martes, 2 de mayo de 2017



Constituyente madurista: estafa y ardid tramposo
Dr. Abraham Gómez R.
Ex candidato a la Asamblea Nacional Constituyente
por la oposición unida en Delta Amacuro (1999)


La historia de Venezuela puede testimoniar que ha habido en los tramos difíciles procesos constituyentes originarios, abiertos a la participación libre de los ciudadanos, sin sesgos que la manipulen en la conformación ni en los debates. No le tememos a una Constituyente.
Por sólo mencionar cinco grandes momentos de llamado al pueblo para rehacernos como Estado republicano, a través de una Asamblea Nacional Constituyente: 19 de abril de 1810, cuando  declaramos nuestra independencia de España; otro hito bastante marcado se dio una vez separada Venezuela de la Gran Colombia en el año 1830; así también cuando finalizaba la Guerra Federal en 1863 para zanjar esa abominación interna; tal vez  aún se haga memoria de la Constituyente de renombre de 1947, y por supuesto la de 1999 que produjo la actual Constitución Nacional.
Reconocemos que ha habido muchos otros eventos con idénticas características constituyentitas en el devenir de la historia patria, con mayor o menor renombre.
Escuchamos y analizamos el discurso de N. Maduro invocando  el contenido y propósito del artículo 348 de la Carta Magna, que ciertamente le confiere la iniciativa, en su condición de presidente de la República para convocar a una Asamblea nacional Constituyente; sí, pero los procedimientos comiciales los asume el Consejo Nacional Electoral para: consultar primero, mediante referendo si la población desea  instalar una Asamblea Nacional Constituyente, y de resultar afirmativo desarrollar a partir de allí todas los dispositivos a que haya lugar, con las bases electorales suficientemente transparentes: qué tipo de Constituyente ( ¿originaria o derivada?), para qué una Asamblea Constituyente ( ¿para transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución?).
Parece que la intención sibilina es liquidar a la que ellos alababan como la mejor Constitución del mundo. ¿Acaso buscan borrar la herencia chavista al “matar la Bicha”?; con lo cual, de paso, borrar a la Asamblea Nacional y hacerse una estructuración jurídica a la medida madurista: que no inoportune sus designios totalitarios.
Si respetamos al pueblo, en tanto depositario del Poder constituyente originario, estamos obligados a dejar que los ciudadanos escojan y elijan libremente a quienes integrarían una Asamblea Nacional Constituyente, si es el caso.
Sin embargo, en el discurso del supuesto convocante (que esconde un ardid tramposo) deja entrever que él y su parcela ideológica se reservarían un caudal importante de integrantes de tal asamblea. Tal añagaza es inaceptable dentro del constitucionalismo moderno.
La actual crisis que atraviesa nuestro país, precisamente en este momento, no necesita una Asamblea Constituyente, sino aplicar la vigente Constitución en su esencia y principios.



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