Keith Rowley:
vapuleador de la historia e ingrato en el presente
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Nos llena de congoja la forma artera y ruin cómo nuestros
compatriotas son perseguidos y maltratados por las autoridades de esa isla,
bajo la conducción cobarde del “sargentón Rowley”; quien en un arrebato de
extrema xenofobia se ha atrevido a declarar que los venezolanos (no hizo
excepciones) que se han ido para Trinidad son malandros o prostitutas.
En estos momentos son deportados casi quinientos
compatriotas, sin discriminación; así posean sus respectivos registros y demás
formalidades para permanecer legalmente en esa nación. Los traen en barcos, en
condiciones inhumanas, en su mayoría son personas del estado Delta Amacuro.
Conforme a nuestros registros locales, el (75%) de quienes se
han visto obligados a emigrar hacia la vecina isla son profesionales
universitarios, que allá se desempeñan “en cargos rudimentarios” para
subsistir. Esos compatriotas son hostilizados, cazados como animales,
encarcelados y llevados a los buques de carga para obligarlos a regresar a
Venezuela.
El mencionado ciudadano en el título de la presente
reflexión, se ha venido desempeñando como primer ministro de la República de
Trinidad y Tobago. Nótese que el cargo lo he escrito adrede en minúsculas; por
cuanto, tal es el merecimiento, para lo que explayaré.
El señor Rowley de nula formación académica, cuya vida ha
medrado en los intersticios de los partidos políticos, que llega a ese cargo
luego de muchas maromas, desconoce la formación societal de ese pueblo.
Particularmente, el estado Delta Amacuro siempre ha sido un
espacio amplio y generoso para las numerosas familias de Trinidad y Tobago, que
permanentemente han hecho de esta entidad su lar para desarrollar
potencialidades y desplegar sostenidos emprendimientos.
El ignorante Rowley olvida los estrechos lazos de
confraternidad de nuestros pueblos.
Las familias deltanas tenían, como natural costumbre, enviar
a sus hijos a Trinidad para cursar estudios y, consecuentemente, aprender el
idioma inglés. Así también, se han logrado con los años los hermosos
entrecruzamientos de valores, tradiciones, y una apreciable lexicografía, con
un sociolecto distintivo que nos enorgullece.
Cuando superemos esta hora aciaga. Cuando esta crisis se
convierta en una página amarga de nuestra historia contemporánea, el señor
Rowley será “sepultado” como un canalla que se prestó al deleznable juego de
descalificación de nuestra venezolanidad.
Todos hemos estudiado, y hoy recordamos que Trinidad y Tobago,
llegaron a formar parte de la Capitanía General de Venezuela, creada mediante
Cédula Real de Carlos III, el 8 de septiembre de 1777.
Los aborígenes Caribes siempre habían poblado estas vastas
extensiones de tierra y mar, antes de los procesos de conquista y colonización,
iniciada por los españoles en el siglo XV.
El almirante genovés Cristóbal Colón, cumpliendo la misión de
los reyes católicos, descubrió la principal de las islas el 31 de julio de
1498, y la bautiza “Tierra de la Santísima Trinidad”. A los pocos días bordea
una porción insular más pequeña que denominó “Bella Forma”, lo que es
actualmente Tobago.
Lo que más aspiro resaltar, en el breve relato
historiográfico, es que la Provincia de Trinidad fue creada en el siglo XVI por
los españoles, siendo su capital San José de Oruña.
A fines del siglo XVIII la posesión la tenía España; porque
Trinidad y Tobago hacían parte de la
Capitanía General de Venezuela; pero, en el transcurso de las guerras
napoleónicas, en febrero de 1797, una fuerza británica inició la ocupación del
territorio; por lo que, dejamos sentado que fue por una vil ocupación que no
posesión, como nos arrebataron la Isla de Trinidad.
En 1802 mediante una maniobra llamada Tratado de Paz de
Amiens las islas de Trinidad y Tabaco (en inglés: “Tobago”) fueron transferidas
para su completa ocupación y dominio al Imperio Inglés.
La población amerindia que estuvo poblando ese territorio
insular se extinguió o la aniquilaron.
Los aborígenes, como legítimos autóctonos, sufrieron de
estrategias inglesas de sustitución por la población africana, llevada a la
fuerza, en barcos negreros, por los británicos; con lo cual se aseguraban mano
de obra esclavizada para las plantaciones de caña de azúcar y tabaco.
Prestemos atención a lo siguiente: al hacer una rápida
ilación (sin h) sociohistórica de los orígenes de esas inmensas islas situadas
en el noreste de Suramérica, que luego recibieron las denominaciones de
Trinidad y Tobago, se aprecia, con relativa facilidad, que pertenecieron al
poderoso, para entonces, Imperio Español.
De tal manera, que cuando la Comunidad Internacional escucha
al señor Rowley alardear con declaraciones destempladas, de la siguiente ralea
“Esta pequeña nación no puede convertirse en un campo de refugiados para la
población venezolana”. Todo el mundo queda atónito, por la ignorancia que lo
caracteriza y la pobrísima formación. Además, por la ingratitud de su comportamiento.
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