miércoles, 15 de julio de 2020



Dicho todo en apenas siete palabras
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Prestemos atención por un instante a lo siguiente: el cuento más corto en la narrativa contemporánea, contiene únicamente siete palabras, cuyo título “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Ese es el cuento, allí está dicho todo. Ni más ni menos. Tales siete palabras abarca la extensión del discurso, que su autor el guatemalteco Augusto Monterroso quiso expresar. Es un manejo legítimo y valioso para concitar la lúdica en este género literario.
Sí, todo el texto en apenas siete vocablos. Increíble. ¿Usted se imagina la cantidad de ideas que ebullen, a partir de su lectura?...! Nace toda una constelación reflexiva para pensar y elucidar luego de asir esas pocas palabras, que encierran un ilimitado sentido.
Ese cuento siempre ha constituido una provocadora insinuación, tal vez invitación, para ahondar nuestras reflexiones, con densidad crítica y carácter diacrónico (la sucesividad a través del tiempo).
Pero, a pesar de su brevedad no por ello resulta ser un cuento simple y sencillo; por el contrario, su cortedad exige un análisis concienzudo para determinar con certeza qué fue lo que nos quiso decir este afamado cuentista.
A cuáles tareas nos conduce la lectura de este texto: a afinar el análisis; como también, a agudizar nuestra perspectiva para develar las categorías filosóficas que sirven de estribaciones a Monterroso para la construcción de este fino discurso; más aún, intentar pesquisar, en la medida de nuestras posibilidades, cuál es su eje argumentativo central.
Monterroso es uno de los máximos escritores hispanoamericanos y uno de los grandes maestros del relato corto de la época contemporánea.
Gabriel García Márquez, refiriéndose a la obra de Monterroso escribió: "Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad".
Recordemos que la expresa manifestación, plena de sentimientos y sobradas emociones, para encadenar rítmicamente las palabras no es un hecho único que distingue a la poesía de la prosa.
Hasta mediados del siglo XIX constituía la mejor forma de diferenciar ambos usos del lenguaje. Una cosa era prosa y otra poesía.
En la actualidad, en verdad, nos conseguimos siempre prosas hermosas que contienen a lo interno de su constitución un inmenso mar de poesía. Siempre vamos a hallar suficiente poesía que se puede vocear como prosa.
El cuento que aludimos de Monterroso se ha vuelto, a nuestro parecer, tan versátil que vale tanto como una hermosa poesía escrita en prosa.

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