martes, 24 de junio de 2025

 

Guayana Esequiba: con un “laudo” que adolece de inanidad jurídica jamás le ganarán a Venezuela

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Comienzo por celebrar – como lo está haciendo todo el país -- que vayamos encontrando certeros puntos de coincidencias entre algunas organizaciones políticas, corrientes oficialistas y de oposición, fundaciones, entidades no gubernamentales, personalidades con fuerza opinática y estudiosos en torno al asunto litigioso de la Guayana Esequiba.

Hay bastante gente adunada en esta causa patriótica.

Estamos apreciando que dirigentes con posiciones irreconciliables para otros muchos aspectos; por lo menos, en lo atinente a la presente contención percibimos univocidad en los contenidos y significados de sus declaraciones. Tales hechos – que se han vuelto reiterativos—nos llenan de contentura y sano orgullo para seguir con esta hermosa tarea de reivindicación venezolanista.

 Expreso con plena satisfacción que una inmensa porción de compatriotas coincide conmigo cuando señalo que lo peor que podemos hacer es abrir una innecesaria e inconveniente confrontación política partidista interna, relacionada con este pleito internacional, precisamente en un momento apremiante; cuando nos encontramos concernidos en un serio proceso jurídico, en el Alto Tribunal de La Haya; y  decididos, como estamos, a lograr la restitución   por la séptima parte de nuestro espacio  geográfico, que nos arrebataron de manera alevosa y vil.

 Me permito testimoniar que en mi recorrido por varias ciudades (luego de haber aceptado invitaciones para asistir a algunas universidades, congregaciones religiosas, entes culturales y colegios profesionales) con la finalidad de dictar la conferencia titulada: “Guayana Esequiba: litigio histórico y reivindicación en justicia” pude captar el inmenso entusiasmo y solidaridad de muchísima gente dispuesta a aportar sus ideas, conjeturas y posibles alternativas de solución.

Eso es grandioso. Toda nuestra Nación cerrando filas y creando conciencia sobre lo que nos corresponde desplegar hasta alcanzar nuestro objetivo, en el marco de la determinación jurisdiccional que pueda pronunciar   la Corte Internacional de justicia.

Los reclamos que hemos sostenido, desde hace más de un siglo, no están soportados en una malcriadez diplomática, capricho nacional o empecinamiento injustificado.

 La Contraparte en el litigio sabe que poseemos bastantes documentos.

La delegación diplomática de la excolonia británica (que tiene meses haciendo cabildeo en La Haya) conoce además que nos encontramos apertrechados con los Justos Títulos, que son en sí mismos pruebas intrínsecas constituidas y – además-  los innumerables elementos cartográficos, en tanto pruebas extrínsecas constituyentes (sometibles a investigación pericial) que avalan la histórica propiedad, incuestionable y de pleno derecho de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.

 Hasta el día de hoy, Guyana ha basado su demanda (ratificada en dos oportunidades) únicamente en el írrito y nulo Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899.

La causa petendi de la excolonia británica, ante la Sala Juzgadora, es pretender que se nos imponga una decisión sentencial para que admitamos como “válido y vinculante” el precitado   adefesio jurídico de ingrata recordación.

Ha sido un principio de universal aceptación que ningún acto ejercido contrario a derecho pueda proveer derecho; mucho menos generar consecuencias jurídicas, ni revestir carácter para hacerse oponible a nada. Está desprovisto de elementos esenciales para que pueda ser considerado jurídicamente válido. Se le considera de absoluta inanidad jurídica; porque, nunca la trampa sostendrá al derecho ni a la justicia.

 Aparte del “laudo” también invocan una supuesta “demarcación del área que aceptó nuestro país en 1905” con la cual la contraparte se regodea en la demanda.

Ambos elementos constituyeron el resultado inaceptable de chantajes, amenazas y extorsión; vale decir, la afamada estrategia del imperio inglés para solucionar controversias.

El Laudo ha estado siempre viciado de nulidad absoluta. Insubsanable. Así entonces, si la contraparte ancla al inexistente Laudo --como probanza -- un supuesto trabajo de demarcación; entendemos por lógica, consecuentemente, que la condición de no nacido a la vida jurídica del tal Laudo arrastra – con idéntica calificación-- todo cuanto de él se derive y desprenda. La inexistencia del Laudo es al propio tiempo la inexistencia de la inefable demarcación; porque, no es que el Laudo sea anulable, es que es nulo de nulidad absoluta.

 El Acuerdo de Ginebra de 1966 señala y sostiene en su artículo primero que el Laudo es nulo e írrito; por tanto, todo lo allí contenido es inexistente.

Tenemos suficientes razones para exponer –categóricamente – la condición de nulidad absoluta del Laudo y la tramposa demarcación.

Entre muchas otras “perlas”, por lo pronto prestemos atención a las siguientes: irrespeto total del pre compromiso arbitral, denominado Consenso de Washington de 1897, sobre todo a lo concerniente a la investigación de los Títulos históricos traslaticios a   las partes y la vulneración al Principio de Prescripción adquisitiva.

 De punta a punta hubo un inocultable fraude procesal y legal; como también, una composición irregular y parcialización del tribunal; soborno y corrupción del árbitro (particularmente del prevaricador DeMartens).

Afloraron, en las pocas discusiones, serísimos conflictos de intereses, aparejado a actos de colusión contra Venezuela.

En fin, el nefasto resultado fue la obtención de un laudo concertado con engaño, contrario a la buena fe; cuya decisión se muestra colmada de injusticia evidente.

Una sentencia cargada de incongruencia (ultra petita y ultra vires). Una resolución arbitral sin la más mínima motivación. Un acto inane que no surte efectos jurídicos.

La desvergüenza de la contraparte en este juicio llega al extremo de pedir ante la Corte que le confiera la condición de cosa juzgada a tan ignominiosa decisión.

 

 

sábado, 14 de junio de 2025

 

           Hablar o escribir al garete.

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

 

Cada vez se hace más visible e insoportable leer, aunque sea una sencilla frase o un breve párrafo; y tropezarse – cada vez más de seguido- con alguna “horrorosidad”.

Genera tristeza y vergüenza escuchar a alguien, a quien suponemos formado para expresarse adecuadamente, cometer cualquier cantidad de galimatías y deslices en su escritura o en la pronunciación de las palabras.

Tampoco pedimos que haya un permanente ejercicio de erudición y manejo de exquisiteces gramaticales.

Ciertamente, la población no tiene que hablar o escribir como determinan las Academias.

 Nuestras Academias constituyen instituciones que han sido creadas para describir hechos del habla; prescribir el uso correcto (y normatizar sin imponer); y en algunos casos, proscribir al captar las distorsiones morfosintácticas o cuando entran en sospecha que hay alejamientos en los textos o en los actos de habla de nuestra lengua; vale decir, de lo que hemos legitimado como cuerpo social, para que haya siempre esplendor a nuestro idioma.

 

Tal vez valga un sencillo ejemplo para clarificar en este asunto.

 Así como cuando nos disponemos a conducir un automóvil en vía pública; asumimos a consciencia que hay reglas y normas preestablecidas que debemos acatar, respetar y obedecer para que el tránsito fluya; y no seamos, precisamente nosotros, por torpeza, impericia o atrevimiento quienes provoquemos accidentes funestos   con   pronósticos reservados.

La lengua es una entidad social; y posee, en sí misma, sus propias normas y desenvolvimientos.

La persona está en su libre determinación de estructurar el estilo a través del cual desea comunicarse hablando o escribiendo.

Dicho de otra manera, cada quien decide en su albedrío cómo quiere conducirse lingüísticamente.

Su comportamiento debe atenerse, entonces, a las críticas consecuenciales.

 

Suficiente gente, por ignorancia o quizás de mala fe, intenta calificar de cómplices a los medios de comunicación, a la Red de redes, a los distintos sistemas tecnológicos multimedia, a la Inteligencia Artificial (Chat-GPT); por cuanto, según ellos, facilitan que los usuarios cometan errores garrafales, insoportables, al hablar o escribir.

Inadmisible achacarle a los medios y demás instrumentos o a las plataformas digitales nuestras propias torpezas lexicales.

Es como si calificáramos de arma mortal al bisturí por alguna mala praxis cometida, con este instrumento, dentro o fuera del quirófano.

Luce imparable y contaminante esta ola expansiva, ya incorporada en algunos individuos como su manera natural de decir, hacer y ser.

Los textos productos de tales prácticas lingüísticas parecen signos y síntomas de una patología mucho más acendrada.

Una especie de enfermedad de transmisión textual.

 El juego de palabras con doble sentido y con pésima estructura redaccional; además,  los comentarios que leemos en la Red, -rayanos en vulgaridades- se han vuelto una plaga.

Quienes se hacen nombrar políticos (o con eufemismo “luchadores sociales”) recurren al vocablo soez para “añadir fuerza” a lo que dicen o para compensar su limitado vocabulario y su precariedad discursiva.

Igualmente, en el mundo del espectáculo (en una especialización actual llamada talk-comedy los humoristas se valen de “palabrotas” y chistes subidos de tono para entretener al público.

Cada quien escoge la vía y contenido para hacerse sentir.

Todavía resuena aquella   hermosa expresión de Heidegger “La lengua es la morada del ser”; con la cual nos ha querido señalar, desde siempre, que la categoría del Ser reside en el uso que hagamos de la lengua, hablada o escrita.

Cada ser humano define su esencia -lo que desea y aspira ser-  a partir de la constelación del vocabulario que es capaz de desarrollar, de comunicar; a través de su lenguaje escrito, gestual, oral; de los cuales dependen las expresiones educativas, artísticas, científicas, económicas, filosóficas, deportivas, entre bastantes otras.

La lengua aloja a nuestro Ser; porque, todo lo que decimos o hablamos reside en nuestros pensamientos.

domingo, 8 de junio de 2025

 Delta del Orinoco: de invisible a inolvidable

Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Tucupita, 8 de junio de 2025
Cuán regocijados estamos quienes hemos escogido este hermoso pedazo de tierra para vivir y convivir, y sobre todo quienes llevamos la Deltanidad tejida sensiblemente a nuestra piel.
Nos sentimos orgullosos del conglomerado humano - sin distinciones ni diferenciaciones- que ha hecho y hace densos y nobles sus pensamientos y prácticas diarias y cotidianas para ensanchar las posibilidades existenciales en nuestra región.
Satisfechos de todo cuanto hemos alcanzado en colectivo -entre todos- de la proyección nacional e internacional que seguimos procurando para el Delta, con dedicación y pasión.
Entregados a meditar y a practicar con grandeza al país desde aquí; y a reflexionar nuestra específica y local geografía humana; esforzándonos, luchando juntos; recurrentes e indetenibles cada día, para obtenerlo más vivible, a partir de sus sus múltiples opciones, en todas áreas y sectores: su productividad económica, la educación, la política, la socialidad, su etnicidad, sus servicios públicos, las manifestaciones artísticas, el derecho, la música, la literatura, el comercio, la ingeniería, la medicina, la sociología. En fin, constituyen vertientes de ilimitados cauces para nuestro propio desenvolvimiento.
Hoy elevamos voces que expresan presencia y pujanza ante el mundo desde una geoestratégica porción de Venezuela.
Con la Deltanidad acendrada en nuestros corazones.

sábado, 7 de junio de 2025

 

Guayana Esequiba: ¿Sobre cuál soberanía se ufana la diplomacia guyanesa?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 

Tras la demanda introducida contra nosotros por parte de la República Cooperativa de Guyana; acción jurisdiccional que han venido ratificando en todas sus comparecencias por ante la Corte Internacional de Justicia; en cuyo escrito de peticiones, solicitan a que el citado Alto Tribunal, en la sentencia que debe pronunciar al respecto, obligue a Venezuela a reconocer el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899; y que le confiera la condición de “cosa juzgada” a tal adefesio.

La excolonia británica nos ha venido atropellando y vulnerando en nuestro legítimo e histórico contexto geográfico; y aun así voceros oficiales   de esa nación, hacen desvergonzadas afirmaciones, a través de la prensa internacional o por medio de comunicados, donde señalan que las acciones de Venezuela violan “la soberanía e integridad territorial de su país “; y rematan diciendo que Venezuela es una ‘amenaza’, con actos hostiles, agresivos e ilegales para el desarrollo económico de Guyana.

 Nos luce que han asumido una actitud temeraria y bochornosa

Al analizar el comportamiento envalentonado de la contraparte en los últimos meses; interpretadas también las infelices declaraciones recientes del presidente Irfaan Ali “ ni ahora ni nuca daremos un centímetro de nuestra tierra a Venezuela”; y lo que leemos a diario de los  demás funcionarios  parece  que están  dispuestos a   arreciar la controversia, ya no únicamente en la proyección atlántica que genera la parte continental de la zona en contención; sino que siguen  otorgando, sin discreción,   licencias y  concesiones  a  empresas transnacionales para que operen en cualquier coordenada marítima hacia su costado oeste, irrespetando la absoluta  soberanía venezolana en esa área, que no está incluida en el pleito; con lo cual   burlan, como les da gana, el Acuerdo de Ginebra de 1966.

El Acuerdo de Ginebra, suscrito y plenamente aceptado por las partes es el único documento válido y con pleno vigor jurídico, para alcanzar una solución práctica y satisfactoria en tal conflicto.

Por eso exponemos que irrespetan el referido Acuerdo; por cuanto, éste contempla en su

 Artículo V, lo siguiente:

“ Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reino Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamación de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto a su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.  Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía en dichos territorios…” (Omissis).

Visto así entonces. Preguntémonos. ¿De cuál soberanía presume Guyana? ¿Cómo puede jactarse de una soberanía cuestionada totalmente?

 

Hemos denunciado, con insistencia, que hay un enjambre de empresas operando, bajo la coordinación de la Exxon-Mobil, la cual fija los procedimientos, en el área, para   la Shell holandesa, a la CGX estadounidense, a la Anadarko canadiense, a la CNOON china; en fin, se conoce que sobrepasan las 52 compañías que allí se instalaron, procedentes de muchos países, que se dicen amigos de Venezuela; incluso algunas naciones que hemos estado apoyando a través de Petrocaribe.

 

Sobre la ilegal soberanía que alardean, están aprovechando, como mejor les plazca, los recursos madereros, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en general en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron; sino además han permisado a grandes consorcios para que esquilmen en el espacio marítimo que genera la Zona en Reclamación; justamente donde se han producido serios escarceos que pudieron haber pasado a mayores.

Nuestra Armada Venezolana está obligada al patrullaje constante y sistemático en nuestra costa atlántica propiamente; a defender nuestro Mar territorial, Zona Contigua y Zona Económica Exclusiva; dentro de las 200 millas náuticas que genera la plataforma continental, en espera de la decisión de la Corte Internacional de Justicia.

Reiteramos que en muchas ocasiones estuvimos haciendo las advertencias a las autoridades de la Cancillería venezolana; en el sentido,  de que quedarse callados, dar aquiescencias o permisividades;  omitir las denuncias oportunas y contundentes; o tolerar que los  gobiernos guyaneses, desde Cheddi Jagan hasta hoy, otorgaran concesiones en la Guayana Esequiba; todos estos silencios  y/o las alabanzas imprudentes e inconvenientes en favor de la contraparte (Principio de Estoppel),  conspiran contra nosotros en los reclamos, que desde hace más de un siglo hemos hecho de esa extensión territorial , que siempre ha sido nuestra.

 

Ellos nunca quisieron   la figura del Buen Oficiante para que resolviera este caso con su mediación o conciliación.  Además, se nos informa que continúan incrementándose las sumas dinerarias aportadas por las empresas transnacionales con marcado interés de exploración y explotación de la multiplicidad de recursos que hay en la zona.

La compañía Exxon es la encargada de realizar las recaudaciones y entregarlas al gobierno para cancelar los honorarios y “otros gastos” que ocasione este asunto litigioso.

Llego el momento de demostrar y reafirmar la venezolanidad con declaraciones contundentes y con hechos concretos; como la comparecencia el próximo 11 de agosto de este año por ante la Corte para explayar y consignar nuestro irrebatible e incontrovertible acervo de probanza. Mostrar y demostrar el desgajamiento que nos perpetraron.

Estamos dispuestos a probar, con justos títulos desde 1777, que somos los verdaderos propietarios de toda esa inmensa y rica zona; y que por lo tanto la soberanía sobre ella, en justo derecho, debe y tiene que ser nuestra.