sábado, 25 de diciembre de 2021

 

Guayana Esequiba: ¿obligantemente ante la Corte?

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 Miembro de la ONG “Mi mapa de Venezuela”

 

El  Alto tribunal de la Haya – como ya se sabe— el 18 de diciembre del año pasado, admitió su jurisdicción y competencia ( en una resolución rara, pero inevadible) para proceder a conocer forma y fondo en este pleito, conforme a la demanda, contra nuestro país,  interpuesta por Guyana; cuya pretensión procesal (contenida en su petitorio) resultará fácilmente desmontable para la delegación venezolana, si  se determina nuestra  comparecencia y hacernos parte del juicio; por cuanto, hasta el día de hoy, la excolonia británica  no posee el menor asidero histórico, cartográfico, ni jurídico de lo que en el escrito solicitan a la Sala Juzgadora de la Organización de las Naciones Unidas.

A pesar de que nuestro país, como Estado-Parte, no ha dado su consentimiento para que se lleve adelante tal Proceso jurídico; mucho menos haber suscrito –con antelación- cláusulas compromisorias de obligación; esta acción de juzgamiento no se paralizará por ausencia de alguna de los concernidos directos. Y que incluso, de acuerdo con el artículo (53) del Estatuto de la CIJ, puede llegar a haber resolución sentencial, así alguna delegación no se haga presente.

Por supuesto, para resolver en ausencia de alguna representación estatal –porque invoque no comparecencia --antes debe la Corte examinar –muy bien— los contenidos de los artículos 36 y 37 de su propio Estatuto, para asegurarse “de que la demanda está bien fundada en cuanto a los hechos y al derecho”.

Cuando tuvimos la ocasión de recorrer el país –en casi todas sus universidades—dictando la conferencia, “Guayana Esequiba: litigio histórico y reivindicación en justicia”, nos agradó el inmenso interés que la mencionada controversia ha despertado y concitado en bastantes sectores de la población venezolana.

Como nunca, la gente desea explicaciones sobre lo acaecido, en contra de Venezuela, el día 03 de octubre de 1899, y suscrito en la írrita y nula resolución, denominada Laudo Arbitral de París.

Hemos venido haciendo –con detenimiento y objetividad-- en cada exposición discursiva un análisis crítico del vil despojo del cual fuimos víctima hace más de un siglo, mediante la citada tratativa perversa de talante político-diplomática, por parte de los imperios de entonces.

En casi todos estos intercambios de opiniones en las universidades y otros organismos o a través de la red y los medios de comunicación se nos hace la misma pregunta: ¿Por qué estamos obligados a discernir con la contraparte por ante la Corte Internacional de Justicia?

La respuesta que ofrecemos resulta invariable. Porque exactamente ha sido esa la estrategia (como una especie de emboscada jurídica) que siempre estuvo jugando Guyana.

Sus asesores: el iraní Payam Akhavan y el excanciller guyanés Shridath Ramphal les han recomendado que, habiendo llegado la contención a la CIJ, deben mantenerse en ese escenario, con la aviesa intención de procurar una sentencia rápida y sin más dilaciones, que les favorezca. Agréguese allí una “ayudita” de algunos países y otros entes, caso de la Commonwealth y Caricom.

Suficientemente es sabido que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) convocó, para actos por separados, a las delegaciones o coagentes de Venezuela y Guyana; configuradas ambas naciones como Partes en litigio en la controversia sostenida por la Guayana Esequiba.

Para el día 08 de marzo del 2022, le corresponderá comparecer a la representación de la ex colonia británica para que exponga, con carácter de ratificación ( si es el caso), los alegatos de su demanda.

Guyana volverá a pedir en su Pretensión Procesal que la Corte ratifique que el citado Laudo constituyó una “liquidación completa, perfecta y definitiva” de todas las cuestiones relacionadas con la determinación fronteriza. En otras palabras, aspiran que el Alto Tribunal de La Haya sentencie como Cosa Juzgada (res judicata) con base en los hechos que narra en su escrito la contraparte guyanesa, sumamente interesada y a su conveniencia.

Los gobiernos ingleses y guyaneses que han ocupado 159.500 km2, la séptima parte de nuestra soberanía por el costado este; fundamentalmente, a partir de Burnham hasta el presidente actual Irfaan Ali, en la obsesiva búsqueda de invocar la denominada Prescripción Adquisitiva (darle eficacia jurídica al apoderamiento perpetrado; justificado por el tiempo en que allí han permanecido) sobre la extensión geográfica venezolana que nos arrebataron con vileza.  En esta ocasión, pretenden que sea la Corte que   falle a su favor.

 Frente a la interposición incoada en contra nuestra que está conociendo, como Proceso jurisdiccional, la Corte Internacional de Justicia, ¿qué debemos hacer?

Prestemos atención a lo siguiente. Primero, para que quede claro, es una decisión de Política de Estado; por cuanto, la presencia de la delegación venezolana en la Corte la determina–únicamente-- el presidente de la República. Sería recomendable que consultara a algunos estudiosos en la materia.

A partir de un hipotético “visto bueno” para comparecer, qué procede entonces. Veamos:  nos correspondería presentarnos el 08 de marzo del año 2023, ante tal entidad sentenciadora; con lo cual estaríamos –de hecho y derecho-- admitiendo su competencia y jurisdicción. Paso siguiente, sería nombrar un juez ad-hoc, que pasaría a incorporarse de pleno derecho a la Corte, en nuestro nombre; procederíamos, consecuencialmente, a consignar el Memorial de Contestación de la demanda. Obviamente, todo lo anterior: nuestra comparecencia o no ante la Corte Internacional de Justicia está condicionada—repito-- a la determinación que sobre el particular tome el Jefe de Estado venezolano, conforme a sus atribuciones contenidas en el artículo (236) de nuestra Constitución Nacional.

Reconocemos que han aflorado en todas las regiones de Venezuela aportes significativos para alcanzar pronto un arreglo “práctico y satisfactorio”, en este pleito.

Tales alternativas pudieron haber resultado elogiables aproximaciones, algunos años atrás, para solucionar el litigio.

A mi modo de ver, las etapas de negociación directa (que no la quiere Guyana), la conciliación, la mediación y el arbitraje prácticamente han sido superadas; porque el asunto controversial escaló a nivel de la Corte Internacional de Justicia; y en ese Tribunal no hacen “arreglos” de los citados tipos; sino que aplican el derecho; y solo, excepcionalmente, por mutuo acuerdo de los Estados contrapuestos, podría dar una solución ex aequo et bono ( actuando por lo equitativo y bueno) ; si las partes así lo convinieren, según el numeral segundo,  artículo 36 del Estatuto de la Corte.

 

viernes, 17 de diciembre de 2021

 


La autonomía universitaria atormenta a las dictaduras

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios de las Fronteras de Venezuela

 

Los procesos socio-históricos, algunas veces, debemos analizarlos y aproximar ciertas interpretaciones   conforme se vayan produciendo   acaecimientos similares, que retrotraen nuestro imaginario colectivo y nos lucen como una “colocación” en escena, una vez más.

Observemos con detenimiento el siguiente hecho: transcurridos trecientos años de la transformación del famoso Colegio Seminario Santa Rosa de Lima en la Real Universidad de Caracas; nos corresponde señalar que, sin dudas, las Reformas Borbónicas cumplieron con los objetivos de dar un nuevo impulso a la economía americana; además incrementar el aporte inevitable al imperio español, y armar un entramado burocrático, aunque rústico, pero rendidor, eficiente y leal.  Sin embargo, también quedaron seriamente comprometidos los intereses de los insurgidos monopolios que habían cogido cuerpo en estas tierras; grupos poderosos que habían estado capitalizando sus ganancias a diestra y siniestra, sin rendirle cuentas a nadie.

 La presencia y control administrativo de España sobre los entes mencionados y su aplicación fue tan arbitraria, que contribuyeron a provocar un clima de resentimiento que fueron echando las bases sociales y políticas para la emancipación de América.

A la descripción anterior hay que sumar, en simultáneo, que las grandes visiones independentistas en este continente se fueron fraguando en el seno de la propia Universidad.

 En la interioridad de las aulas de la naciente Universidad (1721) se configuraron y reforzaron las brillantes ideas   libertarias; a partir de las densas lecturas de los Clásicos por parte   de los preclaros hombres que diseñaron las luchas y estrategias republicanas, las cuales se avivaron, ulteriormente, en los campos de batallas.

La Universidad ha sido permanente faro de luz ductora para impulsar a las sociedades a desatar los lazos opresores.

 Las universidades, y su fuerza de iluminación emancipatoria, han sido causantes de tormentos y mortificaciones a los sátrapas; quienes han pretendido—casi por innatismo—el sometimiento a los pueblos y al acortamiento de la condición de ciudadanía de la gente.

 A los opresores la Universidad libre, irreverente y crítica les causa escozor y dolor punzante.

Una vez más, confieso el inmenso agrado que siento cada vez que seleccionamos el tópico universitario para nuestras reflexiones.

Elucidar sobre los espacios universitarios genera inocultables emociones; de cualquier aspecto de lo que hablemos atinente de la Universidad –en mayúscula, porque enfatizo en su institucionalidad--, en su siempre despierta inquietud y ganas de seguir aportando soluciones. Eso constituye un tributo hermoso de gratitud.

Comencemos por reflexionar, a propósito de la fecha que hoy rememoramos:   la fundación de nuestra UCV.  Por aquel entonces (s.XVIII), la presencia determinante de la Casa de Borbón al trono de España; luego del fallecimiento de Carlos II, el último de los Austrias peninsulares.

Admitimos que, aunque fue Carlos III, quien mayormente emprendió las denominadas Reformas Borbónicas en las posesiones ultramarinas; fundamentalmente, para nosotros, con la creación de la Capitanía General de Venezuela, el 08 de septiembre de 1777; no obstante, el nacimiento de la Universidad de Caracas aconteció el 22 de diciembre de 1721, bajo los designios de Felipe V.

Nuestra excelsa casa de estudios, conocida al principio con la denominación de Real Universidad de Caracas; luego también Pontificia por Bula de Inocencio XIII en 1722.

Nuestra institución universitaria representó el más relevante acontecimiento de todo el período colonial venezolano, comprendido entre los siglos XVI y principios del XIX.

Algunos no se atreverán a acompañarnos en un juicio de tanta monta; sino que preferirían tal catalogación para otros acontecimientos. Por ejemplo, esperar ¿cincuenta y seis años más tarde, la Cédula Real que crea la Capitanía General de Venezuela?

De todas maneras, estamos conscientes --por supuesto-- que ambos hechos sociohistóricos, a pesar de sus distancias temporales son muy complejos.

El primero que reseñamos, con bastante orgullo: la elevación a Universidad Real y Pontificia al hermoso Seminario que recibía a los hijos de las familias pudientes de la Caracas de aquella época. Digamos que   significó principalmente que la sociedad colonial venezolana estaba decidida a ser libre; y la Universidad constituía la plataforma imprescindible de todas las sociedades para alcanzar sus transformaciones.

En este momento celebratorio del tricentenario de su creación, resulta innegable que la Real y Pontificia Universidad de Caracas (nuestra Universidad Central de Venezuela) amalgamó las primigenias ideas de libertad, irrumpió en su debido tiempo para imponer criterios y facilitó las bases estructurantes internas y externas para asumir nuestra condición republicana   a partir del Grito Declaratorio de Independencia, el 19 de abril de   1810.

A la universidad, en sentido institucional, la han pretendido no pocas veces acallar, encriptar; y cuando no han podido someterla han intentado esclerosarla, en su interior.

Además, por lo anteriormente descrito, la universidad ha resistido los embates disparados desde diversos lados. Inclusive han deseado implosionarla con fetiches ideológicos.

Permanentemente, a los regímenes totalitarios les incomodan los ámbitos de la sociedad donde se respire absoluta pluralidad.

Acaso es una exageración mencionar que a los detentadores de los gobiernos de talante militarista les causa escozor cuando en los espacios universitarios se piensa con cabeza propia; donde no se admiten actitudes troperas, ni sargenterías que intenten comandar pelotones, mucho menos en nuestros espacios plurales.

No sólo a los capitostes militares, sino también a los militantes (aplaudidores) de regímenes de opresión, persecución y atrocidades les incomoda la amplitud cómo se debaten y confrontan las tesis, propuestas, y posiciones, en la Universidad.

La indigencia mental que padecen y exhiben los dictadores y sus cortesanos les hacen que vean en cada Docente Universitario un acérrimo enemigo; a alguien a quien hay que combatir; y si no pueden hacerlo doblegar o renegar de sus Principios, lo golpean por sus medios de subsistencia.

 

 

 

 

 

 

 

 


domingo, 12 de diciembre de 2021

 

El eterno carpe diem de nuestro Horacio

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro del Instituto de Estudios de las Fronteras de Venezuela.

 

Desde que nació la genial ocurrencia por parte del más brillante de los poetas latinos, de vivir y disfrutar al máximo todo cuanto la vida te depare para un día o momento efímero, bastó para que a partir de tan preciso instante — y aún hoy—se desanudara en las sociedades una interminable polémica.

Un considerable bastión humano se ubica, solazadamente, del lado más cómodo; que es como decir, aprovechar el presentismo y fugacidad como irrumpen, devienen y declinan las cosas.

Aparejadamente, la repensada expresión horaciana –dice uno, ahora-- también ha arrastrado con buena parte de detractores.

En tan interesante disyunción, digamos en voz alta el asunto con más detalles y cuidado, de la siguiente manera: “Vivamos. Derrochemos lo que al día de hoy corresponde; porque de mañana nada se sabe. Hay que vivir cada día como si fuera un finiquito; porque, efectivamente, alguno será el último”.

Y añaden, en su aseveración, los propaladores del carpe diem una osadía de este calibre.   El futuro es completamente incierto; ya que una pandemia, un accidente, un hecho fortuito o contingencial puede cambiar el destino en cuestión de segundos y de manera irremediable.

Profundizando, hasta donde ha sido posible en este registro, en verdad la expresión se ha acortado con el paso de los años; porque los historiadores aseguran que la frase completa que creó Horacio fue la siguiente: «carpe diem quam mínimum credula postrero», que se traduce —más o menos-- como «aprovecha cada día, no te fíes del mañana».

El padre literario y filosófico del Carpe Diem, que todavía repetimos y nos siembra de dudas e incertidumbres existenciales, fue Quinto Horacio Flaco un escritor satírico y lírico latino que vivió entre los años 65 a.C y 8 a.C. Además, considerado uno de los mejores poetas de la historia. Poseía, por naturaleza, una facilidad perlocutiva (Austin, dixit); y gozaba de extraordinaria versatilidad para expresar, de cualquier disciplina a su alcance, todo aquello que deseaba y sentía con suma perfección.

En este tramo de nuestra época; más concretamente en América Latina (Venezuela), nos honra con sus luces y proyectado talento el insigne maestro Horacio Biord Castillo, a quien dedicamos este sincero aporte, con la mejor modestia, a propósito de su más reciente publicación( poemario) “Tiempo de Diluvio, tiempo de demonios”. Círculo de Escritores de Venezuela. Editorial Diosa Blanca. Noviembre-2021.

Nuestro Horacio, quien se desempeña –con reconocidos méritos y aciertos-- en la presidencia de la Academia Venezolana de la Lengua (AVL) desde el 2015, resume su convicción filosófica en estos términos:

“creo que no hay absolutos ni universales. La escritura es un don de Dios, un regalo de la vida, acaso una herencia de vidas pasadas, no lo sé. Descubrir ese talento y pulirlo es un trabajo de años, que requiere lecturas y prácticas. Pero no creo que haya absolutos en esto. No está relacionado con la profesión. Es un manantial que brota de las profundidades de cada ser. He visto profesores de Física que son grandes escritores (Ernesto Sábato lo fue) y profesores de Literatura que no logran apuntalar un buen poema”.

Digamos, con todo el ímpetu que permiten las fuerzas prosódicas en los enunciados, es que nuestro Horacio ha hecho de su vida un apostolado brillante en cada desempeño.

Licenciado en Letras, magíster en Historia de las Américas y doctor en Historia. investigador asociado y jefe del Centro de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Especialista en Asuntos Indígenas.

Venezuela y varios países acreditan la inteligencia de nuestro Horacio en áreas de etnohistoria, sociolingüística y de investigador   sobre pueblos, culturas y lenguas caribes de las regiones central y oriental de país.

Nuestro Horacio, quien ha aquilato (de lo cual ha sacado admirable provecho) su particular Carpe Diem con prolija producción en casi todos los géneros literarios; cultiva – como se sabe suficientemente-- la poesía, el ensayo, la narrativa.

Se incorporó a la AVL el 7 de julio de 2008 con un trabajo titulado “Perspectivas de una lectura postoccidental de estudios coloniales sobre lenguas indígenas caribes”. Una evidencia del fruto de cada día, de su singular carpe diem.

Descubrimos en este denso poemario de Biord castillo una vertebración de las metáforas utilizadas, por muy distantes que se nos presenten y aparezcan en los poemas.

Sin dudas, constituye su particularísimo uso estético del lenguaje, con el cual nuestro Horacio dice y hace.

Hay una especie de involuntaria y desprevenida ilación, que se acerca y “fisgona” con lo que alguna vez nos entregaba Emil Cioran, a través de sus conceptos-claves: el pecado original, el sentido trágico de la historia, el fin de la civilización, la negativa del consuelo por la fe, la obsesión por la vida eterna, como una expresión del hombre metafísico, el exilio. Hasta allí. Sin llegarse a declarar, como el nihilista escritor rumano, enemigo de Dios.
Por el contrario, nuestro Horacio se confiesa, devocionalmente, creyente del Padre celestial. Leámoslo, de seguidas:

 E l p r o f e t a   n o s   c o n v o c ó

Su rostro huraño anunciaba tormentas

cuchicheábamos

Algo grave sin duda anunciaría

La voz se lo había revelado

Él no era solo un profeta

Era el Mesías

enviado de nuevo a redimirnos.

Obediencia, adoración

Nada más pedía

Nos mirábamos

Alguien tiró una piedra

la primera

Su cuerpo yació mucho tiempo

sobre las losas de la plaza

pálido

inerte

mesiánico, tal vez.

 

Ya a estas alturas, uno está tentado a preguntarse, de dónde le vino tanta inteligencia a nuestro Horacio.  Responderemos, quizás, apelando a   las claves narrativas de Walter Benjamín, con su proverbial manera de enunciar:

 “lo que llamamos sabiduría era una inteligencia que venía de lejos; pero que poseía cierta autoridad, aunque ésta no fuera sujeta a verificarse.  La inmediatez de la efímera información contrasta con el tiempo expansivo y cualitativo de las narraciones, las cuales pueden ser distendidas y destiladas en cualquier momento, sin caducar, generando siempre un entendimiento de la existencia”.

Acaso, no nos suena a “eterno retorno” –un modo raro de estarse acabando y naciendo al mismo tiempo --las explicitaciones a ”Quitarse la vida” que nos “espeta” nuestro Horacio; asimilándolo, con naturalidad, a un acto cotidiano y reversible:

 “…Como perseverante en el oficio, ayer me suicidé o esta mañana. Le diría con desparpajo a mis amigos y a los compañeros anónimos de los viajes en metro. Me volveré a suicidar mañana antes del mediodía…”


sábado, 4 de diciembre de 2021

 

Guayana Esequiba: preferencia de títulos y cartografía irrefutable

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 

En cualquier desenvolvimiento lógico; fundamentalmente en el caso que nos ocupa del conocido litigio centenario, debe prevalecer, más aún, la lógica jurídica; disciplina formal que demuestra los elementos y las relaciones en el discurso jurídico; es decir, que los argumentos que vayamos aportando en un proceso inductivo, la verdad de las premisas sólo permite suponer, en el mejor de los casos, que es probable que la conclusión también sea verdad.

 Hemos sostenido por nuestras indagaciones documentales - y dadas a conocer a todo el país -- la verdad del vil despojo que se nos perpetró.  Conclusión que aumenta con el descubrimiento de nuevas evidencias que la corrobora. Nos hemos encontrado con todas las premisas favorables, positivas y certeras; así entonces, no caben dudas que las conclusiones, que aspiramos – en sentencia—en la Corte Internacional de Justicia-- así mismo serán.

 Debemos suponer que en el juicio que se sigue en la Corte no sólo debe importar la narratología de los hechos sino también el contenido en estricto derecho para determinar su corrección.

Significa que, si el Alto Jurado sentenciador se compromete con este tipo de argumentaciones de cogencias, fortalece   la verdad de las premisas (Justos Títulos y cartografías), y reivindica la conclusión jurídica, esperada en justo derecho.

El concepto jurídico y Principio de la Efectividad ha sido discutido en relación al título sobre un territorio; donde el Derecho Internacional ha marcado la preferencia del título jurídico por encima de la ocupación o la posesión ilegítima.

Por lo pronto, atendamos a la siguiente observación/pregunta: ¿cómo observa el Derecho Internacional las efectividades en el establecimiento de las fronteras?

La Corte ha decidido en una serie de sentencias, que han creado jurisprudencias, que un Título Jurídico preexistente (como en nuestro caso con la Cédula Real de Carlos III, de 1777) prevalece sobre una administración del territorio en controversia, por parte de otro Estado.

Un Estado puede completar, pero no contradecir el título jurídico preestablecido.

Las fronteras han tenido, por su propio ámbito de aplicación, una relación estrecha con la cartografía. Este es otro punto de nuestro aprendizaje.

Prestemos mucha atención a lo siguiente. La propia Sala sentenciadora de la ONU, ha dictaminado siempre que las cartografías constituyen – apenas– elementos auxiliares en una controversia interestatal.

Los mapas suelen jugar un rol importante, ya sea como integrante del tratado que se aplica al caso concreto, o porque muestran una forma de interpretar la intención real de las Partes, y pueden servir de prueba auxiliar o confirmatoria de aquélla.

La Corte siempre ha   dictaminado que un mapa anexo a un título jurídico es un elemento complementario del cual forma parte integral.

La Corte sentó la jurisprudencia que la cartografía alegada por un Estado Parte, en un proceso de litigación, constituye, ciertamente, una expresión física de la voluntad del Estado concernido; pero no es suficiente como elemento de probanza definitiva.

La Sala decidió que, en las delimitaciones fronterizas, los mapas condensan (representativamente) simplemente información, y nunca títulos territoriales por sí solos. Son meramente pruebas extrínsecas, que pueden usarse, junto con otras, para determinar los hechos reales. Su valor depende de su fiabilidad técnica y de su neutralidad en relación con la controversia y las Partes.

A partir de los mapas presentados no se puede efectuar una inversión de la carga de la prueba. Conforme a la Corte, los mapas no poseen –eo ipso– fuerza probatoria en un litigio.

No obstante, en el caso que nos ocupa, en la actualidad, en la Corte Internacional de Justicia nos atrevemos a exponer el carácter de cogencia de nuestra enjundiosa cartografía.

Me permito explicar. Nuestro portafolio cartográfico ha adquirido la condición de argumento cogente; porque sus elementos constituyentes (los mapas que lo componen) resultan, en sí mismas, premisas de certificación histórica. Los mapas han hecho veracidad en su conclusión: la Guayana Esequiba ha estado siempre en cualquier cartografía venezolana.

Si todos los mapas inductivamente dicen que sí, entonces la conclusión deductiva es sí.

Vamos por partes. Conforma un legajo incuestionable todo el mapeado del reconocido geógrafo y académico Juan de la Cruz Cano y Olmedilla del año 1775. Un mural realizado con ocho planchas de cobre, valorado como el más completo mapa que se haya hecho de América del Sur hasta la utilización de métodos cartográficos contemporáneos.

Otra inducción: hay bastante fortaleza argumentativa en la obra cartográfica del inglés Joseph Hadfield, de 1839; la cual fue hallada en Londres, en el año 2018, por el abogado Ugo Giuliani, quien donó al Estado venezolano esos mapas legítimos y auténticos, que demuestran la inclusión de la Guayana Esequiba, en el contexto geográfico venezolano.

Más argumentación al respecto. El mapa político y atlas de las provincias venezolanas, realizado por Agustín Codazzi, en 1840; el cual ha sido considerado un elemento de cogencia (respaldado por investigaciones geográficas, sobre todo en la provincia de Guayana). Añadamos, también, el elogiable aporte cartográfico, plasmado en el enjundioso trabajo del ingeniero y exrector de la UCV, Muñoz Tébar, en 1887, fundamentalmente hacia la parte oriental de nuestro país.

Nuestra delegación, si aceptamos hacernos parte del Juicio en La Corte, tendría la solidez como prueba auxiliar extrínseca –elemento de cogencia al momento de elaborar el Memorial de contestación de la demanda –de una fortaleza cartográfica auténtica.