Sustrato de indignidades
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
La realidad impone
cierta velocidad ante la cual debemos ubicarnos a tono. Eso sí, siempre con tus
propias afirmaciones y desaciertos, porque es una condición natural de los
seres humanos: vivir en libertad.
Con tristeza y
perplejidad uno observa que quienes se dicen militantes del actual régimen,
quienes hacen consignas repetitivas huyen de las tareas de autocríticas; menos
aceptan que se les diga que las muy pocas diligencias practicadas para el
crecimiento de las ideas o la búsqueda
de soluciones a la crisis en el país han
tenido nulos resultados.
Conseguimos a esta gente con vaciamiento de criterios. O porque ellos así lo quieren o porque se los
imponen y aceptan sin chistar; para lo cual se
aplica esta lapidaria expresión: jamás habrá justicia social si el principio
rector para tal ejercicio político provenga de la sumisión. Además, les da lo mismo si hablan de nación y de
proceso, como también son idénticas, en estas claves de bajezas y confusiones
provocadas, cultura e ideología.
Llena de estupor que quien participe en el
“socialismo del siglo XXI” acepte sin discusión que cuando pronuncie
solidaridad renuncia ipso-facto al pensamiento crítico y a sus propias
consideraciones. No son más, decimos nosotros, que sustratos de indignidades,
por cuanto la dignidad se explica en buena medida por la autonomía intrínseca e
inherente del ser humano. Pues, sólo el que sabe gobernarse así mismo según su
racionalidad resulta señor de sus acciones y en consecuencia, al menos
parcialmente, un sujeto libre, es un ciudadano.
La dignidad se basa en el reconocimiento a la
persona de ser merecedora de respeto. La dignidad propugna tolerar las
diferencias para que afloren las virtudes individuales con lo cual se refuerza
la personalidad, se fomenta la sensación de plenitud y el equilibrio emocional.
La práctica política, aunque orientada a la
formación ideológica, al ejercicio del poder, para la toma de decisiones en
procura de un objetivo no implica, obligadamente, que quien haga política de
entrada deja hipotecada su dignidad. Menos en un sistema político que se precie
ser en esencia socialista. Las definiciones y desenvolvimientos de regímenes
socialistas han tenido sus variaciones y matices a lo largo de la historia. Hay
quienes se atreven a apuntar que ni socialismo ni comunismo propiamente tales
hemos tenido hasta ahora. Sin embargo insistimos en señalar que mientras
vinculemos socialismo, conforme a su doctrina, con la búsqueda del bien común,
con la distribución de la riquezas, con la igualdad social (que no igualación)
y con la participación regulatoria del Estado en las actividades
socio-económicas, bastan estas premisas para concederle al socialismo, como
sistema de pensamiento y acción, un prominente basamento de dignidades, bien
lejos de lo que atravesamos en estos tiempos aciagos en el país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario