La lúdica
arromanzada del bardo cumanés
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Si usted dispone de
tiempo, acepte nuestra invitación para releer el poema La Renuncia, cuya
autoría corresponde al insigne Andrés Eloy Blanco.
Le adelantamos que
debe afinar, una vez más, su imaginación para ir desenhebrando tejidos desde
sus hipérboles, símiles y metáforas, ingeniosamente construidas.
Mediante su acuciosa
perspectiva se conseguirá en esa preciosa textualidad todo un caudal de ideas y
sueños entrecruzados; plasmados en sus rimas consonantes y asonantes para
armonizar y configurar belleza plena a las citadas figuras literarias; buscadas
adrede con intención expletiva del poeta.
Deje a un costado
cualquier prejuicio distractor que le pueda estorbar la necesaria mirada en
esta relectura.
Preste atención al
brillo y exquisitez que deslumbran al leer las siguientes evocaciones, que
trasladan el sentido; trocando las palabras sin desdibujar el significado y
orden: “Proximidad de lejanía”, “Encinta de estrellas” y “desbaratando encajes
regresaré hasta el hilo”.
Así también, haga
lo posible por asir y develar el acuñamiento de las siguientes exageraciones
retóricas, que nos entrega el poeta: “Manos locas”, “Amorosos bríos” y “Cuántas
veces el anhelo menguante pide un pedazo”.
Nuestro admirado Andrés
Eloy, creador de palabras, apela a las comparaciones, seguro de reforzar en
esos menesteres, todo cuanto desea expresar. Fíjese para que aprecie y valore
la profundidad de las similitudes urdidas: “como renuncia a Dios el delincuente”,
“como el marino que renuncia al faro” y “como renuncia el loco a la palabra”.
Cuando nos
compenetramos, una y muchas veces, en la relectura de esta obra es cuando se
hace posible pesquisar que el eje temático central está dirigido a dejar atrás,
preteridamente, cualquier disposición de iluso crecimiento personal insustentable,
inútil, vano.
El poeta
exterioriza su insatisfecho mundo interior; el cual ha estado anhelante de
realizaciones; además, ávido de vivencias y desatadas experiencias.
El poeta pone en
claro que él prefiere, por sus propias ocultas motivaciones, regresar a lo cotidiano
para reencontrarse, tal vez, en un “eterno retorno” con la mundanidad. Volver a
sus quehaceres de cada día, sin máximas aspiraciones por lo pronto, en su
soñado engrandecimiento.
La Renuncia reúne las características de la composición
poética denominada soneto; por cuanto, en sus ocho estrofas: siete cuartetos y
un sexteto predominan versos de arte mayor, fundamentalmente endecasílabos, con
algunas combinaciones métricas que le tributan esplendor y ahondamiento al
poema.
Apreciamos, al
interiorizarnos con la lectura comprensiva, una variante lírica en el contenido.
En honor a la verdad, más en su “trasfondo narrativo” que en su estructura
formal.
Ese asomo lúdico
que nos parece derivar hacia la composición lírica, se logra percibir, de modo
explícito, cuando el poeta sucrense transmite sus sentimientos, emociones,
sensaciones y perspectivas circunscritas a sus subjetividades.
Entonces a partir
del precioso híbrido del soneto y la lira ha logrado un efecto unitario de
cadencias reiterativas y acentuales que aspira la asimilación.
Ciertamente, el
poeta a veces nos confunde en el texto; al instante de hacerlo aparecer como
una “silva arromanzada”; únicamente que no posee versificación de arte menor,
lo cual es una notoria característica del movimiento regulado de la castellanización,
en el Renacimiento, para este específico género literario.
La estructura
métrica del poema posibilita su lectura con suficiente comodidad.
Elegante amalgama
de versos endecasílabos, dodecasílabos, tridecasílabos y alejandrinos,
repartidos en sus ocho estrofas, abundantes de sinalefas, sinéresis y diéresis,
que para nada complejizan la interpretación y la comprensión
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