Guayana
Esequiba: resolución casi mí(s)tica para arreglo de controversias
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de estudios
Fronterizos de Venezuela
Consultor de la ONG Mi Mapa
Asesor de la Comisión por el Esequibo
y la Soberanía Territorial
Es verdad, seguimos admitiendo que no hay sociedad sin Derecho – ubi
societas, ibi ius-; pero, también es cierto que el Derecho en bastantes
ocasiones y circunstancias lo resquebrajan; o lo ponen a jugar el juego que les
interesa a los detentadores poderosos del ámbito de que se trate. Nacional o
internacional.
Grupos con indisimulados e insaciables intereses económicos acomodan las
“letras del derecho” a su favor, para que diga y anuncie lo que cuadra a sus
conveniencias.
Agreguemos un poco más en idéntico sentido. Donde aflora el derecho es
porque hay personas que se ocupan de crear normas jurídicas, aplicarlas y
explicarlas. La labor de tales facultos – como se ha de suponer—no es ingenua,
gratuita o desprevenida. Dígame en el campo internacional.
Se trata de funciones con tradición de siglos - lo sabemos-- que por
muchas razones han cambiado la forma; sin embargo, en el fondo del asunto, --donde
se asienta la intencionalidad de subyugar o confundir—la cosa permanece
inalterable.
Vergonzosamente, todavía así se les exige – concretamente-- a algunos
Estados (por supuesto, a los más débiles) que deban someterse a un orden
normativo, obligatorio y coercitivo que se consagra en el Derecho Internacional
Público.
Recordamos con nostalgia que hasta no hace mucho, la sola mención –
aunque someramente- de las disposiciones contenidas en las normas del Derecho
Internacional (mayúsculas adrede, todavía) bastaba para emocionarse al
pronunciar sus principios y/o apelar a sus jurisprudencias.
Internalizar esos relatos doctrinales
constituía, ciertamente, experiencias hermosas.
El Derecho Internacional comportaba, en sí mismo, uno de los ejes
temáticos que desplegaba apasionadas y productivas discusiones para nutrir y
fortalecer – al propio tiempo—a las particulares soberanías nacionales.
Lo que deseo poner de relieve es que la opción de trabar un litigio para
resolver un pleito interestatal, hoy en día, está tomando un papel menos
importante como solía tener en los siglos pasados; por cuanto, han surgido
otras maneras de disolver los conflictos.
Es importante, finalmente, destacar que la cultura de la paz, de la
negociación directa de las partes en controversia; de la mediación y la
conciliación, se han venido imponiendo sobre la vía del litigio, con su
despliegue jurisdiccional; teniéndose esta última como una subcultura.
¿Entonces, cómo hacemos para alcanzar una resolución satisfactoria, sin
que incomodemos susceptibilidades o contrariemos la norma Internacional?
La brevísima reflexión y descripción anterior viene a propósito de la
justa y centenaria reclamación que ha hecho Venezuela de la séptima parte de su
extensión territorial, que le desgajaron con artimañas y vilezas.
Las posibles alternativas de solución planteadas por nuestro país fueron
saboteadas por ingleses y guyaneses.
Algunas veces, quisimos decidirnos por la vía voluntarista; y
conseguimos resistencias en la comunidad internacional, con discursos
conminativos a respetar las normas.
En otras ocasiones, invitamos a la contraparte (Reino Unido y su colonia
Guayana Británica) a consensuarnos para solucionar –definitivamente—el despojo
que nos habían perpetrado.
¿Qué ha sido lo más importante y trascendente que alcanzamos a
consolidar con la autocomposición?
Logramos – luego de extenuantes jornadas de análisis y discusiones—
negociar, suscribir y ratificar el Acuerdo de Ginebra, el 17 de febrero de
1966; documento que posee pleno vigor jurídico; el cual en su debida
oportunidad fue consignado en la Organización de la Naciones Unidas, donde
causó estado; es decir, su contenido ha resultado inalterable, y jamás ha sido
atacado o recurrido.
El Acuerdo de Ginebra, único
documento donde basamentamos la contención y su posible solución, atiende la
alternativa de arreglo mediante la diplomacia directa entre Venezuela y Guyana,
sin la necesidad de acudir, unilateralmente, con inmediatez (o porque sí) o premura
a órganos jurisdiccionales. Aludimos sin ambages a la Corte Internacional de
Justicia.
¿Ha llegado a resultar la autocomposición eficiente y eficaz para
solucionar pleitos entre Estados?
Por supuesto. Tenemos demasiados ejemplos al respecto. Fundamentalmente,
cuando los propios particulares involucrados en una controversia establecen y
respetan las normas, que en ellos mismos se han dado, para efecto de encontrar
una solución a la contrariedad que atraviesan.
Con exactitud es lo que ha venido invocando Venezuela con atención al
contenido del Acuerdo de Ginebra:
“…. Cualquiera controversia
pendiente entre Venezuela, por una parte, y el Reino Unido y Guayana Británica
por la otra, perjudicaría tal colaboración y debe, por consiguiente, ser
amistosamente resuelta en forma que resulte aceptable para ambas partes; de
conformidad con la agenda que fue convenida…”
Caben aquí, en lo que sigue, dos preguntas muy concretas, después del
Referendo Consultivo.
¿Sabrá leer e interpretar la Comunidad Internacional y particularmente
la Sala Jurisdicente de la ONU el mensaje que emitió el pueblo de Venezuela, sin
diferenciaciación y con carácter de unanimidad?
¿Estará dispuesta la República Cooperativa de Guyana, en su condición de
demandante a desistir de la Acción interpuesta contra Venezuela, el 29 de marzo
de 2018, y aligerar una solución extraprocesal, en el marco del Acuerdo de
Ginebra, que nos mandata a tales fines; donde quepan estrategias bilaterales expeditas de satisfacción para ambas partes?
Hay en Guyana quienes se empecinan, en asumir que regresar a una
solución de negociación, mediante el diálogo amistoso, constituye un
catastrofismo.
Decimos que no es la primera vez que se alcanza una resolución a un
conflicto álgido, difícil y complejo dejando a un costado los procedimientos jurisdiccionales;
y apelando – como alternativa buena y propia-- a la diplomacia de entendimiento
directo de las partes conflictuadas.
Venezuela sigue tendiendo y extendiendo su voluntad y mejor buena fe,
para acordar en paz una fórmula solucionadora de este pleito entre países
hermanos.
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