Guayana
Esequiba: Comparecer, con fuerza jurídica ante la Corte, sin ningún temor
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela
Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)
Mediante una
tratativa perversa de los imperios de entonces, nos arrebataron nada más y nada
menos que 159.500 km2; es decir, fuimos despojados de una séptima parte de
nuestra geografía nacional con el denominado Laudo Arbitral de París de 1899;
adefesio jurídico que desde entonces lo hemos calificado de írrito y de nulidad
absoluta. Inexistente.
Además, esa patraña arbitral quedó
definitivamente rechazada y sepultada una vez que se firmó el Acuerdo de
Ginebra, el 17 de febrero de 1966, único documento con pleno vigor jurídico en
este asunto litigioso.
¿Qué tiene
nuestra Guayana Esequiba que permanentemente ha sido tan apetecible? Veamos lo
siguiente a manera de referente.
El territorio
en contención posee incalculables riquezas mineras, acuícolas, hidroeléctricas,
forestales, energéticas, edafológicas, petroleras, agroindustrial etc.
Comparativamente
es muchísimo más grande que algunos países europeos, asiáticos y centroamericanos,
con extraordinario potencial de desarrollo sostenible.
Un dato adicional, para apreciar en su precisa
dimensión: con un 10 % de la producción de cualesquiera de los rubros
aprovechables, mencionados arriba que entraña ese territorio, Venezuela resolvería
su problema económico por 60 años.
Digamos
también, por otra parte, que hemos estado reclamando con ímpetu para nuestra
Nación la devolución de ese inmenso espacio.
Ha habido
desde hace muchos años y gobiernos -lo reconocemos- algunos deslices, desaciertos e
impropiedades.
De cualquier
forma, la fuerza reclamativa ha sido indetenible e implacable.
La búsqueda
de la justa restitución que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y
jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones
intemperantes, desproporcionadas o injustas. Tenemos cómo y con qué.
Me he
permitido ir explicando en todas mis conferencias por varias universidades, en
las plataformas digitales y, presencialmente, en otras instituciones del país
las razones y argumentos sociohistóricos, cartográficos y jurídicos que nos
asisten.
La delegación
diplomática de Guyana está impelida a mostrar -en la fase probatoria que
comienza este mes-- los elementos estructurantes de su pretensión; y hasta el
día de hoy no tienen nada.
Todo cuanto
pretende Guyana requiere pruebas, y no cuentan con tales elementos jurídicos.
Verdaderamente, allí lo que ha prevalecido (sobre
todo desde el 2015 para acá) es un juego de intereses dinerarios entre los
gobiernos de cualquier signo político; llámese del PPP o del CNP y el enjambre
de empresas transnacionales que están esquilmando nuestros recursos en el
territorio y en su proyección atlántica.
Por distintas
vías nos preguntan que si nos conviene asistir el próximo (11) de agosto a la
audiencia programada, cuando se inicia el trayecto de probanzas para las Partes
concernidas. Ese día corresponde presentarse a la delegación venezolana.
He
respondido, sin temor ni lugar a dudas, que sí. Afirmativamente.
Debemos comparecer.
Ahora, más que nunca; por cuanto, llevaríamos nuestra alforja irrebatible e
incontrovertible- jure et de iure- de derecho y por derecho, que no admite
pruebas en contrario,
Doy mis
razones. Las mismas que ya he aportado en anteriores ocasiones, en distintos
escenarios.
¿Por qué
debemos asistir para defender lo nuestro?
Porque entre
los dos Estados en controversia en este juicio (Venezuela y Guyana) somos
nosotros los únicos que poseemos los justos títulos traslaticios que nos
acreditan como los verdaderos propietarios de esa inmensa extensión
territorial, con sus incalculables riquezas – como ya expuse- que nos arrebataron con añagazas y alevosías.
Tenemos cómo
probar y demostrar las trampas perpetradas, a través de la colusión y
prevaricación de quienes decidieron en nuestra contra.
No debemos –
bajo ninguna circunstancia- dejar solo al contrincante en el foro jurisdiccional
internacional que se nos presenta, en tanto y en cuanto Sala Juzgadora en este
pleito centenario.
A nuestro entender, se asoma como la ocasión (tal
vez) definitiva de reivindicar nuestra geohistoria en ese particular.
Conforme al artículo (236) de nuestra
Constitución Nacional le corresponde al jefe de Estado autorizar o no la
comparecencia ante la Corte; por cuanto es de su exclusiva atribución el manejo
de la política exterior de Venezuela.
Así también,
hacemos del conocimiento de la opinión pública nacional que contamos con un
elogiado y densamente calificado equipo multidisciplinario para la defensa en
el precitado Proceso.
Añádase que
en estricto derecho no hay nada que temer.
Nos
conseguimos quienes señalan que hubo un referendo consultivo en el 2023, que
anula cualquier posibilidad de hacernos presentes en la Corte, porque nuestro
país no le reconoce jurisdicción a la citada Sala Juzgadora.
Primero,
debemos aclarar que una cosa es jurisdicción (potestad generalizada de los
magistrados de administrar justicia, que en sí misma la tienen); y la otra es
la competencia (facultad específica para conocer y resolver un caso concreto).
Resulta (hay
que tenerlo muy en cuenta) que La Corte se autoconfirió la competencia en
diciembre de 2020 para conocer forma y fondo de esta controversia; por lo que –
a mi modo de ver- no nos queda otra.
El juicio
jamás se ha paralizado.
El artículo (53) del Estatuto de la Corte es
preciso y directo:
“Si una de las partes no comparece ante la
Corte o se abstiene de defender su caso, la otra parte puede solicitar que la
Corte dicte sentencia a su favor”.
No podemos
correr el riesgo de que se nos aplique la establecida norma sin antes haber
defendido con honores y bastantes recursos procesales , de pleno derecho, lo
que siempre ha sido nuestro.
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