domingo, 30 de septiembre de 2018




Una Constitución por atajo
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Ya nadie discute una expresión, asumida como una sentencia lapidaria, que se ha hecho bastante popular; y que reza así: los procesos socio-históricos y políticos sostienen sus propias dinámicas; mantienen sus particulares ritmos y tiempos.

Entendamos, entonces, que  si por casualidad o por provocada intención se produce  algún desvarío,  una precipitación o tamaño desquiciamiento como el que nos han informado, que  están asomando los sostenedores de este régimen: aprobar una nueva Constitución para el Estado venezolano, sin consultar mediante referéndum  a la ciudadanía; si así  se les ocurre actuar; en consecuencia, será la propia historia que se encargará de  expurgar a tales sediciosos. Porque, con exactitud, eso es lo que son. Y que nos atrevemos a calificar de  perpetradores ruinosos de la constitucionalidad.

Ese esperpento denominado asamblea nacional constituyente (minúsculas adrede) nació viciado.

Seguimos sosteniendo hoy, como lo justificamos ayer con creces, que esa tal a.n.c ha devenido en una triste y vergonzosa página en nuestra historia actual. Que en nada ha contribuido a la solución de los problemas que nos acogotan, sin misericordia.

Siempre fueron írritos y nulos los procedimientos a través de los cuales se estructuró ese ente  que será, muy pronto, de ingrata recordación en la vida política de Venezuela, una vez que superemos esta ominosa condición en que nos han subsumido.

En cada  acto ponen en práctica rancios ejercicios de tracalería jurídica a diestra y siniestra; que desembocan, con sus leyes constituyentes, en la consumación estrepitosa de sendos  fraudes constitucionales.

Prestemos seria atención a esto: ha habido una costumbre inveterada entre mucha gente de repetir y admitir, como cosa natural que gobierno, Estado, país, nación, república y patria son la misma cosa. Y que además da igual si utilizamos a alguno de esos vocablos para mencionar, sin distinción, la idea cualquiera de ellos.

 Es un grave error la utilización invariable de estas palabras. Cada una posee sus propias consideraciones para los enunciados.

 Si mencionamos uno de ellos, necesariamente no estamos significando los otros; por lo que nos vemos obligados a hacer las correcciones en esta hora aciaga que atraviesa nuestra Venezuela.
Cuando se legisla para una Nación como totalidad; es decir para un Estado, entonces: su Constitución, sus leyes, sus códigos adquieren la identidad y legitimidad de la población en sentido genérico, para su cabal funcionamiento.

Reafirmemos, una y otra vez: El Estado es la Nación completa, con leyes.

 El Estado Somos todos, con nuestras divergencias y pluralidades; la ciudadanía con tendencias ideológicas disímiles. El Estado se asienta en una creación jurídica-política que nos teje e involucra: a la nación y al país. Así también diremos que la Patria siempre se hace y será hermosa por cuanto ella nace desde las sensibilidades y motivaciones psicoemotivas de quienes vivimos con las especificidades de la nación. La patria se lleva en nuestro corazón, mente y voluntad.

El bochorno que quiere desatar el régimen es que  aspira irse por los atajos para dar por aprobada, para  sus propios intereses, una nueva Constitución.

Al momento de proponerse una Constitución para el Estado; desde sus inicios debemos estar conscientes que su proyecto, diseño, discernimientos, elaboración y texto definitivo será para toda la población nacional, sin diferenciación. Y diremos, con énfasis, porqué.

Porque todo gobierno es efímero; este no será una eterna excepción. Ya tiene un rechazo de casi un 90% de la población.

Con más razón aún para reforzar  nuestro criterio que un gobierno es una gestión temporal, limitada para administrar (que no corromper y  dilapidar como lo han hecho) los recursos del Estado; el Estado que nos involucra a todos.


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