Laudato si: voz premonitoria desoída.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
En los últimos cien años los Papas
han ido acostumbrando a la Iglesia y a
toda la población mundial a escuchar sus mensajes sociales cada cierto tiempo.
La Iglesia se
integra a las sociedades para alcanzar soluciones conjuntas a sus muchos
problemas; lo han hecho de manera especial, a través de sendos documentos
originados en el Vaticano, conocidos con el nombre de Encíclicas; cuyos
contenidos van dirigidos Urbe et Orbi (a todas las ciudades y a todo el mundo).
Sin embargo, su mayor destinatario lo conforma el cristiano de corazón y
práctica.
Permítanme revisar
el siguiente dato sociolingüístico: en la antigua Iglesia Cristiana, una
“encíclica” era una carta circular enviada a todas las iglesias de una región
específica. En ese momento, el término podía utilizarse para referir a una
misiva común enviada por cualquier obispo a sus fieles. La palabra proviene del
latín "encyclia" y del griego "egkyklios" que significa
"envolver en círculo", que es también el origen de la palabra
"enciclopedia".
Regresemos a lo concreto de la Encíclica, como tal, por la importancia e impronta que fue adquiriendo
a lo interno de la Iglesia y su proyección hacia toda la humanidad.
La Iglesia Católica Romana le confirió
suficiente fortaleza a ese vocablo de forma y fondo, en su estructura y
significado.
Todas las
Encíclicas han sido impactantes en los períodos siguientes a su publicación; repercusión
que, en algunos casos, han perdurado varias décadas.
Las Encíclicas,
desde la primera con carácter social: la Rerum Novarum del Papa León XIII, en
1891, persiguen la absoluta identidad de la Madre Iglesia con los asuntos que
atosigan a los seres humanos, sin ningún tipo de diferenciaciones. Por eso, nos
atrevemos a señalar que los citados documentos no se quedan únicamente en lo
coyuntural o teórico; por cuanto la Iglesia ha permanecido al lado, en pleno
acompañamiento del pueblo sufriente.
Su Santidad
Francisco nos entregó, hace ya cinco años, la Encíclica Laudato si (Alabado
Seas, Señor); de cuyo hermoso texto se pueden ir coligiendo algunas
consideraciones, bastantes pertinentes en estos tiempos.
Digamos que en
verdad “Laudato Si”, en las terribles circunstancias que atravesamos en este
tramo epocal, sigue siendo un gran regalo para la humanidad, aunque desoído y
su contenido inaplicado en muchas naciones del mundo. ¿Por eso será que estamos
hoy atosigados de tantas incertidumbres, perplejidades, sin atinar alguna
solución eficiente a la crisis pandémica que nos sucumbe?
En ese reflexivo
escrito se resalta el valor del planeta Tierra; refiriéndose a éste como la
casa de toda la humanidad. A lo largo de sus densos párrafos hace pleno énfasis
en torno a la defensa de la naturaleza, la vida animal y las reformas
energéticas.
Francisco realizó
una fuerte crítica al consumismo y alertó sobre la necesidad de combatir la
degradación ambiental y el cambio climático.
Conforme a lo que
analizamos en el texto citado del papa Francisco, la actual idolatría del
consumo (comprar, usar y botar por obsolescencia programada), conduce a una
degradación de la dignidad humana.
En “Laudato si” hay un diagnóstico descarnado y sincero de la
crisis ambiental, por la que atraviesa la humanidad. Asunto absolutamente
innegable.
La crisis ecológica
es parte de una más amplia, que afecta todas las facetas de la actividad humana
y exige un tratamiento integral.
Podemos seguir
exponiendo, de acuerdo con lo que dice el texto Papal, que la degradación socioambiental trae como
consecuencia el descalabro de la vida humana de forma acelerada.
Acaso queda alguna
duda de la importancia y urgencia de transformar ese modelo basado en la
ambición y el consumismo, que nos impide que logremos un planeta sostenible.
La frase más polémica
pronunciada por el sumo Pontífice, que aún resuena: “La Tierra, nuestra casa,
parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
En las actuales
circunstancias pandémicas en que nos encontramos, podemos apreciar tal mensaje
del Vaticano como una voz premonitoria.
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