sábado, 31 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: El efecto Dunning-Kruger en el caso litigioso por el Esequibo

Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

 Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

los psicólogos sociales estadounidenses de la universidad de Michigan David Dunning y Justin Kruger, en 1999, identificaron un sesgo cognitivo que lleva a las personas con escaso discernimiento en un área a sobreestimar sus competencias y hacerles creer que son expertos.

Como dato curioso adicional también puede hacer que conocedores reales en un ámbito disciplinario concreto duden de sí mismos, de lo que saben y practican cada día.

 

En el asunto controversial que encaran Venezuela y Guyana por ante la Corte Internacional de Justicia la señalada distorsión resulta particularmente peligrosa; porque hay que saber de qué se habla cuando se toca ese amplísimo caso multidimensional.

 

Uno se consigue por las redes sociales cualquier cantidad de conjeturas y posibles soluciones al citado pleito. Gente que opina a diestra y siniestra, sin tener la más mínima idea; y mucho menos recato o prudencia.

Han proliferado, últimamente, “especialistas en fronterología” que, sin formación sólida, simplifican la centenaria reivindicación venezolana con babosadas, con “frases virales” o alternativas, según ellos infalibles. Vergonzoso.

No nos merecen la menor confianza; por cuanto, adolecen de asidero -de algún tipo- en lo que exponen. Deberían estudiar y documentarse bastante. Todavía están a tiempo.

Lo que refieren como la escalada militar en tanto “salida mágica” al pleito que arrastramos devela patéticamente su desconocimiento; lo cual, a ojos de una audiencia nacional desesperada o desinformada, puede resultar muy convincente. Pero una afirmación populachera u oportunista no es necesariamente cierta ni admisible.

Debemos cuidarnos de repetir lo que propalan estos “sabios”.

Sus seguidores conocen aún menos que ellos. Y lo que reciben es una información engañosa.

Generalmente las aludidas personas, afectadas por el efecto Dunning-Kruger son identificables, porque se caracterizan en lo siguiente: sobreestiman sus conocimientos, al creerse más que el Oráculo de Delfos en esa materia. Además, no son capaces de aceptar cuando tienen ante sí a alguien que sí domina el tema, porque lo ha estudiado en su integralidad, por años.

Deploramos que tales “expertos” no sean capaces de reconocer sus propios errores e incompetencia.

Cuando tuvimos la ocasión de recorrer el país –en casi todas sus universidades—dictando la conferencia, “Guayana Esequiba: litigio histórico y reivindicación en justicia”, nos agradó el inmenso interés que la mencionada controversia ha despertado y concitado en bastantes sectores de la población venezolana.

Como nunca, la gente desea explicaciones sobre lo acaecido, en contra de Venezuela, el día 03 de octubre de 1899, y suscrito en la írrita y nula resolución, denominada Laudo Arbitral de París.

Hemos venido haciendo –con detenimiento y objetividad-- en cada exposición discursiva un análisis crítico del vil despojo del cual fuimos víctima hace más de un siglo, mediante la citada tratativa perversa de talante político-diplomática, por parte de los imperios de entonces.

El  Alto tribunal de la Haya – como ya se sabe— el 18 de diciembre del año 2020, admitió su jurisdicción y competencia ( en una resolución rara, pero inevadible) para proceder a conocer forma y fondo en este pleito, conforme a la demanda, contra nuestro país,  interpuesta por Guyana; cuya pretensión procesal (contenida en su petitorio) resultará fácilmente desmontable para la delegación venezolana, si  se determina nuestra  comparecencia, el 11 de agosto de este año,  y hacernos parte del juicio; por cuanto, hasta el día de hoy, la excolonia británica  no posee el menor asidero histórico, cartográfico, ni jurídico de lo que en el escrito solicitan a la Sala Juzgadora de la Organización de las Naciones Unidas.

A pesar de que nuestro país, como Estado-Parte, no había dado su consentimiento para que se lleve adelante tal Proceso jurídico; mucho menos haber suscrito –con antelación- cláusulas compromisorias de obligación; esta acción de juzgamiento no se paralizará por ausencia de alguna de los concernidos directos.

Frente a la interposición incoada en contra nuestra que está conociendo, como Proceso jurisdiccional, la Corte Internacional de Justicia, ¿qué debemos hacer?

 

Prestemos atención a lo siguiente. Primero, para que quede claro, es una decisión de Política de Estado; por cuanto, la presencia de la delegación venezolana en la Corte la determina–únicamente-- el presidente de la República. Sería recomendable que consultara a algunos estudiosos en la materia.

Reconocemos que han aflorado en todas las regiones de Venezuela aportes significativos para alcanzar pronto un arreglo “práctico y satisfactorio”, en este pleito.

Tales alternativas pudieron haber resultado elogiables aproximaciones, algunos años atrás, para solucionar el litigio.

A mi modo de ver, las etapas de negociación directa (que no la quiere Guyana), la conciliación, la mediación y el arbitraje prácticamente han sido superadas; porque el asunto controversial escaló a nivel de la Corte Internacional de Justicia; y en ese Tribunal no hacen “arreglos” de los citados tipos; sino que aplican el derecho; y solo, excepcionalmente, por mutuo acuerdo de los Estados contrapuestos, podría dar una solución ex aequo et bono ( actuando por lo equitativo y bueno) ; si las partes así lo convinieren, según el numeral segundo,  artículo 36 del Estatuto de la Corte.

domingo, 25 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba:  Defensa con criterios unánimes y bastión fortificado

 Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro de la Alta Comisión para la Defensa del Esequibo

 

Deseo comenzar, de manera expresa, con un enunciado que encierra suficiente sabiduría; me refiero al   contenido aleccionador en estas palabras   del investigador social chileno-venezolano, Pedro Cunill Grau: "Poblar las fronteras y garantizar su desarrollo en los procesos de integración interna es básico para preservar la soberanía nacional. La geohistoria moderna nos ha proporcionado patéticas enseñanzas acerca de las consecuencias de ausencias de ocupaciones efectivas de lindes fronterizos".

Conforme con lo anteriormente dicho, que asumimos como autocrítica, no podemos negar que hemos cometido errores y desaciertos; sin embargo, nuestra lucha reivindicativa cada vez se vuelve más inmarcesible.

Hemos sido implacables, cierto, por cuanto nos asiste la razón.

Sin embargo, tengamos en cuenta también que no es el momento de resentirse o cuestionar dónde estuvieron las impropiedades y/o torpezas en el manejo de nuestro justo reclamo al imperio inglés y a la excolonia británica.

Considero que, por la importancia y trascendencia de la reivindicación histórica que perseguimos, y en estricto apego al Derecho Internacional Público, estamos obligados -como país- a “hablar el mismo idioma”.

No nos está permitido cometer más deslices. Este asunto litigioso debemos encararlo con seriedad y contundencia. El próximo reto es prepararnos para comparecer el 11 de agosto por ante la Corte Internacional de Justicia a consignar las pruebas.

Las incoherencias que manifestemos (adrede o involuntariamente) en el ámbito de que se trate se pagan caro. No diversifiquemos intenciones o criterios en nuestro reclamo contencioso venezolanista.

Cuando estamos concernidos en un proceso en la citada Sala Sentenciadora de la ONU, referida al supuesto carácter “válido y vinculante” del nulo e írrito Laudo Arbitral de París del 03 de octubre de 1899 (porque tal es la pretensión de la Parte demandante) aspiramos que prevalezca, entre nosotros, la unidad de criterios para enfrentar esta lucha. Nada de protagonismos odiosos. Por el contrario, debemos sostener criterios firmes y unánimes, para desmontar la mencionada tratativa perversa.

Auguramos la necesaria solidaridad e identidad nacional que merece el caso de la Guayana Esequiba. Deseamos que nos mantengamos como un bastión compacto y fortificado.

Ya sabemos y no nos amedrenta que dentro de las estrategias que han diseñado y acometido los coagentes de la excolonia británica se cuentan: los pronunciamientos de la Caricom y de la Commonwealth; así también, han logrado sumar opiniones de algunos países que --como es fácil advertir- tienen señaladamente fuertes intereses en el área en controversia, en la cual han recibido ilegalmente por parte de Guyana concesiones para el desarrollo de proyectos.

Han logrado acopiar suficientes recursos dinerarios de las empresas transnacionales (¿extorsión?) que operan --sobre todo—en la proyección atlántica en la “Zona en Reclamación”, para cancelar los carísimos honorarios de los abogados litigantes en este caso; quienes tienen meses residenciados y haciendo lobby en La Haya.

Reflexionemos que frente a tamaño desafío –esencialmente-- jurídico no hay que divagar o perder el tiempo que nos hará falta más adelante; mucho menos entablar discusiones estériles, que no cooperarán a la exigida mancomunidad de ideas fértiles y sostenidos esfuerzos.

De tal manera que la primera demostración debe ser de unidad venezolanista; emblema que estamos obligados a exhibir ante el mundo, por encima de nuestras divergencias ideológicas. La unidad para reclamar nuestra Guayana Esequiba debe sensibilizarnos.

No nos cansaremos de seguir invocando la plena solidaridad de todos los sectores y ámbitos del país, con un invariable y exclusivo propósito:  demostrar que la Guayana Esequiba siempre nos ha pertenecido. Nuestro comportamiento compacto coadyuva en la fortaleza probatoria.

Que quede claro que hemos sido desde siempre dignos herederos de las glorias y conquistas históricas de nuestros próceres e insignes libertadores.

Así como se ha logrado hasta hoy, debemos seguir teniendo identidad y conciencia frente al arrebato que nos perpetraron; además, es imprescindible el involucramiento de civiles, militares, estudiantes, académicos, políticos, empresarios, obreros. Compatriotas de los distintos cuerpos sociales; de todos quienes llevamos suficientemente acendrada la venezolanidad.

Nada de voltear la mirada o actuar con displicencia, como que el problema no fuera con nosotros. Nada de pretender sembrar sal entre las piedras.

En el Recurso interpuesto por Guyana contra Venezuela no hay en sus anexos documentos históricos, cartográficos y menos jurídicos que demuestren o prueben nada.

En la Corte Internacional de Justicia, al día de hoy, Guyana no ha consignado el más mínimo escrito de probanza de la “propiedad” de esa nación sobre la extensión de la Guayana Esequiba.

 Nunca han tenido con qué ni cómo. Lo que sí les aterra es que Venezuela comparezca en la Corte y desmonte todo el ardid tramposo que se urdió en nuestra contra. La comparecencia nuestra –todo el país lo sabe—es una   determinación exclusiva del jefe de Estado.

Otro aspecto que deseo destacar es el siguiente: interesadamente y de mala fe, Guyana omite – a todo evento-- el contenido y alcance del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, donde admiten los hechos denunciados por Venezuela (artículo I), los cuales proporcionan y sustentan la base de nuestra contención. El Acuerdo de Ginebra causó estado en la ONU, quedó firme conforme al Derecho Internacional.

Reitero que si en esa ocasión admitieron los hechos y asimilaron los merecidos calificativos al Laudo de nulo e írrito; como consecuencia, quedó cuestionado y desestimado, eo ipso, la supuesta intangibilidad de cosa juzgada, para esa sentencia arbitral.

Guyana se presenta, ante la Corte, con inanidad jurídica; sostenida en esa pobre fundamentación de derecho.

 No es un empecinamiento de nuestra parte, sino que -exigiendo justicia- alegamos   que el Laudo de París adolece “de punta a punta” de error in procedendo (de forma) y de error in judicando (de fondo), que lo dejó, desde su origen, sin eficacia jurídica.

Tal documento siempre ha sido un triste y vergonzoso adefesio que jamás debió considerarse recurso oponible contra Venezuela, y menos intentar darle la categoría de jurisprudencia y peor valorarlo como doctrina en el Derecho Internacional Público.

 

 

domingo, 18 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: La contraparte sube el tono y amenaza

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro de la Alta Comisión de Defensa del Esequibo

Miembro del Instituto de Estudios fronterizos de Venezuela

 

Los propósitos en la Política Exterior de Venezuela por la reclamación de la Guayana Esequiba tienen que seguir con seriedad y al amparo de una iniciativa con las características que describen la fortaleza de una diplomacia abierta, para que avance de manera franca a los ojos de la opinión pública.

 Nada de maniobras encriptadas, mezquindades o exclusiones de sectores.

Estamos conscientes que hay estrategias que deben reservarse (perfectamente entendido); que no conviene develarlas por anticipado. Sería mostrarles las cartas al adversario con las que vamos a jugar.

Sin embargo, quienes hemos asumido la defensa integral de la mencionada extensión territorial aspiramos que la gente participe y dé sus opiniones. Deseamos que el país, como un todo, se involucre; por cuanto, este caso que nos ocupa, siempre lo hemos considerado como un Asunto de Estado.

La Nación completa fijando una sola y única posición.

No obstante, nos gustaría que quienes se atrevan a emitir algunas consideraciones o propuestas de solución sobre el particular litigioso se documentaran primero; para que haya recato y ponderación en lo que exponen.

A veces leemos opiniones disparatadas o imprudentes, que lejos de cooperar con la causa a nuestro favor lo que hacen es perjudicar.

A partir de diciembre de 2020 para acá, hemos escuchado cualquier cantidad de conjeturas; precisamente, desde la señalada fecha cuando la Corte Internacional de Justicia sentenció (inapelablemente) -según el contenido de su dispositiva-  que se asume con jurisdicción y competencia para conocer fondo y forma del caso controversial, suficientemente conocido.

Hay que dar cada paso con inteligencia.

Evitar resbalarse en las celadas que nos tiende el adversario.

Por ejemplo, incurrir en el gravísimo error de caer en una “creciente escalada militarista”, como la que ellos pretenden provocar. Así como se han atrevido a Instrumentar falsos positivos para que se desate un toma y dame de lado y lado; o apelar a la diplomacia de agresión a través de los medios o plataformas digitales en una especie de “guerra de comunicados” o “mostrar cañones” que es como decir:  declaraciones atrevidas de funcionarios de aquella cancillería o representantes de las Fuerzas Armadas.

¿Qué sugerimos, en lo que a nosotros corresponde? Mucha prudencia, cautela y moderación.

La Corte, en la narrativa de los hechos y en la fundamentación de derecho, dejó sentado que se concretará – como en efecto se encuentra- en su tarea jurisdiccional, que nunca se ha paralizado, a solicitar a las Partes a que presenten en las fases de pruebas y alegaciones sus respectivos acervos en cuanto a la eficacia jurídica del cuestionado Laudo.

Hemos dicho, bastantes veces y por todos lados, que para el (11) de agosto de este año, nuestra delegación debe asistir por ante la precitada Sala, con comparecencia plena de nuestra representación multidisciplinaria, para demostrar y probar cómo fue que la cuestionada decisión arbitral de 1899 --poco menos que un adefesio jurídico, producto de añagazas y tratativas tramposas-- nos despojó con vileza de una séptima parte de nuestra geografía nacional.

En consecuencias, estamos obligados a convocar a todos los sectores del país; invitar a estudiosos del caso que conozcan del pleito para que aporten soluciones; con la finalidad de estructurar toda la estrategia a desarrollar para la fase de pruebas.

Convidemos a los mejores compatriotas con talentos, sin diferenciaciones de ningún tipo.

Nos resulta impensable que Guyana pueda convencer a los honorables Magistrados de tal Ente Jurisdicente de que ellos tienen algo, en este trayecto decisivo, para disfrazar la temeridad procesal que han utilizado en los últimos años.

No poseen nada en qué asir lo que pretenden.

Por nuestra parte, señalamos que estamos munidos de los Justos Títulos, en tanto recursos probatorios de la propiedad y legitimidad histórica, jurídica, cartográfica de Venezuela.

No hay nada que temer y menos caer en bravatas; dado que los documentos que nos respaldan no son expedientes con presunciones caprichosas ni empecinamientos de malcriadez. Son legajos iure et de iure, de pleno y absoluto derecho.

 

 

jueves, 15 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: Plena vigencia del Acuerdo de Ginebra

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

La excolonia británica sigue asumiendo una actitud envalentonada.

Cometen cualquier cantidad de desmanes, e inmediatamente citan el Acuerdo de Argyle del 14 de diciembre del 2023, como una especie de escudo para enmascarar lo que han hecho.

 

Precisemos a manera de recordatorio que Guyana introdujo una demanda, en el 2018, contra nuestro país, y la ha venido ratificando en todas sus comparecencias procesales; en cuyo pliego de causas correspondientes al petitorio insisten en   solicitar   que la Corte Internacional de Justicia obligue a Venezuela a reconocer el írrito y nulo Laudo Arbitral de París de 1899, como “cosa juzgada”, y que lo asumamos como “válido y vinculante”.

Inmenso despropósito que desmontaremos en su   debida oportunidad.

 

Ellos han arreciado con sus actitudes abusivas; ya no únicamente en la proyección atlántica que genera la parte continental de la Guayana Esequiba, en contención y aún por delimitar; sino que, imprudentemente, han dado instrucciones y hasta órdenes escritas a las empresas transnacionales para que operen en cualquier coordenada marítima por su costado oeste ( con exactitud, penetrar más hacia el este de  Venezuela), irrespetando nuestra  soberanía  en esa área; propiamente en la proyección del estado Delta Amacuro que  no se incluye ni es parte  en la presente controversia.

 

Con esas manifestaciones irregulares burlan, como les da gana, el Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966 – que recordamos, una vez más, acaba de cumplir 59 años- y que constituye el único documento válido, con pleno vigor jurídico en este juicio.

A partir del precitado documento (un triunfo de la diplomacia venezolana) todo el pleito por la extensión territorial en disputa debe, inexorablemente, circunscribirse a lo que allí está consagrado.

 

Con la acción judicial que la contraparte trabó por ante la Corte quedó al descubierto cuál es la intencionalidad y propósito que persiguen.

Sin embargo, recibieron de nosotros, en la misma Sala Jurisdicente, en abril de 2024, el respectivo memorial de contestación de la demanda.

Con idéntica fortaleza, nos preparamos para comparecer a la fase de pruebas, el 11 de agosto de este año, si así lo autoriza el jefe de Estado; por cuanto, la presencia o no de la delegación venezolana por ante la Corte es de su exclusiva determinación, conforme al artículo (236) de nuestra Constitución Nacional.

 

¿Por qué decimos, que las licencias, permisos y demás concesiones que viene otorgando Guyana son ilegales y contrarían el vigente Acuerdo de Ginebra?

Porque el Acuerdo de Ginebra, extraordinario documento – plenamente ratificado por las partes suscribientes- contempla en su artículo V lo siguiente, para el absoluto acatamiento de los concernidos:

 

 “Con el fin de facilitar la mayor medida posible de cooperación y mutuo entendimiento, nada de lo contenido en este Acuerdo será interpretado como una renuncia o disminución por parte de Venezuela, el Reino Unido o la Guayana Británica de cualesquiera bases de reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o Guayana Británica o de cualesquiera derechos que se hubiesen hecho valer previamente, o de reclamaciones de tal soberanía territorial o como prejuzgando su posición con respecto su reconocimiento o no reconocimiento de un derecho a, reclamo o base de reclamo por cualquiera de ellos sobre tal soberanía territorial.

Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras se halle en vigencia este Acuerdo constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en los Territorios de Venezuela o la Guayana Británica, ni para crear derechos de soberanía…”

 

Dejémoslo más claro y destacado aún “Ni para crear derechos de soberanía”.

Nunca han tenido soberanía en las áreas territorial y marítima controvertidas. Lo que han estado haciendo es una vulgar ocupación.

Jamás han gozado del poder supremo e independiente para tomar decisiones en la mencionada zona; porque están conscientes que hay un asunto pendiente por discernir, aclarar y rendir cuentas.

 

En el Acuerdo de Ginebra la contraparte reconoció que el susodicho laudo –donde se amparan- es írrito y nulo de nulidad absoluta. Ni más ni menos.

En el juicio que cursa en el Alto Tribunal de La Haya nos basamos y centramos, indesligablemente, en El Acuerdo de Ginebra – aceptado totalmente el 17 de febrero de 1966 por el Reino Unido; además, por el entonces primer ministro de la Guayana Británica y por la representación diplomática de nuestro país.

 

Se oficializó nacional e internacionalmente el Acuerdo de Ginebra cuando fue publicado en la Gaceta Oficial de Venezuela N.º 28.008 del 15 de abril de 1966 y posteriormente registrado el 5 de mayo del mismo año en la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas bajo el N.º I-8192.

 

El Acuerdo de Ginebra causó estado en la ONU.

Jamás ha sido susceptible de ningún recurso jurisdiccional.

El contenido del Acuerdo de Ginebra es tan contundente que ha agotado cualquier posibilidad de que se interpongan actos en su contra. Se volvió absolutamente inalterable e inatacable.

 

 

 

 

 

miércoles, 7 de mayo de 2025

 

Guayana Esequiba: ¿Debemos comparecer ante la Corte?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Estudios Universitarios (OBREU)

 

 

Por distintas vías nos preguntan que si nos conviene asistir el próximo (11) de agosto, de este año, a la audiencia programada, para la fase de pruebas; a pesar de la sentencia emitida - unánimemente-  por la Corte, sobre medidas provisionales a favor de Guyana, el pasado 1 de mayo.

He respondido, sin temor ni lugar a dudas, que sí. Afirmativamente.

Debemos comparecer. Ahora, más que nunca, llevaremos nuestra alforja de probanza - jure et de iure- de derecho y por derecho, que no admite pruebas en contrario,

Doy mis razones. ¿Por qué debemos asistir para defender lo nuestro?

Porque entre las dos partes concernidas en este juicio (Venezuela y Guyana) somos nosotros los únicos que poseemos los justos títulos traslaticios irrebatibles que nos acreditan como los verdaderos propietarios de esa inmensa extensión territorial, con sus incalculables riquezas, que nos arrebataron con añagazas y alevosías.

Tenemos cómo probar y demostrar las tratativas perpetradas, a través de la colusión de los imperios, de entonces.

Además, no debemos – bajo ninguna circunstancia- dejar solo al contrincante en el escenario internacional que se nos presenta, en tanto y en cuanto Sala Juzgadora en este pleito centenario.

 A nuestro entender, se asoma como la ocasión definitiva de reivindicar nuestra geohistoria en ese particular.

Así también, hacemos del conocimiento de la opinión pública nacional que contamos con un elogiado y densamente calificado equipo multidisciplinario para la defensa en el precitado proceso.

Añádase que en estricto derecho no hay nada que temer.

Hay quienes señalan que hubo un referendo consultivo en el 2023, que anula cualquier posibilidad de hacernos presentes en la Corte, porque nuestro país no le reconoce jurisdicción a la citada Sala Juzgadora.

Primero, debemos aclarar que una cosa es jurisdicción (potestad generalizada de los magistrados de administrar justicia) que en sí misma la tienen; y la otra es la competencia (facultad específica para conocer y resolver un caso concreto).

La Corte se autoconfirió ambos elementos (jurisdicción y competencia) en diciembre de2020 para conocer forma y fondo de esta controversia. No nos queda otra.

El juicio jamás se ha paralizado.

 El artículo (53) del Estatuto de la Corte es preciso y directo:

Si una de las partes no comparece ante la Corte o se abstiene de defender su caso, la otra parte puede solicitar que la Corte dicte sentencia a su favor”.

No podemos correr el riesgo de que se nos aplique la establecida norma sin antes haber defendido con honores y bastantes recursos incontrovertibles lo que siempre ha sido nuestro.

 

Nuestra Guayana Esequiba, permanentemente, ha constituido un apetecible territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras etc. Territorio muchísimo más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos. Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.

 

Este territorio nos lo arrebataron. Fuimos despojados de esa séptima parte de nuestra geografía nacional con el denominado Laudo Arbitral de París de 1899; adefesio jurídico que desde entonces lo hemos calificado de írrito y de nulidad absoluta. Inexistente.

 

Digamos también, por otra parte, que hemos estado reclamando con ímpetu para nuestra Nación la devolución de esos 160.500 km2.

Ha habido desde hace muchos años y gobiernos -lo reconocemos-  algunos deslices, desaciertos e impropiedades.

 

De cualquier forma, la fuerza contencional ha sido indetenible e implacable.

Los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Tenemos cómo y con qué.

 

Me he permitido ir explicando en todas mis conferencias por varias universidades, en las plataformas digitales y, presencialmente, en otras instituciones del país las razones y argumentos sociohistóricos, cartográficos y jurídicos que nos asisten.

 

Permítanme abundar aquí, para rememorar un hecho significativo.

Se conoce Suficientemente que cuando se negoció, suscribió  y ratificó – por las delegaciones estatales- el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, por   la representación del Reino Unido (Sr. Michael  Stewart); así también admitido por el Sr. Forbes Burnham (para entonces, primer ministro de la Guayana Británica) y por nuestro país el  excelso canciller Ignacio Iribarren Borges; en ese acto e instante quedó  sepultado –por saecula saeculorum— el laudo tramposo, gestado mediante una tratativa perversa en contra de los legítimos derechos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.

La delegación diplomática de Guyana está impelida a mostrar -en la fase probatoria-- los elementos estructurantes de su pretensión; y hasta el día de hoy no tienen nada. Todo lo pretendido requiere pruebas, y no cuentan con tales elementos jurídicos. Allí lo que ha prevalecido (sobre todo desde el 2015 para acá) es un juego de intereses dinerarios entre los gobiernos de cualquier signo político; llámese del PPP o del CNP y el enjambre de empresas transnacionales que están esquilmando nuestros recursos en el territorio y en su proyección atlántica.

 

Quienes están asesorando a la contraparte deben estar conscientes que en cualquier proceso judicial hay que obligarse a demostrar lo pretendido.

 

¿Cómo se les ocurre afirmar en la interposición de acciones contra Venezuela –en procura de acreditación de la Sala Juzgadora-- que el inefable laudo comporta “cosa juzgada” y debe configurarse (y aceptarse) como “válido y vinculante” para nosotros?

Con esa patraña no nos ganarán jamás, en justo derecho.

Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar.

La excolonia británica ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966; el cual es el único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos donde tengamos que ir; para denunciar ante el mundo el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.

 

 

 

 Guayana Esequiba: ¿Debemos comparecer ante la Corte?

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Estudios Universitarios (OBREU)



Por distintas vías nos preguntan que si nos conviene asistir el próximo (11) de agosto, de este año, a la audiencia programada, para la fase de pruebas; a pesar de la sentencia emitida - unánimemente-  por la Corte, sobre medidas provisionales a favor de Guyana, el pasado 1 de mayo.

He respondido, sin temor ni lugar a dudas, que sí. Afirmativamente. 

Debemos comparecer. Ahora, más que nunca, llevaremos nuestra alforja de probanza - jure et de iure- de derecho y por derecho, que no admite pruebas en contrario,

Doy mis razones. ¿Por qué debemos asistir para defender lo nuestro?

Porque entre las dos partes concernidas en este juicio (Venezuela y Guyana) somos nosotros los únicos que poseemos los justos títulos traslaticios irrebatibles que nos acreditan como los verdaderos propietarios de esa inmensa extensión territorial, con sus incalculables riquezas, que nos arrebataron con añagazas y alevosías.

Tenemos cómo probar y demostrar las tratativas perpetradas, a través de la colusión de los imperios, de entonces.

Además, no debemos – bajo ninguna circunstancia- dejar solo al contrincante en el escenario internacional que se nos presenta, en tanto y en cuanto Sala Juzgadora en este pleito centenario.

 A nuestro entender, se asoma como la ocasión definitiva de reivindicar nuestra geohistoria en ese particular.

Así también, hacemos del conocimiento de la opinión pública nacional que contamos con un elogiado y densamente calificado equipo multidisciplinario para la defensa en el precitado proceso.

Añádase que en estricto derecho no hay nada que temer.

Hay quienes señalan que hubo un referendo consultivo en el 2023, que anula cualquier posibilidad de hacernos presentes en la Corte, porque nuestro país no le reconoce jurisdicción a la citada Sala Juzgadora.

Primero, debemos aclarar que una cosa es jurisdicción (potestad generalizada de los magistrados de administrar justicia) que en sí misma la tienen; y la otra es la competencia (facultad específica para conocer y resolver un caso concreto).

La Corte se autoconfirió ambos elementos (jurisdicción y competencia) en diciembre de2020 para conocer forma y fondo de esta controversia. No nos queda otra.

El juicio jamás se ha paralizado.

 El artículo (53) del Estatuto de la Corte es preciso y directo: 

“Si una de las partes no comparece ante la Corte o se abstiene de defender su caso, la otra parte puede solicitar que la Corte dicte sentencia a su favor”.

No podemos correr el riesgo de que se nos aplique la establecida norma sin antes haber defendido con honores y bastantes recursos incontrovertibles lo que siempre ha sido nuestro.

 

Nuestra Guayana Esequiba, permanentemente, ha constituido un apetecible territorio con incalculables riquezas mineras, hídricas, forestales, energéticas, edafológicas, petroleras etc. Territorio muchísimo más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos. Con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.


Este territorio nos lo arrebataron. Fuimos despojados de esa séptima parte de nuestra geografía nacional con el denominado Laudo Arbitral de París de 1899; adefesio jurídico que desde entonces lo hemos calificado de írrito y de nulidad absoluta. Inexistente.


Digamos también, por otra parte, que hemos estado reclamando con ímpetu para nuestra Nación la devolución de esos 160.500 km2. 

Ha habido desde hace muchos años y gobiernos -lo reconocemos-  algunos deslices, desaciertos e impropiedades.


De cualquier forma, la fuerza contencional ha sido indetenible e implacable.

Los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Tenemos cómo y con qué.


Me he permitido ir explicando en todas mis conferencias por varias universidades, en las plataformas digitales y, presencialmente, en otras instituciones del país las razones y argumentos sociohistóricos, cartográficos y jurídicos que nos asisten.


Permítanme abundar aquí, para rememorar un hecho significativo. 

Se conoce Suficientemente que cuando se negoció, suscribió  y ratificó – por las delegaciones estatales- el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966, por   la representación del Reino Unido (Sr. Michael  Stewart); así también admitido por el Sr. Forbes Burnham (para entonces, primer ministro de la Guayana Británica) y por nuestro país el  excelso canciller Ignacio Iribarren Borges; en ese acto e instante quedó  sepultado –por saecula saeculorum— el laudo tramposo, gestado mediante una tratativa perversa en contra de los legítimos derechos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba.

La delegación diplomática de Guyana está impelida a mostrar -en la fase probatoria-- los elementos estructurantes de su pretensión; y hasta el día de hoy no tienen nada. Todo lo pretendido requiere pruebas, y no cuentan con tales elementos jurídicos. Allí lo que ha prevalecido (sobre todo desde el 2015 para acá) es un juego de intereses dinerarios entre los gobiernos de cualquier signo político; llámese del PPP o del CNP y el enjambre de empresas transnacionales que están esquilmando nuestros recursos en el territorio y en su proyección atlántica.


Quienes están asesorando a la contraparte deben estar conscientes que en cualquier proceso judicial hay que obligarse a demostrar lo pretendido.


¿Cómo se les ocurre afirmar en la interposición de acciones contra Venezuela –en procura de acreditación de la Sala Juzgadora-- que el inefable laudo comporta “cosa juzgada” y debe configurarse (y aceptarse) como “válido y vinculante” para nosotros?

Con esa patraña no nos ganarán jamás, en justo derecho.

Guyana no ha cesado en aprovechar el inmenso potencial de recursos que tiene la Guayana Esequiba, en tierra y mar. 

La excolonia británica ha hecho concesiones de todo tipo, en complicidad con algunos países; irrespetando el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966; el cual es el único documento al cual asirnos para proseguir nuestros reclamos donde tengamos que ir; para denunciar ante el mundo el descaro y la ignominia a la que se nos han sometido en más de dos siglos.




jueves, 1 de mayo de 2025

 

                    La lúdica arquetípica de Balza

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente de Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Con José Balza, reconocido y auténticamente   laureado escritor - quien lleva la Deltanidad tejida a su piel- hemos aprendido que los libros son objetos mágicos.

 Leer no es sólo consumir signos lingüísticos sino crear, elucidar, proponer, recomponer; y a menudo, somos los lectores quienes les revelamos a los autores qué fue lo que en realidad escribieron. Porque, aunque no toda lámpara tiene su genio, de lo que si estamos seguros es que lo que brota también depende del espíritu, la mentalidad y las sensibilidades de quien frota la lámpara; de quienes nos adentramos en los lugares recónditos y las intencionalidades que habitan en cada palabra escogida para que diga algo.

 Cuando nos disponemos a leer, a “frotar la lámpara” para desafiar al genio, abandonamos la multiplicidad de inquietudes de la mente y accedemos a concentrarnos, a seguir el curso de una idea, de una argumentación; a confrontarla con nuestras propias consideraciones.

 

En el libro de mi autoría “Hombres en la historia contemporánea del Delta”, precisamente un personaje descollante – entre otros- es el escritor José Balza, de interesante proyección internacional por su densa obra.

Balza nos relata que siempre ha sido muy disciplinado.

Nos expresa que escribir para él es como un grado de sacerdocio con la vida y la belleza.

Balza sentencia de este modo: “el lenguaje no perdona, o te hace decir tonterías o te lleva a lo más hondo de la realidad y de las personas”.

 Confiesa nuestro entrevistado que escribe, según nos ha dicho, en las mañanas, pero puede sentir el eco de algo; un suceso, cosas que comentan y entonces obedece de inmediato al llamado, se pone a trabajar donde quiera que se encuentre.

 Ha llegado a escribir –sentado en un aeropuerto en espera de un vuelo internacional - en una servilleta, un cuaderno, la tableta.

 Todavía dibuja y viaja con lápices, pinceles y una acuarela.

Porque además vive en lo más íntimo de sus ser la pasión desbordante de un artista plástico.

La verdad balziana no debemos pesquisarla en el discurso sino en la episteme que define su óntica; digamos, su modo de ser, su alforja de imaginarios y sus sensibilidades.

 

Los ejercicios narrativos de Balza nos llevan de la mano como ductores hacia la realidad esperanzadora o hacia la proliferación de preguntas sin necesarias respuestas.

Los lectores aprehendemos de Balza escurridizas lúdicas (juegos inimaginables) en cada párrafo textualizado; lo cual constituye una hermosa estrategia que impulsa a darle completitud a sus ideas apenas insinuadas.

 Pude haber sido otro niño — relata Balza en una entrevista que le hicimos, recientemente— pero había una energía vital que se ubicaba en mí; yo era testigo privilegiado de aquel mundo: agua, cielo inmenso, la vasta selva, montañas, lo que me hizo atrapar la realidad y convertirla en palabras.”

 ¿Cuándo supiste que había llegado el momento de salir del Delta (a conquistar el mundo) para labrarte una trayectoria destinal?

 “A los 16 años. Sucedió por casualidad y también porque ya había leído mucho. Los libros te abren mundos distantes como si los tuvieras a la mano. Nadie se imagina cuántos lectores ha habido en el Delta en los últimos cien años”

 Balza aporta, aún en los intersticios de su narrativa, suficiente dialéctica, para desenhebrar historias y experiencias.

 Sus textos, en tanto entidades vivas, nos guían; inclusive aquellos escritos de su época juvenil que tuvo el atrevimiento de lanzarlos a las aguas de su avecindado Caño Manamo, en un acto inconsciente de metafórico esparcimiento y de exquisita proyección universal de sus letras.

Los textos arquetípicos de Balza han irrumpido para provocar, para desencadenar innumerables controversias; a veces para ir contra lo establecido, para antagonizar los conceptos esclerosados por dogmatismos.

A Balza le fascina dejar sentado en sus escritos pensamientos a contracorriente, en los cuales el cinismo tiene un sitio preponderante.

Tuvimos la osadía de preguntarle, sin el menor reparo: ¿Confiesas, conforme a las claves narrativas de Neruda, que has vivido?

 Hasta la saciedad. He visto morir políticos; y cada vez me gusta más que así ocurra. He sido amado y apreciado, y he correspondido al máximo. Nací en el Delta del Orinoco, y ese es mi supremo don. Conozco numerosas ciudades del planeta, y eso ha sido como beber un licor inagotable. También estoy preparado para la partida”