OCASO LÍQUIDO DE BAUMAN
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Acababa de cumplir 90 años, pero tenía tanta fascinación por la
vida, y por seguir teorizando que era capaz de enlazar dos y hasta tres vuelos en un solo día para ir de
una ciudad a otras con el único objetivo y entusiasmo de dictar una conferencia.
Abrigaba, sin descanso
ni retorcidas retóricas, la intención de insistirnos que estamos viviendo
en “una modernidad y una sociedad
líquida”: su Tesis Mayor. Su apuesta indesligable
y propositiva, en tanto guiatura para este tramo epocal.
Sentía plena emoción
nuestro siempre consultado filósofo Bauman al pronunciar que no tenemos sino “Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al
ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras
vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal
preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios
que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos”.
Detestaba dar respuestas
simples a cuestiones complejas; por eso justificaba que se extendiera ante cada
explicación que se le solicitara.
En su libro La vida
líquida (2007) el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es
demoledor por certero.
Zygmunt Bauman había
sido considerada una figura de referencia de la sociología
contemporánea. Su denuncia de la desigualdad creciente, su análisis del
descrédito de la política o su visión nada idealista de lo que ha traído la
revolución digital lo había convertido también en un faro para el movimiento
global de los indignados, a pesar de que no dudaba en señalarles las
debilidades.
Al momento de recibir
el Premio Príncipe de Asturias, en el 2010, en la mención Comunicación y Humanidades,
expuso su clara definición sobre la Sociedad Moderna Líquida, en los
siguientes términos: “es aquella sociedad
donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las
formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto,
evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros
individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se
convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar
de ojos. El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al
poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por
delante”.
Acaso será temprano
todavía para conferirle razón plena a nuestro laureado Bauman,
recientemente fallecido, cuando caracteriza
a La modernidad líquida por su
flexibilidad y la falta de estructuras sociales perdurables, sin darnos cuenta
que determina y condiciona las
relaciones y costumbres de los ciudadanos.
Y ahora cabría
preguntarnos, en las claves narrativas de Bauman: ¿Cómo llegamos a este “tiempo
líquido”?
Vivimos en un mundo en
donde la incertidumbre debilita los sistemas de seguridad de los individuos,
existe miedo por conformar relaciones a largo plazo, se postergan las relaciones
por el Éxito, las redes sociales toman un rol fundamental a la hora de establecer
vínculos, los individuos se insensibilizan y miden sus relaciones en término de
Costo/beneficio, pero al mismo tiempo los sujetos se vuelven frágiles y
vulnerables, todos estos factores comienzan a desmoronar la solidez de una
sociedad, cambiando la rigidez de las estructuras por la flexibilidad de las
mismas, las torna volátiles y transitorias; no existe la presencia de
referencias y hay un completo desarraigo afectivo.
La expresión, acuñada
por Zygmunt Bauman que acompañó toda su existencia filosófica, da cuenta con
precisión del tránsito de una modernidad sólida, estable, repetitiva a una «líquida», flexible, voluble.
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