Diáspora de involuntaria tristeza
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la lengua
Nuestro país siempre había sido lar abierto para el
recibimiento afable de los inmigrantes desde múltiples latitudes; para quienes
buscaban amparo y refugio ante las calamitosas condiciones atravesadas en sus
lugares de orígenes.
La dispersión o diseminación de las poblaciones por el mundo
es asunto de vieja data.
Los relatos étnicos, sociales, políticos o religiosos dan
cuenta que, con propiedad, el vocablo diáspora se le aplicaba a los judíos;
denominados también el “pueblo errante”.
Hoy ya se ha hecho del término diáspora uso común para
cualquier grupo humano que, sin entrar en las circunstancias obligantes,
abandonan sus espacios naturales de procedencias.
En los últimos quince años, en Venezuela estamos viviendo en
una especie de Estado de excepción permanente. Hay una encubierta política de
Estado para provocar una indetenible diáspora.
La situación económica para todos los estratos sociales se ha
vuelto insufrible.
Tamaña desesperación ha conllevado a muchos compatriotas (el
más reciente estudio habla de casi cinco millones) a dejar su suelo nativo, y probar
suerte fronteras afuera.
Conseguimos venezolanos en casi todas las naciones del mundo
en procura de mejores posibilidades laborales.
A lo interno de Venezuela, el régimen ha venido resucitando
esa enigmática figura del Derecho Romano arcaico conocida como el Homo Sacer,
que designa al hombre cuya vida vale muy poco, o casi nada. Y que su
liquidación civil o política no constituye delito alguno. Lo que el pensador
italiano Giorgio Agamben denomina “la nuda vida” o vida desnuda; porque es la
existencia humana despojada de todo valor político, de civilidad alguna. Arrancarle a la gente todo sentido ciudadano para
encuadrarla en un redil militaroide.
Con cualquier añagaza jurídica aspiran taparlo todo. Con
descaro los contenidos constitucionales los tuercen a sus antojos.
Imaginan que de ese
modo las atrocidades de todo tipo quedan legitimadas.
Decimos nosotros: los delitos de lesa humanidad no prescriben
y se pagan muy caro, en su oportunidad.
Tarde o temprano, las abominaciones con las cuales el régimen
margina, execra, persigue, somete, aniquila; cuyas simbologías están
representadas mediante: el carnet de la patria, los colectivos, las unidades de
batalla cobrarán sus deplorables consecuencias, tanto para las complicidades
activas como para los silencios cobardes.
Las familias venezolanas, que formaron profesionalmente a sus
hijos, hoy los ven partir con angustia, dolor y tristeza: emociones encontradas
que refuerzan sus alas para los emprendimientos; así además, ensanchan sus
raíces para sostenerse, dondequiera que lleguen, con talento y probidad.
Hoy, los venezolanos que han emigrado, en su gran mayoría
ocupan destacados lugares en la administración pública o privada donde se
encuentran. Orgullosos estamos de quienes nos representan con honestidad en
otras naciones.
Cada despedida, para quienes viajan al exterior a abrirse
caminos, lleva muy adentro la impronta esperanzadora para regresar, pronto,
cuando hayamos derrocado la opresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario