Ginecocidio devela,
sin maquillaje, un deleznable fenómeno social
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la lengua
Hace ya ocho
años expuse, ante nuestra Real Academia de la Lengua, que hay una trampa
léxico-semántica urdida en la construcción y en el significado del término
femicidio (o feminicidio); con cualquiera de los dos que se emplee se ha
pretendido atenuar y ocultar una terrible verdad, en preocupante incremento
mundial: la muerte de las mujeres; sin que nos detengamos en los motivos que
impulsaron la perpetración del hecho o
los contextos donde ocurrieron.
Debo
manifestarles la inmensa alegría que sentí, en mi condición de proponente del
citado neologismo, cuando a este nuevo término --como paso introductorio para
su posible admisión-- le abrieron un expediente (registro).
Procedieron
nuestros honorables académicos, acto seguido, a nombrar una comisión de lexicógrafos, para que
iniciaran el trabajo de disección morfo-sintáctica; de examinar si cumplía con los requerimientos
de válida construcción
léxico-semántica; así además, su
articulación fonética, la posible función fonológica que se le atribuye, su significado
preciso, la aplicación pragmática ( uso
práctico en una circunstancia determinada), o de cualquier otra consideración
que ellos crean conveniente para el análisis.
Exigente e
interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo Ginecocidio, por parte
de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente
porque tal rigor comporta una de las específicas funciones, según lo contempla el
artículo primero de sus Estatutos:
“Tiene como misión principal velar por que
los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las
necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en
todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve
el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de
los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y
corrección, y de contribuir a su esplendor…”
Ha habido un
recurrente absurdo de no querer decir las cosas por su nombre.
Nos oponemos
a la insistencia de querer presentar y edulcorar públicamente la muerte
de una mujer como un homicidio; por lo que estamos obligados a aclarar y
refutar que homicidios, únicamente, se
perpetran contra los hombres.
Entendamos,
en solidaridad humana, que cuando liquidan físicamente a una mujer, no están
matando al género femenino; están matando a la mujer, al ser humano.
Nos
acostumbraron los medios (y ahora las redes) a generalizar -en el mismo
paquete- que un homicidio,
indistintamente, se comete contra un hombre o una mujer. Eso no es verdad.
Debemos saber especificar el caso concreto.
Así entonces,
he hecho saber en mi moción que cuando se aniquila físicamente a una mujer—por
las excusas o pretextos sean-- no puede considerarse como homicidio, sino
ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud:
mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar,
cortar.
Hemos
entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de
Ginecocidio, como palabra que irrumpe y reclama, más temprano que tarde, su
justo espacio en el olimpo del léxico de nuestro idioma.
La RAE nos
hace, a cada momento, la severa advertencia con respecto al vocablo propuesto.
Los
científicos sociales no han podido, aún, determinar con exactitud los factores
causales del incremento de los índices de violencia en la actualidad, en el
mundo.
La sociedad
venezolana se ha vuelto cada vez más violenta y, conforme a algunas cifras
analizadas, las peores consecuencias las pagan nuestras mujeres.
En el primer
semestre de este año 2024 se incrementaron las cifras de Ginecocidios.
Sin embargo,
dejamos sentado que no basta que el término ginecocidio se presente a
consideración de los expertos, y que en mi condición de solicitante haga las continuas
justificaciones. Tan importante como lo
anteriormente señalado, el neologismo debe tener plena acogida en todos los
ámbitos comunicativos. Ellos denominan esta práctica, Frecuencia de Uso.
Así entonces,
solicito la cooperación para que le demos Frecuencia de Uso en nuestros diarios
y constantes actos de habla al vocablo que en estos momentos estudia la RAE.
Nuestra mayor
intencionalidad sobre el presente tema no queda restringida única y
exclusivamente a la forma de buscar otra palabra para que dé cuenta del
abominable fenómeno que nos ocupa. No es solo denominar de manera distinta esta
práctica de detestable machismo.
Lo que
debemos proponernos es evitar, en todo tiempo y lugar, que se sigan
manifestando tales injusticias contra la mujer.
No es suficiente
que la Real Academia Española apruebe el vocablo Ginecocidio: neologismo que
hemos propuesto, con bastante aceptación entre quienes lo han examinado.
Se queda
corto un nuevo término, si continúan incrementándose hechos criminales contra la mujer en su
condición de ser humano, repudiados universalmente.
Precisamente,
al momento de asumir mi condición de miembro de la Academia Venezolana de la Lengua expuse
en mi discurso de incorporación la señalada inquietud, la cual tuvo la
receptividad que nos satisfizo profundamente.
En tal ocasión, dije:
“…Las
mujeres requieren de nosotros una muy merecida nueva mirada sociohistórica. En
el presente siglo, que es el de las mujeres, contribuyamos, junto a ellas, a la
absoluta erradicación de la falacia ideológica que pretende posicionar la supuesta inferioridad de la mujer.
Desmitifiquemos los tejidos narrativos que persiguen instalar en la mujer una
especie de natural sometimiento. La mujer hizo suyo los principales factores
conducentes a movilidad social, de superación meritoria, de desenvolvimientos y
actuaciones basados en talentos y probidad…”
Nuestro
trabajo lo hemos llevado, en la medida de mis posibilidades, a algunos escenarios
donde se debate, de modo acalorado, este tópico álgido y delicado.
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