Calle sin retorno, ¿Por qué no?
Dr.
Abraham Gómez R.
Miembro
de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
La historia nos ha entregado
suficientes testimonios, para aleccionarnos lo que debemos poner en práctica. Las
circunstancias nos conllevan a replicar, tal vez con idénticos resultados, escenas
ya vividas por otros pueblos.
La anterior reflexión viene dada a
propósito de las estrategias diseñadas, hasta ahora, por el presidente interino,
Ing. Juan Guaidó, con sus asesores directos, para encarar, con contundencia, la
situación calamitosa que padece, sin misericordia alguna, la población
venezolana.
Cuando revisitamos, documentalmente, tragedias
similares, causadas por regímenes totalitarios uno llega a preguntarse: cómo
hicieron esos pueblos para salir y execrar tales ignominias. Y en los análisis,
con perspectivas de solución, nos hacemos recurrente la interrogante: si en
aquéllos resultó, luego de una determinación solidaria, donde todos los
demócratas se juntaron, unívocamente; por qué no podemos nosotros apelar a iguales mecanismos.
Apenas referiré dos ejemplos, muy
recientes, que evidencian lo que son capaces las sociedades enardecidas, que
luchan y procuran reencauzar mejores destinos, con líderes auténticos.
La Primavera Árabe constituyó una
sistemática manifestación de gestas libertarias, reivindicativas de verdaderos estados
de derechos, que abarcó a varios países; cuyos gobiernos autoritarios habían
devenido en dictaduras atroces, perpetradoras de todo tipo de persecución y
conculcación de los Derechos Humanos.
Comenzó, la también conocida
Revolución Democrática Árabe, en Túnez, en el año 2010, cuando la policía
arremetió, sin ninguna justificación o causa contra un vendedor de frutas.
Bastó ese hecho brutal para que los pueblos unidos se encolerizaran, salieron a
las calles y no regresaron a sus hogares, sino diez días después, hasta que se
produjo el derrocamiento de la satrapía de Bouazizi, que los hostigaba, apoyado
por militares corruptos y llenos de todo tipo de vicios.
El mundo árabe hizo suya y propia la
gesta de los tunecinos; y así fueron cayendo regímenes crueles: en Egipto
millones de personas se instalaron en las principales avenidas de las ciudades
más importantes de esa nación, y vieron derrumbarse a Mubarak que llevaba
treinta años hostilizando la dignidad.
Los libios patentizaron el ejemplo;
se alzaron en las calles contra Gadafi, quien los pisoteó por cuarenta y dos
años.
La prensa internacional, con anterioridad
a la caída del régimen y luego del asesinato de Gadafi, publicaron serios
escritos, donde se acusaba a Gadafi de múltiples casos de secuestros,
violaciones, torturas y diversos escándalos sexuales cometidos durante su
gobierno.
Cuando las sociedades se deciden a
ser libres e independientes se vuelven indetenibles. Esa es la razón
fundamental por la que el mundo celebró los movimientos libertarios y
democráticos, (La Primavera Árabe), sin precedentes en: Siria contra Al Assad;
en Yemen frente al despotismo de Saleh, que fue depuesto; en Argelia quedó sentido
Buterflika, quien renunció el dos de abril de este año. En Omán fue desplazado
del poder Al Said; en Bahréin la sociedad no quiso saber más nada de Al Jalika;
y en Jordania, sacaron por la fuerza al tirano, primer ministro Rifai.
Otro caso, para la historia, lo acabamos
de presenciar en Puerto Rico, cuando Ricardo Rosselló anunció su renuncia como
gobernador de ese país, al expresar que no estaba en condiciones de mantenerse más tiempo al frente de la jefatura
del Estado, después que un levantamiento popular extraordinario y un proceso de
destitución dio al traste con su gobierno.
La abrupta caída de Rosselló ocurrió luego
de más de una semana de fervientes protestas públicas, en las calles, que
exigían su salida.
En la capital de Puerto Rico, San Juan,
los manifestantes se hicieron presentes a pie, a caballo e incluso en botes,
lanchas, motos y vehículos de todo tipo.
Cuando alguien del gobierno tuvo la
infeliz idea, y declaró que se trataba de una minoría de exaltados; la gente,
en conglomerado multitudinario en las calles, creó espontáneamente una canción
“No somos un grupo pequeño. ¡Somos Puerto Rico!”.
Se ha demostrado que, en los países
con instituciones estables y valoradas sus
funciones idóneamente, hay más tendencia a participar a través de foros productivos.
A apreciar soluciones por intermedio de actividades de pedagogía política.
Nuestra Constitución Nacional
contempla, en tanto Derechos, las manifestaciones civilizadas. Sin embargo, no se
comete delito alguno exteriorizar el malestar generalizado, producto de la cotización
que se sufre, si utilizamos mecanismos de participación directa, como las
protestas callejeras. Lo que ya se conoce en el presente contemporáneo, como”
Calle sin retorno”.
Basta saber si la legítima dirigencia
opositora (no la que funge de oposición, pero la sabemos colaboracionista del
régimen) está en condiciones anímicas para ejecutar medidas de tamaña fortaleza
y repercusión.
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