Guayana
Esequiba: ¿Con qué moral protestan ante la ONU?
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Presidente del Observatorio Regional
de Estudios Universitarios (OBREU)
Si confrontamos un problema de reclamo de soberanía en el área
terrestre, en el naciente estado número 24 de Venezuela, denominado Guayana
Esequiba; prestemos atención también que en la zona marítima la situación es
mucho más álgida por cuanto Guyana ha cercenado nuestra proyección hacia el
atlántico, frente al Delta del Orinoco.
Situación que hemos denunciado en bastantes instancias sin que hayamos
obtenido una respuesta eficaz al caso.
La excolonia británica ha tenido la pretensión de extender su plataforma
continental, por el área que nunca ha sido suya.
Lo que citamos en la anterior aspiración desmedida de los guyaneses, jurídicamente
no lo han alcanzado, cierto. Sin embargo, utilizan – como mejor les parece- el
Mar Territorial. Lo ha conseguido de hecho al dar innumerables concesiones a
empresas transnacionales en los espacio terrestre y marítimo – específicamente-
que por derecho se genera en el concreto ámbito que ahora se mantiene en
contención por ante la Corte Internacional de Justicia, en un juicio que cumple
con sus fases; a donde debemos comparecer el 11 de agosto de este año, con la
finalidad de consignar nuestro acervo de probanza histórica, jurídica y
cartográfica. No le estamos quitando nada a nadie.
Hemos dicho, en reiteradas ocasiones, que para entender la controversia
existente en el Esequibo hay que analizar la situación, entre otros muchos
aspectos, desde el punto de vista terrestre y marítimo.
Comencemos por definir. En lo terrestre, que lo que nosotros hemos
venido llamando Guayana Esequiba –porque la contraparte maneja otra
nomenclatura para esa zona- es un inmenso territorio que abarca aproximadamente
159.500 km2, desde la margen izquierda del Río Esequibo hasta Punta de Playa en
Delta Amacuro, por la zona costera-norte; y por el sur hasta la frontera con
Brasil, separada por el Río Takotu, incluyendo una amplia proporción de la
Sierra del Roraima.
Digamos también que constituye un
territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales,
energéticas, edafológicas, petroleras entre muchísimas otras.
Para que tengamos un referente aproximado, más grande que algunos países
europeos, asiáticos y centroamericanos. Igual en extensión que todo el
occidente de nuestra nación. Con extraordinario potencial de desarrollo
sostenible.
Nos lo arrebataron con vileza y alevosía. Fuimos despojados con ese nefasto Laudo Arbitral
de París de 1899, que desde entonces hemos calificado tal documento de írrito y
nulo, de nulidad absoluta.
“Laudo” que no fue otra cosa que una tratativa perversa de los imperios
de entonces. Nunca hemos admitido que haya sido ejecutoriado por nosotros, En 1905;
y menos aceptamos que Guyana (en un fraude legal y procesal) pretenda reposicionarlo
como causa de pedir en el juicio precitado que lleva su curso.
Hemos estado reclamando y pidiendo restitución para nuestra Nación
venezolana la Guayana Esequiba, algunas veces con ímpetus, otras con flaquezas
y debilidades.
Estamos segurísimos que las múltiples peticiones que hemos intentado por
vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentadas en caprichos
chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas; porque poseemos
los justos títulos traslaticios que nos confieren asideros y fortalezas en las
pruebas.
Hemos explicado en las instancias internacionales y en las audiencias de
la Sala Juzgadora correspondiente las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos
que nos asisten.
Veamos lo siguiente. Cuando analizamos la Constitución de la República
Cooperativa de Guyana de 1980, nos conseguimos con la auto asignación y la
distribución político-territorial que ellos han establecido, precisamente en la
Guayana Esequiba, en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra del 17 de
febrero de 1966.
La inocultable intención, que tal vez miden en perspectiva, sería la
invocación de la famosa Cláusula de Prescripción; para transformar actos de
hecho en sentencias de derecho, o que se produzca una decisión jurídica tomando
en cuenta la libre determinación de los pueblos.
Fijémonos también en esto, con bastante seriedad: ellos delimitaron,
toda esa extensión en regiones, con los siguientes nombres: Guainía-Baruma;
Poomeron-Supenam; Cuyuní-Mazaruni; Potaro-Siparuni; AltoTúkutu- Alto Esequibo.
En cada una de estas regiones
eligen un gobernador; y allí conseguimos importantes ciudades, pueblos y
asientos demográficos de varios tipos y clases sociales; en cuyo registro
censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 300.000 personas,
incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawakos, Akawayos, Saraos, Patamonas,
Caribes y Wapashi.
Sucede que Guyana ha hecho bastantes intentos para apropiarse de lo que
nunca ha sido suyo. Ha entregado licencias a transnacionales sin consultar a
Venezuela, y en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra, del 17 de febrero
de 1966; documento éste, con pleno vigor jurídico, que estará cumpliendo
cincuenta y nueve años de su firma.
Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que
tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar. Ha hecho concesiones de todo tipo,
en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del
nombrado Acuerdo de Ginebra: único documento al cual asirnos para proseguir
nuestros reclamos donde tengamos que ir para denunciar ante el mundo el descaro
y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.
Visto todo lo narrado, de atropello que han perpetrado, por años contra Venezuela,
resulta que recientemente la diplomacia guyanesa introdujo un reclamo (nota de
protesta) en la Secretaría General de la ONU por el puente que acabamos de construir para comunicar a San Martín de
Turumbán (estado Bolívar) con la Isla de Anacoco, que ha permanecido bajo
nuestro dominio y posesión desde el 12 de octubre de 1966.
La contraparte no tiene nada con qué argumentar (y moral menos) en la
queja que introdujo en las Naciones Unidas contra nuestro país.
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