jueves, 1 de marzo de 2018




La universidad: hacedora de disenso fértil.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com

Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que selecciono el tópico universitario para nuestras reflexiones.
Repensar, con plena libertad, cualquier aspecto de la Universidad nos produce una inmensa satisfacción.

Ni más ni menos, porque soy una hechura de los espacios universitarios: esa institución, algunas veces, inmerecidamente esclerosada; como en condición de postración: rendida o humillada.

En la Universidad se persigue, como Principio: crear, re-crear, preservar, difundir y legitimar los conocimientos. Esa debe ser su dinámica indetenible.
La universidad ha resistido los embates desde diversos lados.
Algunos temerarios desearían que la Universidad desaparezca. Otros, no pocos, apelan a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillarla”; porque creen que así responderìa a sus específicos intereses ideológicos.

La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas, y menos hará juegos a conveniencias individualistas. Tal vez, por eso, su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica. Pues sépase, que así la queremos y necesitamos: en permanente ebullición de ideas; que afloren y develen exquisitos escenarios para las constantes confrontaciones plurales.
Asumimos la motivación para repensarla, a partir de enjundiosos debates contentivos de lo que ha sido y cómo debería ser la Universidad.
Cometeríamos un inaceptable error si le cerramos la posibilidad a sus disímiles miradas, y menos apocar sus horizontes.

Nuestra perspectiva académica apunta en otro sentido: resensibilizar, desde adentro, para desplegar serias actividades de transformación. No es poca cosa. Lo sabemos. Hay demasiados asuntos álgidos en estos tiempos de cambios acelerados.

Si somos autocríticos empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero. Que a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de reforma universitaria. De lo que se trata es Transformar; que es adentrarnos mucho más allá de las formas. Transformar, con libertad y autenticidad.

Hay que dejar atrás, suficientemente lejos, a tantos que han vegetado (y medrado) por años en las universidades. Que jamás se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado. De lo que alguna vez fue legitimado y que ya se ha vuelto disfuncional e impracticable.
Los colapsos que hoy aquejan a la universidad conspiran para que se comprenda que estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples posibilidades generadoras de conocimientos: fuente sustantiva de sus propias realizaciones, y de crecimiento de la sociedad. Porque las ignorancias tienen un alto precio. Las ignorancias se pagan carísimo. 

La invitación continúa abierta para que, anudemos dos previsibles estrategias en los espacios universitarios: Pensamiento Crítico y Libertad; lo cual no es ni pecaminoso ni ingenuo. Por cuanto Pensamiento Crítico y Libertad conforman una síntesis intrínseca en la universidad; eso la hace indoblegable e insumisa.

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