Guayana
Esequiba: Cinismo y falacias de Irfaan en la ONU
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Coordinador dela Comisión Proponente
de la UNAFRONT
Acabamos de mirar
y escuchar, con estupefacción, por las redes y en los canales internacionales,
la intervención en la octogésima sesión de la Organización de las Naciones Unidas;
a través de la misma pudimos captar e interpretar en su exacto sentido e
intencionalidad un discurso destemplado y falaz pronunciado, en eses escenario,
por el presidente guyanés Mohamed Irfaan Ali.
Nos lució
- de entrada - atrabiliario e irónico, que no parecía la de
una persona quien tiene la función de dirigir los destinos de un país; por la
cantidad de falsedades y desvergüenzas que llevan incorporadas sus palabras,
implícita y explícitamente.
En el texto,
torpemente leído, pretendió torcer, con lo que dijo, la realidad de un hecho
histórico-jurídico y cartográfico que desborda su capacidad analítica y que
(sospechamos) domina escasamente el pensamiento crítico. Tal cual lo
percibimos.
Entonces, con
las inocultables características detectadas, se ve obligado a apelar a mentiras
indigeribles; como, por ejemplo, señalar que: “Venezuela busca apoderarse de las dos terceras partes del territorio de
la República Cooperativa de Guyana”.
Así, además,
en ese mismo tono acusa a nuestro país de ser irrespetuoso del Derecho
Internacional; de desconocer las materias contempladas en la Carta de las
Naciones Unidas; y nos somete al escarnio por la supuesta violación del Acuerdo
de Argyle, suscrito bilateralmente, el 14 de diciembre del año 2023.
Cuando nos
detenemos a tratar de entender esa ristra contra Venezuela, consideramos que –
tal vez- lo más protuberante y “lapidario” de lo que dijo el mandatario de la
excolonia británica, fue que: “su
gobierno no tolerará anexión, incautación u ocupación de ninguna parte de su
geografía nacional”. Para lo cual invocó a la defensa permanente con sus “socios y aliados”.
En
consecuencia, frente a tamaño ultraje nos vemos obligados a precisar – y poner
en su sitio- esas enormes distorsiones.
Comencemos.
Lo único que heredó Guyana del Reino Unido, una vez que alcanzó su
independencia, el 26 de mayo de 1966, era lo que el Imperio Inglés había
adquirido de los Países Bajos, en 1814, las colonias de Berbice y Demerara;
mediante el conocido “Tratado Anglo-holandés”, cuyo territorio (aunque
indefinido) no alcanzaba ni 60.000 km2.
Nada más, sin
lugar a dudas.; cuyo costado oeste llegaba (como obligantemente tenía que ser)
hasta la mitad del río Esequibo.
Por tal
motivo, lo instamos presidente Irfaan –conjuntamente con sus voceros
principales que declaran para los medios internacionales— a revisitar la exacta
documentación que registra y da cuenta de los mencionados acontecimientos; para
que se evite inaceptables deslices, impropios a su investidura; en sucesivas apariciones
públicos en eventos internacionales o a través de la televisión guyanesa.
Agrego
más. Debe saber el Dr. Ali (en su
condición de egresado universitario, especializado en geografía e historia) que
fue por intermedio de una tratativa perversa, cargada de añagaza jurídica, cómo
se perpetró el vil arrebato que se le hizo a Venezuela de una séptima parte de
nuestra extensión territorial; acto viciado, desde sus orígenes, y que se quiso
“barnizar con legitimación astuta” sentenciando el denominado Laudo Arbitral de
París, el 3 de octubre de 1899.
Oprobioso
fallo que entraña el atropello que se nos causó, en colusión de los imperios de
entonces; y que hemos arrastrado, por consiguiente.
Ese precitado
adefesio jurídico comporta un documento nulo de nulidad absoluta que Venezuela
nunca convalidó y menos ejecutorió, en 1905, con la tramposa demarcación que
han querido meter de contrabando en la Acción interpuesta contra nosotros en la
Corte Internacional de Justicia.
Insisten en
reposicionar, en todas las audiencias, en ese juicio un laudo rechazado, que
lleva implícito la condición de nulo de nulidad absoluta.
Tan descarada y bochornosa resultó la decisión
arbitral que tuvieron que suscribir y ratificar, el 17 de febrero de 1966, el
Acuerdo de Ginebra, donde reconocen las tropelías cometidas; y a través de su
contenido quedó invalidado el “cacareado laudo”, que han intentado “revivir”
como causa de pedir por ante la Sala Jurisdicente de la ONU.
Ese laudo al
no tener eficacia jurídica ni ser oponible a nada es un fraude legal con todas
sus letras.
El Acuerdo de
Ginebra es –en el presente—el único documento con pleno vigor jurídico donde se
asienta esta controversia, que mandata la búsqueda de una solución” práctica y
satisfactoria” para ambas partes, en un clima propicio de diálogo y pacífico de
mutuo entendimiento entre los concernidos.
Míster Irfaan
lo invito a releer reflexiva e investigativamente el Acuerdo de Ginebra para
que logre entender que en ninguna parte del escrito se le concede soberanía a
su país sobre la extensión territorial que por años habíamos denominado “Zona
en Reclamación”; y que a partir del 3 de abril de 2024 ha recibido la categoría
de estado Guayana Esequiba.
Tampoco
dejaremos pasar desapercibida la grosería que nos acaba de enrostrar su
vicepresidente, Bharrat Jagdeo, cuando expresa que: “Venezuela busca la anexión por decreto de 5 regiones, bien demarcadas,
que le corresponden al espacio territorial de Guyana, según la Constitución
Nacional de 1980”
Cabe una
pregunta inmensamente interesante, para ambos funcionarios que
circunstancialmente gobiernan allá, bajo la tutela—bien marcada—de las empresas
transnacionales.
¿Cómo se llama y qué calificativo le damos al
hecho deleznable que nos causaron hace más de cien años?
Dejamos en
claro la debida advertencia de que la restitución que alcanzamos con la
promulgada Ley de Defensa de la Guayana Esequiba no irrumpe contra el noble
pueblo guyanés que habita la zona; por el contrario, en el precitado
instrumento normativo hay un capítulo especial para la asistencia integral de
nuestros compatriotas que allí han vivido por años; y con quienes – desde
ya—estamos estructurando un hermoso proceso de identidad nacional.
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