lunes, 27 de noviembre de 2017


Lenguaje inclusivo y sociedad masculinizada
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Nuestro idioma, no obstante sus muchas imprecisiones y aspectos mejorables, sostiene elementos normatizados por tácitos convencionalismos o por uso y aceptación tradicional. Dicho de otra manera, nos hemos venido acostumbrando a pronunciar y vocear las palabras de un modo, y aceptarlo, con plena legitimidad, como cuerpo social.
Uno de estos casos es todo cuanto se refiere  al Género Gramatical, que no tiene nada que ver con sexismo, genitalidades o ubicaciones conforme a  la "diversidad de gustos".
El Género Gramatical atiende a estructuras complejas morfo-sintácticas concordantes, cuya intención persigue darle exquisitez, economía y transparencia al texto-discurso, al orden  sintagmático que deben seguir las palabras; por lo que debemos evitar caer en la trampa semiótica de apelar a las dobles, innecesarias y redundantes consideraciones al momento de mencionar lo masculino y lo femenino.
No hacemos inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindicamos a la mujer con sólo decir: muchachas y muchachas, ellas y ellos, todas y todos o poniendo arrobas (@)  en los escritos para abarcar ambos géneros de una sola vez.
En el castellano-español basta que usted señale únicamente un sustantivo con el cual abarca tanto lo masculino como lo  femenino, si tal vocablo varía sólo en las letras (a) (o).
Por ejemplo: Si dice diputados y niños (allí están contenidas también las diputadas y las niñas), pero si dice hombres debe mencionar mujeres; si menciona caballeros, también debe mencionar damas.
Muchas veces por pretender enarbolar falsos feminismos del tenor: participantes y participantas, concejales y concejalas, alférez y alfereza, oficinistas y oficinistos, camaradas y camarados, asistentes y asistentas, y por esa ruta distorsionada y ridícula se termina por ofender o poner en entredicho el verdadero valor de las mujeres en nuestra sociedad.
 Las mujeres requieren de nosotros, hoy tanto como ayer, una nueva mirada sociohistórica.
Se ha vuelto indetenible la presencia de la mujer en las más disímiles disciplinas y áreas de conocimientos.
 Las mujeres han venido asumiendo elogiosas responsabilidades, tal vez lentamente pero con fundamentación y sostenibilidad.
En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia”, un  asunto casi de “arqueología social” con el fin de encontrar mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron. Para que sus voces sean escuchadas.
Para hacer presentables sus obras, para rescatarlas de las olvidadas fosas del tiempo.
 Es un trabajo apasionante, que nos hemos propuesto.
 Lo hemos  ejercido desde todos los ámbitos posibles. Es una auténtica y palpitante genealogía solidaria, impregnada de razón y emoción.
Ciertamente,  todavía hay odiosos resabios de androcentrismo en las sociedades: enarboladas en una   cultura que cree aún que en torno a lo masculino deben determinarse todas las cosas.
 Digamos  también que al momento de escribir sobre el hermoso e interesante trabajo de las mujeres, muchos intelectuales emplean suficientes estrategias de atenuación discursiva que persiguen  minimizar el contenido de los enunciados cuando los ejes temáticos se refieran  al género femenino. 
Es verdad que cuando  una  sociedad  se encuentra masculinizada, entonces hace usos excesivos de atenuantes morfológicos o léxicos con los  diminutivos o modificadores, como instrumentos lingüísticos, que busca  darle opacidad a  las realidades de las mujeres.

Pero,  tampoco es para que sentenciemos como perversa a una construcción gramatical porque no use el falso desdoblamiento sexista.
 No le pidamos a las construcciones gramaticales que reivindiquen lo que algunas sociedades, enteramente masculinizadas, excluyen en los actos de habla, en la vida diaria y en los desenvolvimientos práxicos.-
¿Se siente  la mujer  excluida,  discriminada al no verse visualizada en cada expresión lingüística relativa a ella?
Podemos aligerar, una y otra vez, las mismas y  decididas respuestas a la anterior pregunta: los abusos en los desdoblamientos referidos al género gramatical  son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico.



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