Ginecocidio: síndrome social (lingüísticamente)
oculto.
Dr. Abraham Gómez R.-
Miembro de la Academia Venezolana de la
Lengua
Los científicos sociales no han podido, aún, determinar con exactitud
los factores causales del incremento de los índices de violencia en la
actualidad, en el mundo.
No caben dudas que la sociedad venezolana se ha vuelto cada vez más
violenta y, conforme a algunas cifras analizadas, las peores consecuencias las
pagan nuestras mujeres.
En un interesante estudio, hecho texto luego, cuyo autor es el doctor
en ciencias sociales, psicólogo y sacerdote Alejandro Moreno, titulado “Y
Salimos a matar gente”, nos relata que
la violencia es multicausada, y tiene sus factores originarios en el ambiente
intrafamiliar: hogares disfuncionales, familias desestructuradas, irrespeto en
la convivencia, deserción escolar, ociosidad, ausencia de la figura y
protagonismo de la madre-mujer en tanto responsable de la fijación de las
sensibilidades en los hijos.
Para el Observatorio Venezolano de la Violencia, si bien una considerable cantidad de
víctimas de homicidio, en nuestro país, son hombres, los estudios hasta ahora enfatizan
el hecho de que en contextos familiares la mayoría de las víctimas son mujeres.
Consideremos también que las cifras o datos analizados son los que
hemos podido conocer; aunque estamos conscientes que hay sub-registros en todos
estos índices de violencia.
Vamos a intentar clarificar una situación que se ha venido arrastrando
casi que desprevenida e ingenuamente; nos referimos a la trampa semiótica (es
decir, en la construcción del signo) de la palabra mujer; con lo cual se ha entramado
una inadmisible inequidad de género, que acogota a la mujer a lo largo de la
historia.
La palabra mujer lleva implícita una carga insoportable de
desvaloración.
Muchísima razón tiene nuestro insigne epistemólogo venezolano Rigoberto
Lanz cuando nos ofrece, en su libro “Las palabras no son neutras”, las claves
para develar hechos de exclusión que vienen incorporados desde la propia forma
y desde el mismo instante de construirse el significante que hará mención de
las cosas. Cada vocablo lleva en su interior una intencionalidad al momento de
usarse para decir o señalar. Cada palabra envuelve e induce a pensar y actuar.
De tal manera que cuando
estudiamos la construcción léxico semántica de la palabra mujer, nos conseguimos
que aflora con mulier (latín), mujer (castellanizada), una posición ideológica
que ha permanecido oculta para la descalificación muy marcada, que ellas han
venido soportando injustamente.
La anterior aseveración la reforzamos además en el hecho de que se ha acuñado la palabra femicidio (feminicidio);
con la cual se quiere hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.
Esta escogencia terminológica nos luce desacertada e impropia; por
cuanto un homicidio se comete contra un hombre; así entonces, aniquilar
físicamente a una mujer no puede ser homicidio; sino Ginecocidio; del griego Gineco
que denota con exactitud: mujer.
Agrego algo más, el vocablo femicidio, a mi modo de ver, resulta injusto
socialmente, desconsiderado biológicamente y tramposo lingüísticamente.
Fémina es una variante cultista e irónica de mujer.
Relatar que se ha perpetrado un femicidio, es intentar significar que
se liquida la vida de una mujer; y no es exactamente lo que denota morfológicamente
este vocablo.
Femenino es el género que comporta todo lo relacionado a la mujer, y en
el asesinato no muere el género, sino que se acaba físicamente con la mujer
(Gineco).
Admitir femicidio, como violencia y agresión extrema del deleznable
machismo; o femicidio como el asesinato
selectivo de una mujer por razón de su género, equivale a aceptar que se
cercena la vida de la hembra; palabra que por su evolución fonética desde el latín, nos da:
femina, fémina, fembra, que queda finalmente hembra (ya castellanizada); pero que
no hace distinción semántica de las hembras animales. Por eso acusamos de
desconsiderados todos estos actos de habla.
Extendemos nuestra invitación para repensar (reconstruir) un nuevo
étimo como Ginecocidio, del griego Gineco (mujer, en su consistencia psico-biológica-social-espiritual)
para señalar el recurrente y aborrecible fenómeno que se viene cometiendo
contra las mujeres, por razones de su género.
De cualquier forma, no basta buscar otra palabra, no es sólo denominar
de otra manera esta práctica maliciosa de abominable machismo; sino evitar, a
como dé lugar tales injusticias.
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