Guayana
Esequiba: nuestra compleja contestación frente a una causa ineficaz
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión por el Esequibo
y la Soberanía Territorial
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos
de Venezuela (IDEFV)
Asesor de la ONG Mi Mapa
Hemos estado
reclamando con ímpetu para nuestra Nación la restitución de toda esa inmensa
extensión territorial, que vilmente nos despojaron. Ha habido desde hace muchos
años y gobiernos -lo reconocemos- algunos
deslices e impropiedades; no obstante, la fuerza
contencional ha sido indetenible e implacable.
Las peticiones
reivindicativas que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y
jurídicas no están sustentadas en caprichos, malcriadeces diplomáticas,
reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas.
Se conoce
Suficientemente que cuando se negoció, suscribió y ratificó – por las delegaciones estatales-
el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, por la representación del Reino Unido (Sr.
Michael Stewart); así también admitido
por el Sr. Forbes Burnham (para entonces, primer ministro de la colonia llamada
Guayana Británica) y por nuestro país
el excelso canciller Ignacio Iribarren
Borges; en ese acto e instante quedó
sepultado –por saecula saeculorum— el ominoso laudo, gestado mediante una tratativa perversa
en contra de los legítimos derechos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.
Ya hay algunas opiniones, a lo interno de la
Corte Internacional de Justicia, que señalan el desacierto procesal de Guyana,
por insistir con el tramposo “laudo”, como causa de pedir; asimismo, dicen los
honorables magistrados que con tales recursos argumentativos la delegación de
la excolonia británica jamás ganaría este juicio.
No tienen la
menor posibilidad jurídica para salir airosos; por eso la desesperación de los
representantes de la cancillería guyanesa al ejercer presión a todos los
niveles; incluso solicitar – como ya lo hemos denunciado-- a las plataformas
Facebook, Instagram y Twitter que se abstengan de publicar la Guayana Esequiba
en la cartografía referida a Venezuela.
Vistos y analizados así los acontecimientos,
calificamos de muy mala fe y de temeridad procesal de Guyana al insistir en
sostener su Pretensión, en este juicio, en el reposicionamiento de un Laudo que
quedó desterrado – ipso jure-: sin validez, sin eficacia jurídica y sin ser
oponible a nada.
¿Cómo se les
ocurre afirmar en la interposición de acciones contra Venezuela –en procura de
acreditación de la Sala Juzgadora-- que el inefable “Laudo” es cosa juzgada y
debe configurarse (y aceptarse) como válido y vinculante para nosotros?
Han dicho, sin
escrúpulos, que la cuestionada "sentencia” arbitral, ha sido ejecutoriada
por nuestro Estado, a partir de la demarcación hecha en 1905; y que – por lo
tanto-- conlleva implícita los elementos impeditivos de impugnaciones.
Desde que se
conoció la vil tropelía perpetrada contra Venezuela no escatimamos
circunstancias ni tiempos para calificar razonada y enfáticamente, que la
citada tratativa política-diplomática fue un ardid urdido entre ingleses,
estadounidenses y el ruso De Martens. Por lo tanto, dicha sentencia nace viciada de forma y fondo y
sin eficacia jurídica. Por tal carácter nunca ha sido admitida como Res
Judicata.
Con esa
patraña no nos ganarán jamás, en justo derecho.
Hemos
insistido en advertir que no es poca cosa la Pretensión Procesal de Guyana; y
detrás de ellos, incontables empresas transnacionales en una lúdica de
intereses de múltiples aristas.
Al tiempo que
mencionamos -reiteradamente—la obligatoriedad nuestra de concitar una verdadera
Unidad Nacional. Aquí si cabe, vale y es propicia la expresión Unidad Nacional.
Este caso
trasciende a los gobiernos y a las oposiciones; va mucho más allá de las confesiones
religiosas y los intereses sociales o económicos.
Debe haber una voz y posición única reclamando;
a través de una vertebración estratégica diseñada por la Cancillería venezolana,
bajo las directrices del jefe de Estado, para seguir enfrentando, con
suficientes elementos --en las fases postulatoria (abril 2024) y probatoria- la
demanda del gobierno guyanés en la Sala Jurisdicente, donde ahora se dirime el
caso.
Siendo un
asunto de Estado --volvemos a mencionar—hay que evitar las incongruencias y
opacidades.
Entendemos que
no todo deba debatirse a luz pública;
sin embargo, admitida la “Diplomacia
Abierta”, según las bases teóricas de Woodrow Wilson, afloran ciertas informaciones
que la población debe conocer con anticipación, para sensibilizar un despertar
de conciencias y solidaridades. Y con eso no se le están mostrando nuestras
cartas de juego al adversario.
Por ejemplo, decirle
a la opinión pública nacional que estamos concentrados en la elaboración del
memorial de contestación de la demanda que debemos consignar el próximo año.
Que, para
tales efectos, se requiere la cooperación y participación de todos los sectores
– de nuestro país-- especializados en la materia: las Academias, las Universidades,
las Instituciones que han trabajado la controversia objetivamente, las
Fundaciones, las organizaciones no gubernamentales, las personalidades
estudiosas permanentes del litigio.
Celebramos la iniciativa
de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de incorporarse a dar su aporte
en las indagaciones y redacción de la contestación y donde sea menester. Así
también, pronto otras universidades harán lo propio.
Tales hechos
constituyen gestos hermosos que engrandecen nuestra patria.
Estamos obligados
a realizar todas las investigaciones documentales que refuercen la cadena
titulativa histórica y jurídica, en nuestro acervo de probanza; con la
finalidad de hacerlo irrebatible, cuando llegue el momento.
Toda Venezuela
se encuentra a la expectativa de lo que se ha adelantado para contestar la
acción interpuesta contra nosotros.
Debemos
disponernos –sin demoras — y declararnos a trabajar tiempo completo, mediante
la estructuración de una comisión multidisciplinaria, para la discusión,
análisis, las investigaciones
documentales (aludidas), armar la
narrativa de los hechos fundamentales y verdaderos, compendiar las alegaciones
de derecho; hacer las precisas consultas
públicas y privadas; en fin, todo cuanto haya que diligenciar para densificar
el Memorial de Contestación; es decir, tener nuestra carta de remate,
suficientemente compacta e inatacable.
Para alcanzar
tales objetivos con satisfacción y que arrojen resultados concretos, nos
obligamos a trabajar duro e incansable; sin distraernos en otros objetivos que
distorsionen o nos hagan perder un tiempo valiosísimo.
Inventar otras
salidas sería cometer errores. Nuestro deber absoluto –en los próximos meses- estriba
y se apoya firmemente en la elaboración de la compleja contestación, que de manera
responsable presentará Venezuela en el Ente Juzgador de la ONU.
En la acción
interpuesta por Guyana contra Venezuela no hay – hasta esta fecha-- en sus
anexos documentos históricos que demuestren o prueben nada. Ni los presentarán
porque no los tienen.
Permítanme esta
aparente digresión: Guyana ha querido impresionar, en sus tres comparecencias
ante la Corte, con unos mapas raros y sospechosos.
¿Por qué no le
tememos a esa develada estrategia de la excolonia británica?; porque,
justamente, un factor interesante que coopera para nuestro favorecimiento viene
relacionado con que las fronteras han tenido una vinculación estrecha con la
cartografía.
En este aspecto también salimos airosos.
La Corte sentó
la jurisprudencia de que la cartografía alegada por un Estado-Parte, en un
proceso de litigación, constituye –ciertamente-- una expresión física de la
voluntad del Estado concernido; pero no es suficiente como elemento de probanza
definitiva.
Prestemos
mucha atención a lo siguiente: la propia Sala sentenciadora de la ONU ha
dictaminado siempre que las cartografías constituyen – apenas– elementos
auxiliares en una controversia interestatal.
Todo lo
anterior lo decimos porque en el caso litigioso que nos ocupa frente a la
pretensión guyanesa, nos atrevemos a exponer el carácter irrebatible de
nuestros justos títulos –juris et de jure—que acompañan a la densa cartografía
que nos respalda.
Los Justos
Títulos y los mapas nos han dado siempre la razón.
Nuestro equipo
tiene que abocarse a demostrar (absoluta voluntad a toda prueba) –en su debida
ocasión y lugar– por qué calificamos (declaratoria) ese Laudo de írrito, nulo; y
además sin eficacia jurídica. Al tiempo que, nos obligamos a concordar los
discursos en idéntico sentido con la voluntad de lo que perseguimos. Evitemos
las incoherencias o contradicciones.
Ahí, justamente, es donde debemos mantener
nuestra expectativa y foco de atención.
Lo que nos corresponde hacer (preparar la
contestación) sin perder tiempo ni perspectiva. Ir afinando nuestras
estrategias para desplegarlas en el momento exacto cuando nos presentemos al
acto de consignación, para hacernos parte del juicio con nuestra manifestación
de consentimiento y posición inequívoca de obligarnos.
En tal
Memorial de contestación ratificaremos el contenido parcial (artículo primero)
del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966 (que tiene pleno vigor
jurídico) que ellos suscribieron (sin intimidación ni coerción): aceptaron que el
Laudo es nulo e írrito; por tanto, sobre ese adefesio no hay nada que discutir,
no es oponible a nada. Es una causa ineficaz; porque ha resultado insubsanable,
históricamente.
El laudo
tramposo es inválido, no surte ningún efecto. Así lo dejaremos sentado en
nuestra contestación.
La nulidad
absoluta –ipso jure—en la citada sentencia arbitral se generó desde el mismo
momento cuando se omitieron los requisitos necesarios para lograr su objetivo y
se burlaron los procedimientos. También ocurrió cuando se nos colocó, en tanto
parte interesada y concernida en una situación de indefensión, inclusive a
partir del Tratado de Washington de 1897.
No hay comentarios:
Publicar un comentario