Nietzsche fue lo que pensó
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la
Lengua
abrahamgom@gmail.com
Quizás el mayor (y exquisito)
riesgo que hemos corrido con las diversas lecturas de filosofía en los últimos
años, de antemano ya lo conocíamos: quedar atrapados en sus encantos.
La fuerza seductora de la
filosofía se hace tan subyugante que no permite miradas traicioneras o que la atiendas
a medias. Ella disfruta verte en tu desesperación de querer encontrar siempre
una explicación lógica a las cosas.
La filosofía teje sus propias lúdicas para
buscar la sabiduría desde ella misma. Determinista e impositiva. Sí ciertamente
así es. La tomas a través de un compromiso totalizante o la apartas de tu
vista. Las vertientes de la filosofía son tan intensas y tan extensas; pero,
sin embargo, ella hace los trámites necesarios para que aligeres tu
“desquiciante recorrido”. Grato en extremo.
Nietzsche proporciona, en sus
textos, las claves para acercarnos a su pensamiento. Y en la medida en que lo
vamos leyendo y re-leyendo le encontramos nuevas imágenes, nuevas nociones,
nuevas ideas como apropiada referencia para una resistencia intelectual. Entonces,
estemos claros. A Nietzsche no se le puede abordar por las ramas. Ni querer
ganar prebendas con sus aforismos, porque te descubre la trampa.
Nietzsche se construyó a partir
de las infinitas posibilidades de ser que consiguió. Lo hizo de punta a punta
en su tramo existencial, desde su primera obra que denominó “De mi vida”,
escrita con apenas catorce años de edad en tan sólo quince días, hasta “Ecce
homo” terminada un poco antes de caer en la locura; en esta última uno lee “no
quiero creyentes…pienso que soy demasiado maligno para creer en mí mismo, no
hablo a las masas…”
Acaso se conformaba con que
apenas hiciéramos el esfuerzo de interpretar su obra llena de contradicciones,
incertidumbres e “invadida de máscaras”.
La Máscara viene a constituir una destacada
categoría en su “tragedia existencial”, consciente como siempre estuvo que el
hombre en su mundo-realidad, en el combate de todos los días tiene que apelar a
las “identidades múltiples”.
Cuando Nietzsche escribe esto,
pareciera señalar que los seres humanos se ven limitados en todas sus
actuaciones a ocultarse en unas máscaras, dice: “pues el disimulo es también una máscara, por muy ligera que esta sea.
Y que de tanto maquillar nuestro verdadero rostro, hasta en las situaciones más
benévolas posibles ya éste desapareció”.
Todo hace de Nietzsche un
pensador estimulante, al tiempo que “peligroso” e indomesticable. Bastantes
intentos hubo en su época para someterlo; en su momento quisieron normalizarlo,
convertirlo en pensador políticamente correcto. Por eso creemos que se
llevarán, sino un chasco por lo menos un sustico quienes están deslumbrados
ahora con sus escritos, e ilusionados en esta atmósfera política nuestra, con
pretender meter a Nietzsche “dentro del corral” para sacarle provecho. Ni él
mismo se soportaba. Leamos esta reflexión suya: “recientemente, cuando intenté
reconocer escritos míos antiguos que había olvidado, me espantó una
característica común a todos: hablaban el lenguaje del fanatismo. El fanatismo
corrompe el carácter, el gusto y no en último lugar la salud, quien quiera
establecer las tres cosas debe resignarse a un largo período de curación…!.
El filósofo de la irreverencia
afirmaba, aunque a escondidas, los testimonios de sí mismo, las condiciones de
su alma en cada una de las palabras escogidas para tejer sus aforismos.
Acaso sea verdad, pocos
pensadores hasta ese momento de su irrupción habían sido tan autobiográficos.
Las ideas plasmadas con espléndido dominio discursivo más que describir un
mundo exterior dan cuenta del estado anímico que portaba y que le corroía por
dentro, como fuego inextinguible.
Solía decir a cada instante: “espero
no ser comprendido tan pronto”.
Era un pensador que no negociaba
nociones, que se nutría de eclecticismos y sincretismos, y a la vez jugaba con
lo apodíctico. Se servía de las ideas de otros autores, fundamentalmente los
clásicos griegos, para afirmar las suyas con ánimo provocador, interesado,
calculador.
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