Vivimos de espaldas a las fronteras
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
El Estado venezolano y todo cuanto representa ha mantenido un
comportamiento errático y desacertado en el tratamiento que debe dársele a los
asuntos fronterizos.
Los términos límite y frontera son usados sin diferencias conceptual
ni estructural por parte de quienes suponemos conducen la “política fronteriza”.
Tal ignorancia o esta confusión mental, en señalar límite y
frontera como una misma y única cosa, ya nos dice el talante de improvisación para
arreglos mayores en esta materia. Así ha sido siempre.
También estamos conscientes que no será tarea fácil que en el
lenguaje cotidiano la gente, común y corriente, se ciña a darle a cada categoría
el uso adecuado y preciso. Sin embargo, conforme a la “pedagogía de la
esperanza” señalamos que nunca es demasiado tarde para aprender a llamar los
asuntos con mejor propiedad; para saber de qué hablamos cuando nos referimos al
Límite que en esencia es: una entidad o acuerdo jurídico, abstracto, de origen
político, convenido y visualizado (pensado) en forma lineal.
Mientras que la Frontera comporta el espacio vital de anchura
variable, donde convergen y se interrelacionan seres humanos con potencial de
integración, que crean un modo de vida común, con sentido dinámico y vital.
Pareciera que el espacio geográfico, que le da asiento a las fronteras
de Venezuela con otras naciones, no fuera nuestro; a pesar de llegar a
equivaler casi que un sesenta por ciento del territorio nacional, y estar
habitado por una quinta parte de la población. Consideramos que La proporción
de personas es muy escasa en esa poligonal fronteriza, para la inmensidad de
terreno que ocupan.
Prestemos atención a lo siguiente: mientras que los demás
países con quienes hacemos costado fronterizo: Brasil, Colombia, Islas del
Caribe, Trinidad, Guyana adelantan audaces Políticas de Estado (no reacciones
espasmódicas de gobiernos temporarios) en estrategias fronterizas, nosotros,
vergonzosamente, seguimos exhibiendo una muy débil pared demográfica ( poca población
en esos espacios) en lamentables condiciones de aislamiento y pobreza, cuya
inmediata consecuencia ya se sabe de sobra: un marcado desequilibrio geopolítico. Casi que
no tenemos la autoridad estatal suficiente en esos espacios. Allí mandan elementos
de toda calaña, menos el Estado venezolano.
Vamos a insistir en lo que hemos estudiando con devoción,
permanentemente, que los fenómenos fronterizos son realidades jurídicas por la
delimitación misma, lo cual es una exigencia inexorable en el Derecho
Internacional. Cada nación debe tener claro cuáles son sus límites.
Sí, pero se hace obligante considerar y añadir en los asuntos
fronterizos la dimensión socio-económica por la interactividad que mantienen
los habitantes de esos espacios.
Se lo decimos por la experiencia, en los recorridos hechos (atendiendo
estudios académicos) por esas zonas: la gente que allí convive poca o ninguna
importancia le da a la línea, a la raya imaginaria que como figura geodésica
del Estado intenta separarlos.
En los espacios
fronterizos, nos consta, hay otro modo de valorar y vivir.
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