La vuelta al Delta en todos los corazones de
Julio
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la
Lengua.
La cultura Guarao (Guarao con g en memoria del padre Julio) se ha destacado por su pacificidad.
Familias enteras,
una especie de nación --en término socio-antropológico--, buscaron refugios en
los intersticios y recovecos de la multitud de los ríos y caños del Delta del
Orinoco.
Admitimos, como razón incontrovertible,
que únicamente los Misioneros Capuchinos lograron establecerse, en actos de convivencia y
cooperación, en territorio de esta etnia, por muy invivibles que fueran esos
lugares.
Para los misioneros,
por su incansable labor pastoral de legar amor a sus semejantes, nunca hubo ni
encontraron parajes inhóspitos ni momentos escabrosos. Su corazón marcaba la pauta
devocional, y Julio obedecía en inmarcesible acto reverencial.
Por imposición de su
cultura ancestral y milenaria, tradicionalmente, nuestros aborígenes vivían, en
estos espacios naturales de la recolección de frutas y del múltiple
aprovechamiento del moriche: árbol de la vida. Y ciertamente que siempre ha
sido así.
La agricultura, tal
vez, constituyó la primera “estrategia” comunal introducida por los
evangelizadores.
Otra actividad que les
confiere suficiente arraigo en un sitio específico es la pesca, mientras que la
caza siempre ha sido muy reducida.
Los Capuchinos
animaron a la etnia a conformarse en núcleos poblacionales, de cierta
consistencia demográfica; con la finalidad de que entre todos –mediante un hermoso
esfuerzo conjunto-- pudieran resolver y satisfacer sus necesidades
existenciales, con sentido comunal.
El Padre Julio fue un
promotor y fundador de bastantes conformaciones poblacionales en nuestro Bajo
Delta. Mencionemos a propósito a la comunidad de Ajotejana: su creatura predilecta y quizás la preferida.
Deseo afincarme para
los efectos de este breve relato, en homenaje al padre Julio Lavandero Pérez,
en lo que siempre resultó una pasión inescurrible: la estructura
morfosintáctica, fonética-fonológica y léxico-semántica del idioma de los
guaraos.
! Cuántas horas dedicadas a escucharlos, a
intercambiar signos lingüísticos, a asimilar los vocablos que denotan específicamente
unas cosas; pero que al tiempo connotan otras.
Con seguridad, una muy
buena parte de su intelecto y de su corazón lo ocupó la indagación detallista
de cómo los Guaraos construían los actos de habla; así también, la utilización
versátil de la lengua para decir y hacer; su manera de designar la realidad
y comunicarla.
El padre Julio fue un
estudioso incansable de que los Guaraos poseen su particular modo de objetivar
las cosas, de aprehenderlas y darles significados.
En bastantes ocasiones
me señaló, con autoridad de quien sabe lo que dice: el idioma Guarao no es
contradictorio con el castellano o español. Sentenció algo más: ambas lenguas guardan
algunos elementos de entroncamientos filológicos.
El Guarao ha tenido, por
milenios, una hermosa cultura que se expresa, esencialmente, desde la oralidad.
El padre Julio rechazó
la tesis peregrina que califica a los recursos expresivos de nuestros Guaraos como una derivación dialectal, para aproximar una comunicación –más a o menos
apreciable—de este grupo humano. Tal teoría lingüística no resiste el menor
análisis.
Quienes disfrutamos
los asuntos idiomáticos fundamentalmente de los actos de habla, reconocemos los
enjundiosos trabajos de investigación de arqueología social de nuestro
Reverendo Julio Lavandero Pérez. A los resultados de sus disciplinados y
aquilatados estudios nos sometemos
El Padre Julio, toda
una vida en estas tierras, nos ha enseñado a partir de sus indagaciones
gramaticales, que el Uarao y el Castellano responden y provienen de sistemas
culturales diferentes; no obstante, complementarios entre sí.
El admirado padre
Julio, quien se desempeñó como miembro correspondiente por el Delta del Orinoco
en la Academia Venezolana de la Lengua, había nacido el 14 de agosto de 1930,
en Casar de Periedo, en la Cantabria española de entonces.
El insigne escritor deltano, d. José Balza,
Individuo de Número, el reconocido d. Horacio Biord
Castillo, presidente de nuestra Academia Venezolana de la Lengua y quien escribe continuamos tributando
respeto absoluto a la obra imperecedera del padre Julio.
Su otro corazón, la vocación
para el sacerdocio pudo haber sido estimulada por la condición de disciplinados
practicantes del catolicismo de sus padres, Julio y Joaquina, quienes
conformaron una prolija familia de 12 hijos.
Fijémonos en este
detalle destinal: sin haber terminado su carrera sacerdotal -- le faltaban,
según nos relató, dos años denominados de Elocuencia Sagrada-- por urgencia
fundacionales vino al Delta, a cumplir su misión pastoral en el recién creado
Vicariato de Tucupita.
Se le abría, con motivo de tan espléndida circunstancia, un abanico de posibilidades para sus diversas manifestaciones. Hacía de todo: oficiaba misa, promotor de las fiestas patronales, marinero de las curiaras de la parroquia, enfermero, organista de la Iglesia San José, fundador de varias instituciones escolares, escritor e investigador cultural; en el Concejo Municipal de esta entidad ofreció aclamados recitales de música venezolana, como cantante lírico. Creador de la cátedra y profesor del idioma Guarao en el Instituto Universitario de Tecnología de Tucupita. Agreguemos a su tesonera labor por la Deltanidad un larguísimo etcétera.
Varios corazones
repartidos en tantas tareas.
El padre Julio, en
amena conversación, tuvo la ocasión de re-crearme una extensa parte de su vida;
dedicada, plena y absolutamente al Delta y su gente.
Nos detalló, casi que como una expresión premonitoria: “Deseo que me recuerden, como un misionero que Dios envió para acá, por intermedio de sus superiores. Yo me entregué a este apostolado con obediencia. Sabes por qué. Porque los que obedecen no se equivocan, si los que mandan lo hacen obedeciendo la Ley de Dios.”
“La vocación es un
proceso, que comenzó en mí desde que era niño, y que ha ido creciendo; y como
proceso continúa todavía. Pues, aún estoy en ese proceso vocacional. Porque uno
es una persona humana, siempre hay amenazas, peligros, tentaciones, luchas…”
“Ya dije, mi vocación
viene desde niño, entregada de por vida. Nunca pensé en retirarme; y cuando yo
vine al Delta, vine de por vida. He recorrido todos los caños. En todas las
comunidades me conocen. He prestado mis servicios como misionero…”
“Toda mi vida me he
apoyado en Dios y en mi Fe, y en algunas cosas que he aprendido. Dios es el
único guía y destino que tiene uno el misionero. Dios es el compañero continuo
en la vida del misionero.
Gracias a Dios, por
haberme dado la honra de mantener, muchos exquisitos diálogos con el padre
Julio. La mayoría de estas
conversaciones las entablábamos, simultáneamente a sus labores de cada día, en
la Casa Parroquial.
Recuerdo que, ya cuando
estábamos concluyendo, una de esas tertulias, le expuse. Padre Julio, los
reconocidos escritores siempre tienen una palabra que los identifica; que
adquieren mayor uso en su particular constelación vocabular, que parecen una
carta de presentación. Otros términos, por el contrario, quedan a un costado,
jamás los pronuncian, permanecen escurridos, nunca mencionados.
En tal sentido, le
habíamos solicitado al padre Julio
pensar en la palabra más difícil en su vida, y la que le ha sido,
relativamente, más fácil.
Nos dijo, esa vez, con
firmeza y marcada determinación: “La palabra más difícil para pronunciar es la
fidelidad. Ser fiel durante toda la vida; y la más fácil, ir por la vida, como
los pajaritos., como lo decía y hacía San Francisco”.
Padre Julio, entonces
me atreví a insistir, qué parte de su vida ocupa el Delta.
“El Delta del Orinoco
está en todo mi corazón”
No hay comentarios:
Publicar un comentario