miércoles, 2 de mayo de 2018




Vaciamiento de criterios
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Me agrada cuando tengo la oportunidad de asistir a algún evento académico  a donde se me invita; por cuanto, participar y exponer nuestras ideas, en una actividad de tal naturaleza, implica  que  como docente uno debe asumir  y tolerar  los criterios diversos que siempre afloran.

Los demócratas sabemos que hay razonamientos  múltiples, que dan asiento al pensamiento plural, que discurren en sentidos distintos, dispares, y algunas veces coincidentes. Ello hace productivo el crecimiento personal e institucional.

 Uno se siente a regusto, con tales invitaciones para repensar cosas.

Les confieso que en las conferencias no llevo “varitas mágicas” que insinúen soluciones a problemas actuales en nuestro Delta, ni del resto del país. Menos asisto a las universidades en plan de  pontificar nada.  Apenas asomo algunas reflexiones-inquietudes aparejadas a mi deseo y propósito  de compartirlas; al propio  tiempo que recojo las posiciones que se despliegan y  se generan en la actividad; y que al metabolizar lo que se dijo ensancho mis conocimientos del mundo y de la vida.

Hemos presenciado y vivido experiencias académicas interesantes. Por ejemplo, Suele ocurrir que, como estamos en un atolladero, en una especie de  atasco socio-político, siempre aparece  alguien proponiendo que hay que constituir una comisión de reforma.   Jamás se le ocurre que de lo que se trata es de Transformar, señalamos nosotros. Porque por la vía de la reforma no vamos hacia ninguna parte. Porque la reforma se encamina a intentar los cambios cosméticos en la forma, el aspecto, la apariencia, medio retocar lo visible, dejando las estructuras interiores  intactas. Contrariamente la Transformación ahonda en las elucidaciones, profundiza en los asuntos y trastoca las racionalidades y las lógicas con las que  operan las perversas ideologías totalitarias que se han anidado  y enquistado en esta hora aciaga en Venezuela, y no permiten que se consigan vías expeditas para abatir el caos.

Con tristeza y perplejidad uno observa que quienes se dicen militantes del actual régimen, quienes hacen consignas repetitivas huyen de las tareas de autocríticas; menos aceptan que se les diga que las muy pocas diligencias practicadas para el crecimiento de las ideas  o la búsqueda de soluciones a la caotización en que nos encontramos  han tenido nulos  resultados.
Cada día retumba con más fragor la expresión hermosa: la condición natural de los seres humanos es  vivir en libertad.

Usted no va a creer, pero en las universidades también conseguimos a mucha  gente  con vaciamiento de criterios.  O porque ellos así lo quieren o porque se los imponen y aceptan sin chistar. No admiten la catástrofe que se nos vino encima, provocada por la ineptitud de los gobernantes. Ellos sostienen, empecinadamente, que la fatalidad nuestra viene de afuera.
¿Qué no toca decirles?: La convincente  lección de siempre “jamás habrá justicia social si el principio rector para tal ejercicio político provine  de la sumisión”. 

Quienes escuchamos las aludidas  intervenciones, en foros académicos, de gente que se supone formada intelectualmente, nos llenamos de estupor.

Docentes universitarios que aceptan sin discusión que cuando  asumen y pronuncian solidaridad partidaria (en esto que han dado en llamar Socialismo del siglo XXI) renuncian ipso-facto al pensamiento crítico y a sus propias consideraciones.

No son más, decimos nosotros, que sustratos de indignidades, por cuanto la dignidad se explica en buena medida por la autonomía intrínseca e inherente del ser humano. Pues, sólo el que sabe gobernarse así mismo según su racionalidad resulta poseedor pleno de sus acciones y en consecuencia, al menos parcialmente, un sujeto libre: es un ciudadano.

Cuando tú tienes  dignidad, tú toleras las diferencias para que afloren las virtudes individuales.
Entendemos que la práctica política, aunque orientada  por  la formación ideológica y para el  ejercicio del poder para la toma de decisiones, no implica, obligadamente, que quien haga política de entrada deje hipotecada su dignidad y pensamiento crítico.



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