sábado, 17 de julio de 2021

 Enfermedades de transmisión textual


Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Cada vez se hace más visible e  insoportable leer aunque sea una sencilla frase, un breve párrafo, y tropezarse --inevitablemente con alguna “horrorosidad”. Uno queda espantado con tanto desparpajo.
Genera tristeza y vergüenza escuchar a alguien, a quien suponemos formado para expresarse adecuadamente, cometer cualquier cantidad de galimatías y deslices en la pronunciación de las palabras.
Tampoco pedimos que haya un permanente ejercicio de erudición y manejo de exquisiteces gramaticales.

Ciertamente, La población no tiene por que hablar  o escribir como determinan las Academias. 
Estas instituciones han sido creadas para describir hechos lingüísticos; prescribir el uso correcto (y normatizar sin imponer) y  proscribir al captar las distorsiones morfosintácticas, o  cuando este organismo entra en sospecha que hay  alejamientos en los actos de habla o en el uso adecuado de la  lengua. Dígase, de lo que hemos  legitimado  como cuerpo social, para que dé  siempre esplendor a nuestro idioma.
Tal vez valga un sencillo ejemplo, para clarificar en este asunto: así como cuando nos disponemos a conducir un automóvil en vía pública; asumimos a conciencia que hay reglas y normas preestablecidas que debemos acatar, respetar y obedecer para que el tránsito fluya; y no seamos,  precisamente, nosotros por torpeza, impericia o atrevimiento quienes provoquemos accidentes  funestos   con   pronósticos reservados.
La lengua es una entidad social y posee, de modo implícito, sus propias normas y desenvolvimientos. 
Entonces, La persona escoge si quiere escribir o hablar al garete. El  hablante  decide en  su libre albedrío cómo quiere conducirse lingüísticamente. 
Su comportamiento debe atenerse, entonces, a las críticas consecuenciales. Es su determinación expresiva para bien o para mal.

Suficiente  gente, por ignorancia o quizás de mala fe, intenta calificar de cómplices  a los medios de comunicación, a la Red de redes, a los distintos  sistemas tecnológicos Multimedia;  por cuanto, según ellos, facilitan que los usuarios cometan errores garrafales, insoportables, al hablar o escribir.
La anterior teorización resulta inadmisible; porque,  es como si calificáramos de arma mortal  al bisturí por alguna mala praxis cometida con este instrumento, dentro o fuera del quirófano.
Parece imparable ( y con serio efecto contaminante) esta ola expansiva; ya incorporada en individuos como su manera natural de decir, hacer y ser. 
Los textos orales o escritos  --productos de tales prácticas lingüísticas-- develan signos y síntomas de una patología mucho más acendrada.
El juego de palabras con doble sentido y  con pésima estructura redaccional;  los comentarios que leemos en la Red, rayanos en vulgaridades se han vuelto una plaga. Un "asesinato" a nuestro idioma
 Quienes se hacen nombrar políticos (o con eufemismo “luchadores sociales”) recurren al vocablo soez para añadir fuerza a lo que dicen o para compensar su limitado vocabulario y su precariedad discursiva. Igualmente, en el mundo del espectáculo (en una  especialización actual llamada talk-comedy) los humoristas se valen de “palabrotas”, pronunciadas forzosamente y chistes subidos de tono para entretener al público. Cada quien escoge la vía y contenido para hacerse sentir.
Todavía resuena aquella   hermosa expresión de Heidegger “La lengua es la morada del ser”;  con la cual nos ha querido señalar, desde siempre, que la base sustantiva  de lo que eres   reside en el uso que hagas de la lengua, hablada o escrita. 
Cada ser humano define su esencia de lo que es a partir de la constelación del vocabulario que defina y sea  capaz de desarrollar, de comunicar: lenguaje escrito, gestual, oral, de los cuales dependen las expresiones educativas, artísticas, científicas, económicas, filosóficas, deportivas.

La lengua aloja a nuestro Ser porque todo lo que decimos o hablamos reside en nuestros pensamientos. 

viernes, 3 de noviembre de 2017



Todos los caños habidos y por haber.
(En memoria del escritor deltano Humberto Mata)
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Bastante comprensible es que una persona, por muy buenas intenciones y disposiciones que tenga, en toda su vida no llega a conocer o recorrer los innumerables y vastosísimos caños de nuestro Delta.
Por una razón sospechada desde siempre: los deltas nunca terminan de hacerse.

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