Estado sicariante
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
El aniquilamiento a la
que se somete a una población no se restringe, únicamente, a acabar a la gente
en su condición física. La Política de Estado desata hambrunas, a propósito, para hacer a los habitantes
sumisos, sometidos y dependientes.
Que nadie tenga dudas o
confusiones: la intención, marcada con saña por quienes detentan la conducción
del Estado en Venezuela, consiste en quebrar cualquier resistencia de los
oponentes; al precio que sea y sin medir consecuencias. Lo más importante, para
ellos, es mantenerse en el poder. Poco valoran si convierten a inermes ciudadanos
en estropajos. Para alcanzar esos objetivos ignominiosos se trazan el propósito
de derrumbar las fortalezas morales, en tanto refugio de la gente pensante.
Ya hay bastantes
estudios que dan cuenta de los orígenes del sicariato; también denominado, en
algunos lugares y en otros tiempos: muerte por encargo; sólo que para los
efectos de las específicas circunstancias por las que atraviesa hoy nuestro
país, nos conseguimos con un espectro amplio; porque, con certeza han secuestrado a toda una Nación, y
los crímenes que perpetran son variados y de distintos calibres y tipificaciones:
persecuciones y aniquilamiento de las organizaciones políticas adversas;
censura, hostilización y terror a los medios de comunicación, a los
comerciantes, industriales y productores
honestos; han provocado la más incalculable diáspora que haya conocido
Latinoamérica; encarcelamiento a dirigentes sin fórmulas de juicios o
trampeando la ley… ¡ Están matando la civilidad…! ¡Están acabando con las
estructuras y soportes democráticos...!
Vivimos tiempos
convulsos, atribulados, confusos. Hay
una espantosa crisis que envuelve completa a la asfixiada Sociedad Civil. Hay
una ausencia de referentes firmes.
Todo se presenta
endeble, se torna movedizo, precario. No únicamente en lo económico; en todos
los ámbitos. Por donde usted meta la cabeza, la crisis hace invivible cada
situación.
Estamos padeciendo un tiempo
de extremos vergonzosos, atribuible, precisamente, a quienes se creen dueños
del Estado; que han hecho sistemático el crimen a la civilidad, en Venezuela. Han
transformado el Estado en un esperpento sicarial, cuyo objetivo apunta a
liquidar a quien se atraviese. Han devenido en una horda tribal multiforme que
corroe.
Por muy extensas e
intensas que sean las complejidades confrontadas, debemos redoblar nuestra
mística para que prevalezca, entre nosotros, la concepción humanista y
libertaria; característica esencial de los demócratas.
Dicho otra vez, para
quienes somos humanistas y demócratas los seres humanos deben ocupar el centro
de las significaciones y realizaciones, antes que el Estado. Y menos la entelequia que nos están
dejando.
En el patético trance
amargo de sufrimiento generalizado, hoy estamos obligados a pronunciar sin
miedos y con mucho más fuerza que el Estado y sus instituciones deben ponerse
al servicio de los ciudadanos, y no el ciudadano arrodillarse ante un Estado
manipulado, con perversión, por una secta de ineptos.
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