Educar con Amorosidad
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Hace poco más de un año, tuvimos la ocasión de invitar a
Tucupita a dos reconocidos investigadores sociales venezolanos: Oscar Misle y
Fernando Pereira, directivos del Centro Comunitario de Aprendizajes,
CECODAP: organización elogiada ya en el
mundo entero, por cuanto desde su fundación en 1984, como ente sin fines
de lucro, trabaja en la promoción y
defensa de los Derechos Humanos de la niñez y adolescencia, haciendo especial
énfasis en la construcción de una convivencia sin violencia a través de la participación
ciudadana de los niños, niñas y adolescentes, familias, centros educativos .
En la citada oportunidad, dictaron en el Consejo Legislativo
del estado Delta Amacuro, bajo los auspicios de la UPEL, la conferencia
titulada “ Lo que esconden los morrales”, contenido
de un texto de su autoría, básicamente destinado a los profesionales que trabajan directa e
indirectamente con la educación, estudiantes cuyas aspiraciones van dirigidas a
hacerse docentes, en los distintos niveles y modalidades; así también para madres, padres que participan en diversas asociaciones, líderes comunitarios y
todos quienes que se preocupan por la
protección de sus hijos e hijas.
Entonces, informalmente, Oscar y Fernando, nos hicieron saber
que estaban ya en la fase conclusiva de una nueva indagación.
Producto del trabajo afanoso e intelecto de tan insignes ductores de los
procesos educativos en nuestro país no cabía la menor duda de la calidad de los
resultados que ahora apreciamos en el libro “Si los pupitres hablaran”.
Ellos ya nos habían
adelantado la oposición que siempre han mantenido con la manera cómo queda
estructurada el aula de clases con
pupitres; ya que, nos expuso Misle con suficiente justificación: “a lo
largo de la historia, el pupitre ha mantenido un lugar inamovible, diríase que
estático, en la educación. Es el puesto que ocupan los estudiantes para recibir
clases, el lugar donde deben permanecer sentados, quietos, dándole la espalda a
quien está detrás. Los estudiantes pasan horas en una posición que poco tiene
que ver con la conexión cara a cara que favorece la disposición a convivir,
compartir y resonar con lo que el otro piensa y sienten”
Un hecho, no menos significativo en este valioso texto es que muestra rutas para la prevención de la
violencia en centros educativos. Es una invitación a la acción. A pensar y hacer.
Ofrece posibilidades para que la cultura de Paz encuentre en las escuelas tiempo
y espacio para la formación, participación, coordinación y permanencia. Se consolide la convivencia pacífica y
democrática.
La educación, para responder a las necesidades y prioridades
actuales, necesita reinventarse para que el aburrimiento, el desinterés y la
apatía no se traduzcan en hostilidad y violencia intraescolar.
Hay un hermoso elemento implícito que lo conseguimos
vertebrando en el texto: la Amorosidad como
categoría indesligable en todos los
procesos educativos.
Tal imantación de amor en el momento de enseñar y aprender, además constituye la esencia y base para crear vínculos entre el docente y el alumno que a
partir de esta relación se desarrollan mejor las demás cualidades.
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