Guayana
Esequiba: las omisiones cómplices o involuntarias se pagan caro
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión de la Asamblea
Nacional por el Esequibo y la soberanía Territorial
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
En cualquier
evento internacional donde se presenta algún delegado guyanés, y que le
corresponda hacer uso de la palabra, alude la controversia sobre el Esequibo.
El contenido central de su repetitivo discurso
consiste en exponernos al escarnio mundial; señalándonos como un país avaro,
potencialmente rico que pretende despojarlos de las dos terceras partes de su
nación, y dejarlos infuncionales como Estado.
Tales
actitudes no nos causan extrañeza; por cuanto ha sido el modo manipulador cómo ellos
se han encargado de torcer los elementos que histórica y jurídicamente favorecen
a Venezuela.
Por ejemplo,
se han atrevido a decir que el principio del Uti possidetis juris no aplica en
esta contención; porque España dejó de tener soberanía sobre el área en
discusión, luego de concederles a los holandeses todo ese territorio; sin
especificar, a qué se refieren con “todo
ese territorio”. Tamaña ligereza e irresponsabilidad.
La argumentación
de la contraparte - arriba mencionada- es
falsa y mal intencionada. Dejamos sentado, con prístina precisión, que una vez
que España otorga la independencia a las Provincias Unidas de los Países Bajos,
después del Tratado de Münster de 1648, en ese evento diplomático le reconoce
las posesiones coloniales, denominadas: Berbice y Demerara, conformadas por una
franja territorial, bien delimitada que va desde la margen derecha del río
Esequibo hasta el borde izquierdo del río Corentyne. Extensión que no llega ni
a 50.00 km2. Eso era todo lo que tenían los holandeses por estos lados.
Testimonios
cartográficos, escritos y registrados
dan cuenta de lo que aquí exponemos.
Posteriormente,
en el año 1814, Holanda le “vende, traspasa o arregla” con Gran Bretaña esa
parte; pero, los ingleses se apoderaron de todo, y trazaron las conocidas
Líneas Schomburgk, en 1841, con la aviesa disposición de arrebatarnos,
inclusive hasta el Delta del Orinoco y parte del estado Bolívar.
Los
funcionarios de los gobiernos de la excolonia británica, conjuntamente con los aprovechadores
representantes de las empresas transnacionales han tenido el atrevimiento de
divulgar que el Acuerdo de Ginebra, del 17 de febrero de 1966 no los limita a
ellos para explorar, explotar y comercializar, directa o indirectamente, con
los inconmensurables recursos de las áreas terrestres y marítimas
correspondientes al Esequibo, porque ellos han “permanecido” en esa zona, desde
hace muchos años.
Nunca han
tenido la delicadeza o disposición de diferenciar lo que es ocupación ilegítima
y lo que es posesión, esta última con sus características que así la
determinan.
Las
intervenciones de los delegados guyaneses en distintos congresos internacionales,
como hemos apuntado ya; así también sus reiteradas declaraciones deben ser rechazadas
y cuestionadas implacable e inmediatamente por nuestra cancillería. Ni más ni
menos. Es lo que debemos hacer sin miramientos ni demoras. En tiempo real.
En las
presentes circunstancias, cuando dirimimos este centenario pleito por ante la
Corte Internacional de Justicia, no nos está permitido que las cosas continúen
tan rampantes y campantes; como que estuviéramos en una especie y expresa
disposición para hacernos los locos, con involuntarias permisividades; dejar
para después las contundentes respuestas que se merecen. Atenuar lo que vamos a
decir, y que nos resbalen los compromisos y responsabilidades; como que no
fuera con nosotros el asunto. Quedarnos desentendidos.
Vale tanto como
aquel viejo adagio griego “sembrar sal entre las piedras”. Voltear
la mirada.
En el Derecho
Internacional Público los silencios tienen un alto precio.
Al
encontramos imbuidos en un Proceso jurisdiccional – que desconocemos cuándo la
Sala dictará sentencia- nos obligamos a estar monitoreando qué hacen y dicen; al
tiempo que denunciar, incansablemente, toda descarada manipulación de la otra
Parte. Salirle al paso a las maniobras y componendas internacionales; porque,
de lo contrario caeríamos en Aquiescencia; cuyo principio fue instituido con la
finalidad de admitirse los hechos, de ofrecer consentimiento implícito, por
habernos quedado callados.
La excolonia
británica no pierde tiempo y, en todas las congregaciones internacionales,
Caricom o Commonwealth, obtiene sendos pronunciamientos a su favor; nosotros
dejamos pasar —pasmosamente— las mejores oportunidades para reivindicar, en similares
escenarios.
Poseemos los
justos títulos traslaticios para probar que la Guayana Esequiba ha sido nuestra
desde siempre; así también, nos asiste el contenido del Acuerdo de Ginebra, que
constituye, en sí mismo, el documento a través del cual el Reino Unido y su
excolonia guyanesa admiten la vileza cómo actuó el Tribunal Arbitral, en París,
el 03 de octubre de 1899, cuando nos arrebataron, en una tratativa política-diplomática,
esa séptima parte de nuestra soberana extensión territorial.
Acaudalamos
suficiente material para decirle a la comunidad internacional dónde, cómo, y
quiénes trampearon lo nuestro. De manera que resulta inadmisible que asumamos
actitudes inertes, elusivas o tímidas en la inevadible defensa del referido
inmenso espacio, del conglomerado humano que allí habita; añádase todo su
potencial de riquezas y la proyección atlántica que genera.
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