viernes, 4 de marzo de 2011

                 SOCIALISMO  CUARTELARIO
                                         Dr. Abraham Gómez  R

Ya hay una develada manifestación que busca aclarar conceptos, por parte de los propaladores del conocido hasta no hace mucho socialismo del siglo veintiuno. Tan abundante habían sido las demandas y exigencias  para que explicitaran su engendro teórico que no les quedó otra alternativa que exteriorizar la calidad del tejido de esa rancia utopía.
Quizás la mayor extravagancia sobresaliente, en lo que Laclau denomina “la revolución de nuestro tiempo”, viene aportada por el indisimulado carácter marcial que ha comenzado a destilar el proceso. Pensamos siempre con los naturales referentes de lo pretérito, que nutrimos hoy con las propiedades epistémicas que nos son inherentes. Subyace en nuestro imaginario una genealogía que implica revisitar con mirada acuciosa el pasado desde el presente. Interrogar a lo  dicho y hecho qué tienen para enseñarnos en perspectiva. Desde luego, que en tales tareas una tradición intelectual y académica seria jamás caería en la sumisión y menos en la repetición de consejas que conlleven nuevamente a los descalabros socio-políticos  padecidos por la humanidad. Por ejemplo: socialismo real, leninismo, stalinismo, maoísmo, pol-potismo y demás.
En una sociedad democrática  las ideas se debaten, se confrontan. Los pensamientos contrapuestos se resuelven mediante el discernimiento. Por el contrario, en una “comuna” con régimen autocrático, con pretensión totalitaria, las libertades quedan constreñidas. Allí el Estado ejerce todo el poder de modo intenso y extenso. El ciudadano y la sociedad civil quedan sitiados. Cómo calificar de socialismo-democrático al pretensioso modelo que apuran instaurar en nuestro país, cuya esencia es la estatización de la sociedad. Donde las decisiones se imponen acríticamente y toda iniciativa responde a la potestad y capricho  de alguien con espíritu mesiánico. Esta particular y muy deleznable actitud  para conducir en la época actual a un país, ni Chomsky lo comparte “esa organización de la sociedad tiene varias consecuencias inmediatas. La primera es que, de una manera muy sutil (…), induce a gran parte de la población, sometida a decisiones arbitrarias tomadas desde arriba, a aceptar la mentalidad autoritaria. Y, en mi opinión, eso tiene un efecto muy profundo sobre el  carácter general de nuestra cultura, que se manifiesta en la creencia que hay que obedecer órdenes arbitrarias y plegarse a las decisiones de la autoridad”. No caben dudas, añadimos nosotros, que  por los últimos eventos registrados hay una intención  acelerada para el sometimiento forzoso o sibilino de todos los asuntos  atinentes a la población civil venezolana a una cuadriculación y disciplina militarista.
La ahora conocida fuerza armada nacional bolivariana sustenta su estructura en una estricta jerarquización que conforma una pirámide.  Igualmente para operacionalizar el funcionamiento de la misma, se establece la cadena de mando y el cumplimiento para sus integrantes mediante la observancia del órgano regular, a través del cual deben formular las tramitaciones ante las altas autoridades militares. Aspecto éste muy específico para los fines y propósitos de una actividad de orden militar. Asuntos, de la interioridad de los cuarteles que no entramos a discutir, aunque la doctrina de la obediencia debida está seriamente cuestionada. Lo que sí rechazamos, aservamente, es que se pretenda proyectar esas directrices  y conductas cuartelarias para el resto de la sociedad.
 Porque la historia nos ha dado, permanentemente, lecciones para que sepamos diferenciar las texturas teóricas de los regímenes políticos en sus orígenes y las distorsiones en que éstos devienen nos atrevemos a conjeturar que un gobierno de densa ideología y carácter militarista tiene propensión al fascismo.


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