viernes, 21 de febrero de 2025

 

Creación de una universidad para estudiar los Asuntos Fronterizos

 Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela.

 

La geografía humana, en su más amplia composición, que habita en los espacios correspondientes a nuestra poligonal fronteriza – en sus cuatro fachadas- debe despertar el interés y fijar la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano; con la finalidad de corresponderles debidamente y como se merecen, en todas las áreas dispuestas para su subsistencia.

 

Estamos obligados a estudiar académicamente y adentrarnos  en sus propios sitios de convivencias, para afinar mínimos detalles; para percibir de mejor manera  la cultura, la comunicación lingüística, los valores, la etnicidad, estética, la identidad,  los diferentes sistemas de producción según los rubros que son propios del específico lugar, la problematización que atraviesan,   la distribución geoespacial e interrelación con el resto del país de los aludidos compatriotas quienes  ocupan ciudades, pueblos y caseríos, con sus concretas y  muy diversas manifestaciones y desempeños,  que viven  en esos  inmensos espacios  de nuestra   extensión  territorial.

 

Así también, resultará interesante conocer – directamente- el modo específico (y en sus distintas variantes) cómo   estos compatriotas interactúan con su medio ambiente; además, percatarnos “allí mismo” la manera en que organizan sus sistemas políticos, económicos y sociales como expresión natural y legítima de su ubicación geográfica.

 

Todo un complejo e inevadible desafío para aprehender en esas comunidades la calificación pertinente por lo que estamos haciendo y lo que ellos hacen; al tiempo que le damos   sentido de pertenencia al lograr imbricarlos con el resto de la población nacional; con pleno respeto a sus modos, cosmogonía y costumbres.

 

Nuestro compromiso para estudiar los espacios fronterizos venezolanos, en la UNAFRONT, constituirá un eficiente reforzador de lo anteriormente citado.

Conocer integralmente lo que es nuestro en los ambientes colindantes con otros Estados es la mejor estrategia para defender tales zonas y a su gente frente a cualquier circunstancia o contingencia.

 

Han sido reiteradas   las conversaciones que he sostenido con los directivos de las Academias y otras entidades; cuyo eje temático siempre ha sido las fronteras venezolanas, en toda su consideración y magnitud.

 

Lo hemos estado explicando en las universidades con el siguiente tono e intención. Cuando se trate de discernir sobre las zonas o áreas fronterizas, tenemos que asumir idénticos propósitos de venezolanidad; por cuanto, constituye un Asunto de Estado el cual desborda cualquier parcela individualista. Dicho de otra forma, la línea opinática debe dimensionarse por encima de diferenciaciones ideológicas o partidistas.

El asunto fronterizo trasciende a los gobiernos.

Lo hemos reiterado, en todas nuestras conferencias por Venezuela: se hace obligante concitar una verdadera unidad nacional.

 

Visto y analizado el párrafo anterior, nos hemos propuesto proyectar una Universidad Nacional cuya malla curricular se constituya únicamente de Asuntos Fronterizos (la UNAFRONT, como ya se le comienza a denominar en todo el país).

Al revisar por muchas vías, no hemos conseguido ninguna entidad educativa similar en otro país; ni siquiera en naciones que han tenido pleitos y serias controversias limítrofes por años.

En esta oportunidad, nos encontramos afinando el estudio de factibilidad que consignaremos por ante la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) para la creación de la precitada Universidad, cuyos componentes curriculares – como se ha dicho- exclusivamente estriben en los Asuntos Fronterizos de nuestra nación y de otros países del mundo, aparejado a las Relaciones Internacionales.

 

Aspiramos que a través de innovadoras estrategias metodológicas; apoyadas en seminarios, foros, proyectos, investigaciones cualicuantitativas, estudios etnográficos, entre otras se haga posible desarrollar y analizar discernimientos, oportunas conferencias magistrales; visitas a los sitios de estudios, exposiciones e indagaciones documentales de delimitaciones y demarcaciones nacionales.

 

Particular interés y énfasis, por supuesto, lo tendremos en nuestros espacios fronterizos, en todas sus consideraciones e implicaciones. Valga decir, la conformación y nuestra herencia histórica; pactos suscritos.

Los elementos jurídicos que asisten a Venezuela. Nuestros estudios y registros cartográficos.

Las diversas reclamaciones y confrontaciones que hemos tenido. La dimensión étnica y demográfica en general que habitan nuestra poligonal fronteriza.

Los procesos productivos agroindustriales y energéticos factibles en esas franjas colindantes.

Los despojos territoriales que nos han perpetrado.

Nuestra proyección caribeña y atlántica. Los costados amazónico, andino y guayanés.

Son bastantes aristas a estudiar y problematizar, en su justa medida, en cuatro años aproximadamente.

 

Por lo pronto, el equipo ha analizado la probabilidad de ofertar tres carreras en la UNAFRONT. las cuales serían: 1) Asuntos Fronterizos, 2) Relaciones Internacionales,3) Etnodemografía.

 

sábado, 15 de febrero de 2025

 

Guayana Esequiba:  El Acuerdo de Ginebra con pleno vigor jurídico

 Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Los Esequibanos ( nacidos en esa hermosa zona) y los  Esequibistas quienes  estamos en permanente  defensa por honor y justicia en las distintas instancias nacionales e internacionales lo que siempre ha sido nuestro de pleno  y justo derecho  -desde la estructuración de la Capitanía General de Venezuela de 1777- debemos dejar sentado que lo más peligroso para nosotros en esta reclamación, conforme  al Derecho Internacional, es la Aquiescencia; vale decir,  la permisividad en que puedan incurrir, por dejadez u otros motivos y circunstancias, nuestros  gobiernos.

Hace 59 años, el 17 de febrero de 1966, suscribimos y ratificamos el Acuerdo de Ginebra que constituye el escrito jurídico para nuestra fortaleza histórica internacional, en la controversia frente a Guyana; por cuanto, contempla el reconocimiento de la trampa urdida; como también, se admite el rechazo absoluto al desgarramiento que le perpetraron a Venezuela en 1899.

 

Agreguemos que el juicio por La extensión territorial que nos desgajaron, y que en la actualidad se dirime por ante la Corte Internacional de justicia, no se ha paralizado.

Estamos en el cumplimiento de los trayectos procesales subsiguientes.

 

En nuestro caso, nos corresponde comparecer el 11 de agosto de este año para consignar las incontrovertibles pruebas respectivas, en la fase denominada dúplica.

Tenemos cómo y con qué. Poseemos un acervo irrebatible histórico-jurídico.

 

Sin embargo, La excolonia británica sigue asumiendo una actitud envalentonada.

Introdujo una demanda, en el 2018, contra nuestro país, y la ha venido ratificando en todas sus comparecencias procesales; en cuyo pliego de causas insisten en   solicitar   que la Corte Internacional de Justicia obligue a Venezuela a reconocer el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, como cosa juzgada, y que lo asumamos como válido y vinculante.

 

Inmenso despropósito que desmontaremos en su   debida oportunidad.

 

Ellos han arreciado con sus actitudes abusivas; ya no únicamente en la proyección atlántica que genera la parte continental de la Guayana Esequiba, en contención; sino que, imprudentemente, han dado instrucciones y hasta órdenes escritas a las empresas transnacionales para que operen en cualquier coordenada marítima por su costado oeste ( con exactitud, penetrar más hacia el este de  Venezuela), irrespetando nuestra  soberanía  en esa área; propiamente en la proyección del estado Delta Amacuro que  no se incluye ni es parte  en la presente controversia.

 

Con esas manifestaciones irregulares burlan, como les da gana, el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966 – que recordamos, una vez más, cumple 59 años- el único documento válido, con pleno vigor jurídico en este juicio; acción judicial que la contraparte trabó con una demanda unilateralmente, ante la Corte; y que ya recibieron de nosotros, allí mismo, en abril de 2024, el respectivo memorial de contestación de la demanda.

¿Por qué decimos, que esas licencias, contrarían el vigente Acuerdo de Ginebra?

 

Porque el Acuerdo de Ginebra, extraordinario documento – plenamente ratificado por las partes suscribientes- contempla en su artículo V lo siguiente, para el absoluto acatamiento de los concernidos:

 

Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reino Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.

 

Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…” 

Dejémoslo más claro aún “Ni para crear derechos de soberanía

 

No obstante , los gobiernos que ha tenido Guyana de cualquier signo político, ya sea de la organización política  Indoguyanés, el Partido del Progreso Popular (PPP) o el afroguyanés el Congreso Nacional Popular (CNP); aunque se antagonizan entre ellos para muchas cosas, pero coinciden en asumir  la deleznable posición de desconocimiento y desacato al contenido y aplicación del Acuerdo de Ginebra, al cual han mandado bien largo al cipote;  y continúan  otorgando concesiones, a cada momento,  a transnacionales para que exploren, exploten y comercialicen con los inmensos recursos auríferos, madereros, energéticos, petroleros, faunísticos, mineros de todo tipo que se encuentran en la zona.

 

En este juicio nos basamos y centramos, indesligablemente, en El Acuerdo de Ginebra – aceptado totalmente el  17 de febrero de 1966 por el Reino Unido; además, por el entonces primer ministro de la Guayana Británica y por la representación diplomática de nuestro país--- el cual fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela N.º 28.008 del 15 de abril de 1966 y posteriormente registrado el 5 de mayo del mismo año en la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas bajo el N.º I-8192.

 

El Acuerdo de Ginebra causó estado en la ONU.

Jamás ha sido susceptible de ningún recurso jurisdiccional. Ha agotado cualquier posibilidad de que se interpongan actos en su contra. Se volvió absolutamente inalterable e inatacable.

En el Acuerdo de Ginebra la contraparte reconoció que el tal laudo – donde se amparan- es írrito y nulo de nulidad absoluta. Ni más ni menos.

 

 

viernes, 7 de febrero de 2025

 

Guayana Esequiba: ¿Con qué moral protestan ante la ONU?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Estudios Universitarios (OBREU)

 

Si confrontamos un problema de reclamo de soberanía en el área terrestre, en el naciente estado número 24 de Venezuela, denominado Guayana Esequiba; prestemos atención también que en la zona marítima la situación es mucho más álgida por cuanto Guyana ha cercenado nuestra proyección hacia el atlántico, frente al Delta del Orinoco.

Situación que hemos denunciado en bastantes instancias sin que hayamos obtenido una respuesta eficaz al caso.

La excolonia británica ha tenido la pretensión de extender su plataforma continental, por el área que nunca ha sido suya.

Lo que citamos en el enunciado anterior comporta la aspiración desmedida de los guyaneses; aunque, jurídicamente no lo han alcanzado, cierto. Sin embargo, utilizan – como mejor les parece - el Mar Territorial. Lo ha conseguido de hecho al dar innumerables concesiones a empresas transnacionales en los espacios terrestre y marítimo – específicamente- que por derecho se genera en el concreto ámbito que ahora se mantiene en contención por ante la Corte Internacional de Justicia, en un juicio que cumple con sus fases; y a donde debemos comparecer el 11 de agosto de este año, con la finalidad de consignar nuestro acervo de probanza histórica, jurídica y cartográfica.

 No le estamos quitando nada a nadie.

Hemos dicho, en reiteradas ocasiones, que para entender la controversia existente en el Esequibo hay que analizar la situación, entre otros muchos aspectos, desde el punto de vista terrestre y marítimo.

Comencemos por definir. En lo terrestre, lo que nosotros hemos venido llamando Guayana Esequiba –porque la contraparte maneja otra nomenclatura para esa zona- es un inmenso territorio que abarca aproximadamente 159.500 km2, desde la margen izquierda del Río Esequibo hasta Punta de Playa en Delta Amacuro, por la zona costera-norte; y por el sur hasta la frontera con Brasil, separada por el Río Takotu, incluyendo una amplia proporción de la Sierra del Roraima.

 Digamos también que constituye un territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras entre muchísimas otras.

Para que tengamos un referente aproximado, es más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos. Igual en extensión que todo el occidente de nuestra nación. Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.

 Nos lo arrebataron con vileza y alevosía. Fuimos despojados con ese nefasto Laudo Arbitral de París de 1899, que desde entonces hemos calificado tal documento de írrito y nulo, de nulidad absoluta.

“Laudo” que no fue otra cosa que una tratativa perversa de los imperios de entonces. Nunca hemos admitido que haya sido ejecutoriado por nosotros, en 1905; y menos aceptamos que Guyana (en un fraude legal y procesal) pretenda reposicionarlo como causa de pedir en el juicio precitado que lleva su curso en el Alto Tribunal de La Haya.

Hemos estado reclamando y pidiendo restitución para nuestra Nación venezolana de la Guayana Esequiba, algunas veces con ímpetus, otras con flaquezas y debilidades.

Estamos segurísimos que las múltiples peticiones que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentadas en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas; porque poseemos los justos títulos traslaticios que nos confieren asideros y fortalezas en las pruebas.

Hemos explicado en las instancias internacionales y en las audiencias de la Sala Juzgadora correspondiente las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos que nos asisten.

Veamos lo siguiente. Cuando analizamos la Constitución de la República Cooperativa de Guyana de 1980, nos conseguimos con la auto asignación y la distribución político-territorial que ellos han establecido, precisamente en la Guayana Esequiba, en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

La inocultable intención, que tal vez miden en perspectiva, sería la invocación de la famosa Cláusula de Prescripción; para transformar actos de hecho en sentencias de derecho, o que se produzca una decisión jurídica tomando en cuenta la libre determinación de los pueblos.

Fijémonos también en esto, con bastante seriedad: ellos delimitaron y enumeraron, toda esa extensión en regiones, con los siguientes nombres: Guainía-Baruma; Poomeron-Supenam; Cuyuní-Mazaruni; Potaro-Siparuni; AltoTúkutu- Alto Esequibo.

 En cada una de estas regiones eligen un gobernador; y allí conseguimos importantes ciudades, pueblos y asientos demográficos de varios tipos y clases sociales; en cuyo registro censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 300.000 personas, incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawakos, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes y Wapashi.

Sucede que Guyana ha hecho bastantes intentos para apropiarse de lo que nunca ha sido suyo. Ha entregado licencias a transnacionales sin consultar a Venezuela, y en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra, del 17 de febrero de 1966; documento éste, con pleno vigor jurídico, que estará cumpliendo cincuenta y nueve años de su firma.

Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar. Ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del nombrado Acuerdo de Ginebra: único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos adonde tengamos que ir para denunciar ante el mundo el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.

Visto todo lo narrado, de atropellos que han perpetrado por años contra Venezuela, resulta que recientemente la diplomacia guyanesa introdujo un reclamo (Nota de Protesta, conforme al Derecho Internacional) en la Secretaría General de la ONU por el puente que acabamos  de construir para comunicar a San Martín de Turumbán (estado Bolívar) con la Isla de Anacoco, que ha permanecido bajo nuestro dominio y posesión desde el 12 de octubre de 1966.

La contraparte no tiene nada con qué argumentar (y moral menos) en la queja que introdujo en las Naciones Unidas contra nuestro país.

 

 

jueves, 6 de febrero de 2025

 

Guayana Esequiba: ¿Con qué moral protestan ante la ONU?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Estudios Universitarios (OBREU)

 

Si confrontamos un problema de reclamo de soberanía en el área terrestre, en el naciente estado número 24 de Venezuela, denominado Guayana Esequiba; prestemos atención también que en la zona marítima la situación es mucho más álgida por cuanto Guyana ha cercenado nuestra proyección hacia el atlántico, frente al Delta del Orinoco.

Situación que hemos denunciado en bastantes instancias sin que hayamos obtenido una respuesta eficaz al caso.

La excolonia británica ha tenido la pretensión de extender su plataforma continental, por el área que nunca ha sido suya.

Lo que citamos en la anterior aspiración desmedida de los guyaneses, jurídicamente no lo han alcanzado, cierto. Sin embargo, utilizan – como mejor les parece- el Mar Territorial. Lo ha conseguido de hecho al dar innumerables concesiones a empresas transnacionales en los espacio terrestre y marítimo – específicamente- que por derecho se genera en el concreto ámbito que ahora se mantiene en contención por ante la Corte Internacional de Justicia, en un juicio que cumple con sus fases; a donde debemos comparecer el 11 de agosto de este año, con la finalidad de consignar nuestro acervo de probanza histórica, jurídica y cartográfica. No le estamos quitando nada a nadie.

Hemos dicho, en reiteradas ocasiones, que para entender la controversia existente en el Esequibo hay que analizar la situación, entre otros muchos aspectos, desde el punto de vista terrestre y marítimo.

Comencemos por definir. En lo terrestre, que lo que nosotros hemos venido llamando Guayana Esequiba –porque la contraparte maneja otra nomenclatura para esa zona- es un inmenso territorio que abarca aproximadamente 159.500 km2, desde la margen izquierda del Río Esequibo hasta Punta de Playa en Delta Amacuro, por la zona costera-norte; y por el sur hasta la frontera con Brasil, separada por el Río Takotu, incluyendo una amplia proporción de la Sierra del Roraima.

 Digamos también que constituye un territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras entre muchísimas otras.

Para que tengamos un referente aproximado, más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos. Igual en extensión que todo el occidente de nuestra nación. Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.

 Nos lo arrebataron con vileza y alevosía. Fuimos despojados con ese nefasto Laudo Arbitral de París de 1899, que desde entonces hemos calificado tal documento de írrito y nulo, de nulidad absoluta.

“Laudo” que no fue otra cosa que una tratativa perversa de los imperios de entonces. Nunca hemos admitido que haya sido ejecutoriado por nosotros, En 1905; y menos aceptamos que Guyana (en un fraude legal y procesal) pretenda reposicionarlo como causa de pedir en el juicio precitado que lleva su curso.

Hemos estado reclamando y pidiendo restitución para nuestra Nación venezolana la Guayana Esequiba, algunas veces con ímpetus, otras con flaquezas y debilidades.

Estamos segurísimos que las múltiples peticiones que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentadas en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas; porque poseemos los justos títulos traslaticios que nos confieren asideros y fortalezas en las pruebas.

Hemos explicado en las instancias internacionales y en las audiencias de la Sala Juzgadora correspondiente las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos que nos asisten.

Veamos lo siguiente. Cuando analizamos la Constitución de la República Cooperativa de Guyana de 1980, nos conseguimos con la auto asignación y la distribución político-territorial que ellos han establecido, precisamente en la Guayana Esequiba, en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

La inocultable intención, que tal vez miden en perspectiva, sería la invocación de la famosa Cláusula de Prescripción; para transformar actos de hecho en sentencias de derecho, o que se produzca una decisión jurídica tomando en cuenta la libre determinación de los pueblos.

Fijémonos también en esto, con bastante seriedad: ellos delimitaron, toda esa extensión en regiones, con los siguientes nombres: Guainía-Baruma; Poomeron-Supenam; Cuyuní-Mazaruni; Potaro-Siparuni; AltoTúkutu- Alto Esequibo.

 En cada una de estas regiones eligen un gobernador; y allí conseguimos importantes ciudades, pueblos y asientos demográficos de varios tipos y clases sociales; en cuyo registro censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 300.000 personas, incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawakos, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes y Wapashi.

Sucede que Guyana ha hecho bastantes intentos para apropiarse de lo que nunca ha sido suyo. Ha entregado licencias a transnacionales sin consultar a Venezuela, y en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra, del 17 de febrero de 1966; documento éste, con pleno vigor jurídico, que estará cumpliendo cincuenta y nueve años de su firma.

Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar. Ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del nombrado Acuerdo de Ginebra: único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos donde tengamos que ir para denunciar ante el mundo el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.

Visto todo lo narrado, de atropello que han perpetrado, por años contra Venezuela, resulta que recientemente la diplomacia guyanesa introdujo un reclamo (nota de protesta) en la Secretaría General de la ONU por el puente que acabamos  de construir para comunicar a San Martín de Turumbán (estado Bolívar) con la Isla de Anacoco, que ha permanecido bajo nuestro dominio y posesión desde el 12 de octubre de 1966.

La contraparte no tiene nada con qué argumentar (y moral menos) en la queja que introdujo en las Naciones Unidas contra nuestro país.

 

 

sábado, 1 de febrero de 2025

 

             Nuestra inevadible ecología social

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Estamos obligados a permanecer juntos para subsistir, vivir y convivir. Aislados, individualizados no somos nada ni nadie.

Por instinto, por aprendizajes y por necesidades desarrollamos de manera permanente la condición de humano acompañamiento; no por casualidad ni por causalidad, sino porque tenemos marcados objetivos comunes.

Juntarnos, los seres humanos unos con otros, es un asunto absolutamente natural. Y lo hacemos esencial y fundamentalmente, para satisfacer nuestras necesidades: Sociales, económicas, políticas, humanas en sentido genérico; para lo cual el lenguaje oral, gestual o escrito es un extraordinario fenómeno de acercamiento; por cuanto, lo practicamos con y para los demás.

Así también la religión, las manifestaciones culturales, las simbologías las leyes positivas y consuetudinarias; en fin, producimos y distribuimos bienes y servicios, expresiones lúdicas y artísticas para procurar juntarnos.

Hay factores que facilitan la asociatividad, y que por lo tanto gravitan sobre nosotros, que nos comunalizan. Digamos que incitan a la estructuración de la sociedad y que nos posibilitan la ecología y los contextos sociales.

 

El factor mas importante que se hace además condición necesaria y suficiente que nos vincula como sociedad es la cultura.

 Algunas veces queda sintetizada la definición de cultura como cualquier desempeño de los seres humanos, y esta apreciación conceptual-categorial es perfectamente válida, legítima y aceptable.

Sin embargo, podemos ampliarla para exteriorizar que son además contenidos culturales los siguientes: ideas, ideologías, teorías, valores, modos ónticos, mitos, ritos, costumbres, idiomas, narrativas históricas, pulsiones sociales: porque, a partir del engranaje de todo lo anteriormente descrito -y mucho más- alcanzamos las legitimaciones que nos confieren identidad, nos dan idiosincrasia.

 

Entonces podemos decir determinantemente que sociedad, comunidad y cultura conforman un tejido de nexos indisolubles; de allí que, si lo vemos como sistema, queda sentenciado lo siguiente: “Si algún elemento constitutivo de esa tríada que a su vez es elemento constituyente se descompone afecta severamente a los otros dos”.

 

Por lo que, asumimos conclusivamente que sociedad- comunidad-cultura se han imbricado, anudado de tal manera que no es posible separarlas; salvo que la intención sea causar un descalabro societal.

 

Sociedad-comunidad-cultura adquieren un modo específico y múltiple de producción material de bienes y servicios para poder subsistir, al tiempo que adquieren un modo de producción y reproducción simbólica.

 

Los seres humanos somos los únicos existentes, los que tenemos la capacidad de pensar y significar las cosas que aprehendemos.

 Dicho en las claves narrativas de Merleau-Ponty “Estamos condenados al signo”. A cada cosa le ponemos un nombre

 

Otro aspecto que es oportuno tocar se refiere a que las sociedades y las comunidades avanzan o retrogradan según como piensen, o de los desenvolvimientos de ser de quienes hacen y difunden la cultura.

 

Un elemento concomitante, no menos importante, se refiere a la ciudadanía que  no es  un adminículo de moda para uso eventual y luego desechar a capricho.

A la ciudadanía hay que estarla haciendo a cada instante y por más que ejerzamos tal condición ella no se agota, al contrario, se ensancha.

La práctica de la ciudadanía “vive” en un constante devenir: Siendo y haciéndose.

Alguien puede llegar a preguntarse: ¿Dónde encontrar, aunque sea un pedazo aprovechable de ciudadanía?

Respondemos: Ella aflora en múltiples ámbitos. Allí, exactamente donde los seres humanos hacemos factibles nuestras existencias: la familia en su más amplia acepción (en su “tribu” diría Maffesoli), la escuela, la calle, las iglesias en sus distintas confesiones, en los espacios laborales. Además (con mayor o menor influencia) a través de los medios de comunicación y en las plataformas digitales (en las redes); en la espontánea socialidad que nace en el transporte público; en fin, en la congregación vivencial.