jueves, 22 de septiembre de 2011

DE ESPALDAS A LAS FRONTERAS 
                                                 Dr. Abraham Gómez R.
Poblar las fronteras y garantizar su desarrollo
en los procesos de integración interna es básico
para preservar la soberanía nacional. La geohistoria
moderna nos ha proporcionado patéticas
enseñanzas acerca de las consecuencias de ausencias
 de ocupaciones efectivas de lindes fronterizos.
 Pedro Cunill Grau. Venezuela: opciones geográficas.1993
Pareciera que el espacio geográfico fronterizo no fuera nuestro. No obstante,  llegar a equivaler casi que un sesenta por ciento del territorio nacional y  estar habitado por una quinta parte de la población. Mientras que los demás países con quienes hacemos costado fronterizo adelantan audaces políticas en esa materia, nosotros seguimos exhibiendo una muy débil pared demográfica, en lamentables condiciones de aislamiento y pobreza, cuya inmediata consecuencia es un marcado desequilibrio geopolítico. Hemos estudiado, permanentemente, que los fenómenos fronterizos son  realidades jurídicas por la delimitación misma. Sí, pero se hace obligante considerar y añadir la dimensión socio-económica por la interactividad que mantienen los habitantes de esos espacios. La gente que allí convive poca o ninguna importancia le da a la línea, a la raya imaginaria que como figura geodésica del Estado intenta separarlos. En los espacios fronterizos, nos consta, hay otro modo de valorar y vivir. No basta que se diga “si un centímetro de territorio venezolano es la soberanía, un gota de sangre nuestra también lo es”. Sin embargo, históricamente, las sensibilidades y padecimientos en nuestras regiones colindantes; sus  asuntos álgidos no constituyen agenda prioritaria ni para la acción administrativa del Estado venezolano, poco menos para la opinión pública nacional. La reiteración en tal actitud de menosprecio deriva en desatención de las comunidades y el agravamiento de  conflictos sociales. Insistimos en reconocer que los nexos vecinales de carácter humano no son ni serán nunca territoriales para que impliquen diferenciaciones sociales. Nos atrevemos a señalar que la compenetración que dimana de los constantes intercambios de los habitantes de las zonas fronterizas conforman extraordinarios sistemas abiertos de aproximación y complementación de las necesidades humanas, por lo que les resulta indiferentes la ubicación geográfica que ocupen o las imposiciones jurídicas  desde el centralismo, desconocedor la mayoría de las veces de las realidades fronterizas. Coincidimos con la excepcional y siempre vigente tesis de Esteban Emilio Mosonyi “en vez de hablar tanto de sociedades atrasadas, sociedades primitivas, arcaísmos y supervivencias, mejor sería apersonarnos de esta reserva tan importante de sociedades alternativas para el futuro. Lo que sucede es que ya sabemos que el capitalismo no le interesa examinar estas sociedades sino a título de museografía o folklorismo descriptivo. Pero lo triste  y verdaderamente criticable es que tampoco los grupos progresistas, los partidos revolucionarios y las organizaciones de carácter transformador tampoco se hayan interesado”. El Estado venezolano y todo cuanto representa ha mantenido un comportamiento errático y desacertado en el tratamiento que debe dársele a los asuntos fronterizos. El uso indiferenciado de los términos límite y frontera por  parte de quienes suponemos conducen la “política fronteriza” ya nos dice el talante de improvisación e ignorancia para arreglos mayores en esta materia. También estamos conscientes que no será tarea fácil que  el lenguaje cotidiano se ciña a darle a cada categoría el uso adecuado y preciso. Nunca es demasiado tarde para  comenzar, para saber de qué hablamos cuando nos referimos al Límite como ente jurídico, abstracto de origen político, convenido y visualizado en forma lineal. Mientras que la Frontera comporta el espacio de anchura variable donde convergen seres humanos con potencial de integración, que crea un modo de vida común, con sentido dinámico y vital. El Estado venezolano debe asumir la presencia poblacional en las zonas fronterizas como un sistema de consolidación de pueblos y ciudades a lo largo del cordón fronterizo, con suficiente fuerza y patriotismo.

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