miércoles, 21 de septiembre de 2011


LA ECOLOGÍA ABERRANTE DEL MILITARISMO



Dr. Abraham Gómez R.
En estos tiempos que transcurren dentro de los espacios militares, viene dándose una profusión incontenible de un ethos basado en lo estrictamente ideológico, que hace depender la moralidad y demás comportamientos castrenses de un conjunto de creencias dogmáticamente impuestas. Tan ajenas como indescifrables para ellos. Desborda a lo interno de los cuarteles una obediencia cuadriculada que se afinca con ideaciones extemporáneas. Pareciera más un mecanismo de defensa para sobrevalorar los cuestionados atributos de quien proveniente de tal sector hoy está convertido en Comandante en Jefe de la Fuerza Armada.
El sujeto-militar percibe, capta, internaliza y actúa acríticamente, y lo hace regustado por haber respondido con lo ordenado ideológicamente por su superioridad. Aflora una extraña sumisión para aceptarlo todo sin discutir nada. No hay posibilidad de juicios que contesten a esa rara lógica del deber ser. Las consecuencias de sus actos sólo son legitimadas si guardan correspondencias con las dosis de ideologización recibida. Tristemente, por ese camino, a pesar de nuestro sistema democrático nos conducen a la instauración de un Estado Totalitario, cuya peculiar filosofía queda engastada en un militarismo arrogante de una postura doctrinal que estima necesaria, obligante y conveniente la preponderancia del sector castrense dentro de nuestra sociedad venezolana. Hay una alarmante invasión-penetración de los monopolizadores de las armas sobre el resto del mundo civil en el desempeño de los cargos de la administración pública, para lo cual ya han dado excesivas muestras de ineptitud y desvaríos en el manejo del erario nacional.
Dos aspectos importantes que dicen de la condición militarista aquí y ahora viene dado por el ascenso de un pequeño grupo de oficiales militares a un aparente poder imbatible; y por el porcentaje del Producto Interno Bruto que este país está destinando cada ano para los apertrechamientos de armas de todo tipo y de equipos bélicos. Así además los regímenes considerados totalitarios-autoritarios marcan más su preocupación por el control estructural del gobierno, al precio que sea, con la consecuente jerarquización del poder, por encima de la satisfacción de las necesidades socio-económicas propiamente dichas de la población. El propósito y fin último está diseñado para asir de manera absoluta la institucionalidad del Estado. Pensábamos que había quedado clausurada la imagen y tosquedad del militarismo y la dificultad de su aplicación por la rigidez social que conlleva; sin embargo, no basta transformar el maquillaje a través de mecanismos electorales, con la finalidad de dar un barniz de legitimidad, porque siempre irrumpe con fuerza y se devela la verdadera intención de negación de las libertades y las categorías humanas. No puede hablarse de Socialismo o Revolución cuando los administradores de la violencia del Estado se encuentran ocupando los espacios de dirección. Esto es antinómico en una Democracia. Militarismo y Estado de Derecho son entidades excluyentes. El militarismo ha servido históricamente para reprimir a los pueblos. Antes de su política de expansión guerrerista la Alemania nazi se encargó de liquidar toda clase de disidencia. La intolerancia del fascismo italiano se manifestó claramente por pandillas que agredían a los opositores.
Ciertamente la concepción y práctica de la autoridad está consustanciada con la Democracia, no así lo que Sartori denomina “Personalidad Autoritaria” para señalar un tipo de estructura de la personalidad que no es afín a la manera de vivir democrática. Los Autoritarismos son siameses con los militarismos, crecen solazados en la interpenetración ecológica de los variados elementos que les dan soportes.

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