  rechazados; por lo que   imponen a sus adláteres sumisión, genuflexión y miedo.

La historia de la humanidad ha padecido, y con consecuencias catastróficas, sujetos con  tales diagnósticos. Y entre lo peor, que no es  mera coincidencia, arrastran en su perturbada personalidad la siguiente  tríada: megalomanía aliñada con paranoia y ambas coligadas con narcisismo. Son unos disfraces que han atormentado a nuestro país.

Sin embargo, dejamos sentado, porque lo que  estamos percibiendo mediante  las multitudinarias manifestaciones populares, que a los detentadores del régimen ya  les ha comenzado a  correr por el espinazo los sudores del miedo y la desesperación. Exteriorizan su debilidad indisimulada.

Expresamos, llenos de entusiasmo esperanzador, que el pueblo venezolano ha  encontrado una expedita y pacífica  solución, dentro del marco de la  Constitución Nacional,  para deslastrarnos de la satrapía que sucumbió a  nuestra Nación en caos y miseria.

Como analogía socio histórica, hemos apelado a la figura del Cabildo Abierto; cabalmente con asidero en el  artículo 70 de nuestra Carta Magna.

El Cabildo Abierto, a  través del cual se concita la participación libre, voluntaria y espontánea de la ciudadanía democrática venezolana  para posibilitar el ejercicio de la soberanía del pueblo; en concordancia con el artículo 5, que le confiere la condición de intransferible.

Bastantes compatriotas se han venido preguntando, por qué la vía de los Cabildos Abiertos.

La respuesta es la misma; por cuanto constituye el instrumento jurídico-político expedito para darle fortaleza popular a las inminentes decisiones que pronto se tomarán; y garantizarle al presidente de la Asamblea Nacional,  Ing. Juan Guaidó, suficiente plataforma de sostenibilidad constitucional para las futuras determinaciones, conforme a los artículos 233 y 333 de nuestra Norma Suprema.

Así además, para cumplir, en una acotación temporal muy breve, con la ruta de reconquista  del orden democrático y de reinstitucionalización en  Venezuela.

Hoja de ruta que queda sintetizada de la siguiente manera: Desalojar al usurpador de Miraflores, la conformación de un gobierno de transición y llamar en lo inmediato a elecciones libres y transparentes.

Se hace imprescindible la absoluta recomposición del Estado, como un todo; que es mucho más que un gobierno deleznable que ya está en sus estertores.




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