Guayana
Esequiba: nada de Aquiescencia y menos Estoppel
Dr.
Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana
de la Lengua
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Miembro de la ONG “Mi mapa de Venezuela”
La conocida
controversia la hemos venido sosteniendo y la cual no nos cansaremos de
explayar y defender con valederos alegatos en cuanto escenario se presente,
frente a los absurdos argumentos de la contraparte de que hay un Laudo Arbitral
definitivamente firme y ejecutoriado.
Tenemos bastantes títulos
históricos, cartográficos y jurídicos plenamente vigentes que nos favorecen,
siempre y cuando estemos dispuestos a probar en la Corte, lo que en justicia
nos corresponde.
Comencemos por dejar
sentado, suficientemente, que el Acuerdo de Ginebra, firmado el 17 de febrero
de 1966 (próximo a sus 56 años) viene a ser – en este preciso momento-- el único
instrumento jurídico, donde “está vivo” y reconocido este pleito centenario, y
en el cual se sintetiza la esencia de nuestro reclamo. Agreguemos, además, como
un hecho interesante – a los efectos del Derecho Internacional Público- que en
el propio contenido del precitado documento se pone en tela de juicio y se
cuestiona el Principio de intangibilidad de
la Cosa Juzgada (Res Judicata).
Sin embargo, lo más delicado
(y tal vez peligroso) para nosotros en esta reclamación es que actuemos con
demasiadas flexibilidades para con la contraparte –adversaria en la Corte- que
ha venido, y siempre ha estado dispuesta a todo.
Me permito formular la
siguiente observación, con severidad, para su permanente consideración: la Aquiescencia,
es decir las permisividades de nuestros gobiernos, nos ha causado daño considerable.
Aquiescencia que se ha
deducido, desde hace muchos años, a partir del silencio o la abstención de nuestro
Estado ante los hechos o actos del Estado guyanés, que han sido susceptibles de
modificar la situación jurídica existente.
Debemos evitar –en
todo momento y circunstancia-- la Aquiescencia o consentimiento tácito; con la
cual Guyana alardea de un dominio y soberanía artificiosas en la zona en
conflicto, o que actúe como mejor le plazca; por ejemplo, entregando
concesiones a empresas transnacionales a diestra y siniestra; porque, tales
permisividades comportan manifestaciones contraproducentes en nuestra contención, justificada
por el vil despojo que nos causaron con el Laudo Arbitral de París, del 03 de
octubre de 1899.
Los Esequibistas (así
nos hemos dado a conocer quienes estudiamos
este asunto litigioso y defendemos esta séptima parte de nuestra
geografía) en bastantes ocasiones entregamos públicamente las debidas advertencias a las autoridades de
la Cancillería venezolana, en el sentido de que quedarse callados o admitir por
omisión lo que la excolonia británica nos sigue perpetrando, o dejar pasar las denuncias oportunas y contundentes puede
llegar a considerarse como silencios cómplices y/o alabanzas imprudentes e
inconvenientes en favor de la contraparte.
Otro elemento que
debemos tener sumamente presente es el Principio de Estoppel; es decir, casi
que un desistimiento del reclamo, algo parecido a no entrar en complicaciones
ni consecuencias.
No resulta nada favorable
para nosotros ir contra nuestros propios actos; señaladamente caer en Estoppel.
Principio jurídico que para el Derecho Internacional se refleja con el
enunciado: “Objeción que hace un tribunal
internacional, y que se opone a que un Estado, concernido en un
proceso, pueda contradecir una posición que tomó anteriormente, y por la cual la
otra parte en el litigio había puesto su legítima confianza y había ya
estructurado su contestación”.
Al respecto, atendamos
a los siguientes sencillos ejemplos para ampliar la comprensión, de lo que
encierra la delicadeza de llegar a incurrir en Estoppel.
Primer ejemplo: el caso de un trabajador que ha
venido alegando malos tratos por parte de quien lo empleó; pero cuando se
habilitan los procesos para que se haga justicia; entonces, por su propia
iniciativa el empleado prefiere dejar las cosas como si no estuviera sucediendo
nada.
Segundo ejemplo: un
ciudadano que reconoce voluntariamente (acto de admisión de paternidad) a una
persona como hijo, y pretende posteriormente impugnar dicho estado civil.
En nuestro caso.
Aquiescencia y Estoppel, ambas perniciosas manifestaciones: la dejadez para
denunciar ante la ONU, por extensión a la Comunidad Internacional; y el
“coqueteo” o juego imprudente, indecisiones o
improvisaciones que conspiran
contra nosotros en los reclamos, que desde hace más de un siglo hemos hecho de
la Guayana Esequiba.
Por las declaraciones
que vienen ofreciendo las autoridades gubernamentales de la excolonia
británica, en los diversos escenarios internacionales, uno va sacando cuenta,
aproximadamente, cuáles estrategias han urdido los coagentes guyaneses en la
controversia, tanto a lo interno de la Corte Internacional de Justicia (CIJ),
donde ahora se dirime el pleito; como también en procura de acopiar
solidaridades.
En el presente asunto
litigioso que tenemos por la Guayana Esequiba, se hace inevadible e inexcusable
que afinemos, con suficiente precisión, las palabras que utilicemos para
referir todos y cada uno de los factores concurrentes en esta controversia. Que
repensemos nuestras conductas y modos de actuar; porque la Parte con la que
ahora confrontamos en el Alto Tribunal de La Haya está pendiente de lo más
mínimo que decimos o hacemos para utilizarlo procesalmente, en nuestra contra.
En otro orden, deseo
manifestar al país que, luego de un reciente recorrido por un sector de la poligonal
fronteriza venezolana, –lamentablemente-- encontramos precarias condiciones de
aislamiento y muchísima pobreza; cuya inmediata consecuencia es un marcado
desequilibrio geopolítico; aunque con enormes posibilidades para asegurar
geoestrategias.
Corresponde al Estado
venezolano, obligantemente, encarar los problemas de todo tipo confrontados en
los espacios fronterizos y procurar – con inmediatez—sus respectivas soluciones.
Se sabe
suficientemente que en los ámbitos fronterizos se amalgaman las dimensiones
humanas, socio-económica, cultural, ética, política, militar, religiosa, estética
etc. generadas a partir de la interactividad que mantienen los habitantes de
esos espacios.
Por lo antes dicho, me
atrevo a entregar esta reflexión a nuestras autoridades de la Cancillería y
demás órganos competentes: “en la
aritmética fronteriza venezolana uno más uno nunca es una suma, sino una
multiplicación”. Problemas y soluciones se vuelven exponenciales.
La anterior
aseveración está basada en que la gente que allí convive –nos consta de muchas
maneras– poca o ninguna importancia le da a “la línea, a la raya imaginaria”
que como figura geodésica de los Estados colindantes intentan separarlos. Las personas
conviven en uno y en otro lado, indistintamente. Tampoco, los habitantes de las
fronteras se sientan a esperar las soluciones que enviarían desde el nivel
central. La gente busca arreglárselas como pueda, a cualquier precio para su
subsistencia. Allí hay otro modo de valorar y vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario