Los establos de Augías.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
En cada conversación que sostenemos en público o en privado;
formal o informalmente el contenido sustantivo que prevalece es la inaguantable
situación que padece nuestro País.
Hay múltiples e invariables coincidencias que explayan las
lamentaciones atribuibles a la crisis humanitaria que asfixia nuestra
subsistencia. Nunca soportada en nuestra historia republicana.
¿Cómo pudimos haber llegado a tan catastrófica situación? Nos
preguntamos todos, de manera colectiva voz en eco, sin distinción ideológica,
religiosa, confesional, socio-económica o racial. Porque la ignominia que sufrimos
no hace exclusividades.
En nuestros diálogos es
previsible que surjan otras interrogantes, aunque tejidas permanentemente de
incertidumbres: habrá posibilidad de salir de esto? A quién le corresponderá,
en su debido momento (y esperemos que no tan remoto) dar al traste, de una vez
y para siempre, con tan inmerecido fatalismo.
¿A quién le encomendaremos la misión de limpiar la Venezolanidad,
cargada de inmundicia, producto de las desacertadas Políticas Públicas del
actual régimen, desde hace dos décadas?
Cabe recordar, en el presente drama que sufrimos, el
explícito relato contenido en la Mitología Griega, que da cuenta del
ofrecimiento que el opulento rey Augías había hecho a Heracles (o Hércules
según la designación romana), en el sentido de que si lograba asear sus
establos en un solo día, que en muchísimos años jamás se habían limpiado, le
concedería parte de su rebaño y tendría la opción de la inmortalidad de los
dioses.
Este extravagante y extraño desafío encubría la intención de humillarle y
ridiculizarle, por cuanto era tal la cantidad de excrementos acumulados en los
establos que prácticamente resultaba imposible limpiarlos en un único día.
Heracles se impuso en esta hazaña que intentaba denigrarlo. ¿Cómo lo
logró?...Con inteligencia.
El astuto héroe cumplió su trabajo: desvío el cauce de los cercanos ríos
Alfeo y Peneo; luego abrió un ancho canal que penetró los establos arrastró y
barrió, en cuestión de horas, la suciedad, las montañas de estiércol.
Sorprendido Augías por tan audaz modo de resolver, montó entonces en
cólera, y se negó a cumplir lo prometido, alegando que el trabajo lo habían
realizado los ríos.
Estamos obligados a deslastrarnos, más temprano que tarde, la vergonzosa
afrenta, en contra de nuestra voluntad, que nos estigmatiza ante el mundo.
En esta hora aciaga, cuando hordas ignaras han secuestrado y descalabrado
el presente y futuro del país, podemos metaforizar hoy la figura del Hércules reivindicador,
en el pueblo venezolano; el cual orgulloso y al lado de sus hijos más preclaros
asumirán la honrosa tarea de reencauzar las vertientes de inteligentes salidas
para limpiar nuestra nación de tamañas inmundicias.
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