Una Constitución por atajo
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Ya nadie discute una expresión,
asumida como una sentencia lapidaria, que se ha hecho bastante popular; y que
reza así: los procesos socio-históricos y políticos sostienen sus propias
dinámicas; mantienen sus particulares ritmos y tiempos.
Entendamos, entonces,
que si por casualidad o por provocada
intención se produce algún desvarío, una precipitación o tamaño desquiciamiento
como el que nos han informado, que están
asomando los sostenedores de este régimen: aprobar una nueva Constitución para
el Estado venezolano, sin consultar mediante referéndum a la ciudadanía; si así se les ocurre actuar; en consecuencia, será la
propia historia que se encargará de expurgar a tales sediciosos. Porque, con
exactitud, eso es lo que son. Y que nos atrevemos a calificar de perpetradores ruinosos de la constitucionalidad.
Ese esperpento
denominado asamblea nacional constituyente (minúsculas adrede) nació viciado.
Seguimos sosteniendo
hoy, como lo justificamos ayer con creces, que esa tal a.n.c ha devenido en una
triste y vergonzosa página en nuestra historia actual. Que en nada ha
contribuido a la solución de los problemas que nos acogotan, sin misericordia.
Siempre fueron írritos
y nulos los procedimientos a través de los cuales se estructuró ese ente
que será, muy pronto,
de ingrata recordación en la vida política de Venezuela, una vez que superemos
esta ominosa condición en que nos han subsumido.
En cada acto ponen en práctica rancios ejercicios de
tracalería jurídica a diestra y siniestra; que desembocan, con sus leyes
constituyentes, en la consumación estrepitosa de sendos fraudes constitucionales.
Prestemos seria
atención a esto: ha habido una costumbre inveterada entre mucha gente de repetir
y admitir, como cosa natural que gobierno, Estado, país, nación, república y
patria son la misma cosa. Y que además da igual si utilizamos a alguno de esos
vocablos para mencionar, sin distinción, la idea cualquiera de ellos.
Es un grave error la utilización invariable de
estas palabras. Cada una posee sus propias consideraciones para los enunciados.
Si mencionamos uno de ellos, necesariamente no
estamos significando los otros; por lo que nos vemos obligados a hacer las
correcciones en esta hora aciaga que atraviesa nuestra Venezuela.
Cuando se legisla para
una Nación como totalidad; es decir para un Estado, entonces: su Constitución,
sus leyes, sus códigos adquieren la identidad y legitimidad de la población en
sentido genérico, para su cabal funcionamiento.
Reafirmemos, una y otra
vez: El Estado es la Nación completa, con leyes.
El Estado Somos todos, con nuestras
divergencias y pluralidades; la ciudadanía con tendencias ideológicas
disímiles. El Estado se asienta en una creación jurídica-política que nos teje
e involucra: a la nación y al país. Así también diremos que
la Patria siempre se hace y será hermosa por cuanto ella nace desde las
sensibilidades y motivaciones psicoemotivas de quienes vivimos con las
especificidades de la nación. La patria se lleva en nuestro corazón, mente y
voluntad.
El bochorno que quiere
desatar el régimen es que aspira irse
por los atajos para dar por aprobada, para sus propios intereses, una nueva Constitución.
Al momento de
proponerse una Constitución para el Estado; desde sus inicios debemos estar
conscientes que su proyecto, diseño, discernimientos, elaboración y texto
definitivo será para toda la población nacional, sin diferenciación. Y diremos,
con énfasis, porqué.
Porque todo gobierno es
efímero; este no será una eterna excepción. Ya tiene un rechazo de casi un 90%
de la población.
Con más razón aún para
reforzar nuestro criterio que un
gobierno es una gestión temporal, limitada para administrar (que no corromper
y dilapidar como lo han hecho) los
recursos del Estado; el Estado que nos involucra a todos.
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