¿De buena conducta, habla usted?
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Hay una categoría, para
calificar la conducta humana, que ha venido siendo manoseada desde hace
muchísimos años.
Tal vez no consiguió
Cicerón un vocablo más adecuado para
traducir la palabra ethos de origen griego al latín que el de mos, moris (maneras
de vivir) que apunta, con precisión hacia la moralidad y las buenas costumbres.
De allí para adelante,
las palabras ético-moral se han hecho siamesas y correlativas. Cuando usted
señala una de las dos crea, por insinuación, la imagen mental de la otra.
Así entonces, si
decimos que tal ciudadano ha asumido un comportamiento ético, ya uno casi
sospecha que su desenvolvimiento social será de probidad.
Nuestro famoso y
admirado filósofo Fernando Savater en su libro Ética para Amador, define la
ética como «el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto el arte de discernir
lo que nos conviene (lo bueno) y lo que no nos conviene (lo malo)”.
Este enjambre de
comportamientos tiene su raíz en cuerpos sociales que diseñan directa o
indirectamente tu modo de ser.
Dicho más
sencillamente, tu personalidad estará en correspondencia con la manera como te formaste e informaste;
según las fuentes principales que aportaron influencias para conformar tu orientación Política (discernir
en la Polis), y que te crearán los efectos de largo plazo.
Generalmente, la
influencia se origina en la familia. Los niños a veces adoptan los valores
ideológicos de sus padres. En segundo lugar, los educadores y otras figuras de
autoridad educacional tienen un impacto significante en la orientación
política; en tercer lugar, los coetáneos afectan la orientación individual-social.
La gente de tu mismo tiempo existencial.
Estamos de acuerdo en
los dos siguientes aportantes en el comportamiento humano, en estos tiempos:
La mayoría de los científicos políticos coinciden en que los
medios de comunicación de masa tienen un impacto profundo en el comportamiento y
que además la socialización es el
procedimiento a través del cual las personas adquieren el conocimiento, las costumbres y
las orientaciones de valor que serán útiles en el futuro.
Después de esta amplia
introducción, cabe preguntarse: ¿quién otorgará certificado de buena conducta a unos ciudadanos que aspiran
cargos de representación popular? y ¿a cuenta de qué?
¿Quién tiene suficiente autoridad ética-moral
en el seno de ese esperpento inconstitucional llamado asamblea nacional
constituyente para ponderar el comportamiento político y social de los
ciudadanos?
No dudamos en calificar
que la pretensión de emitir un comprobante,
por parte de la írrita asamblea nacional constituyente, donde conste que la
gente se porta bien, configura un factor aberrante de valoración subjetiva y
discriminante en un país democrático.
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