Ginecocidio: más
que una nueva palabra, una reivindicación humana
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la
Lengua
Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
He vendido justificando
argumentativamente e insistiendo ante nuestra Real Academia Española
(RAE) que hay una trampa léxico-semántica urdida en la construcción y en el significado
del término femicidio; con el cual se ha pretendido atenuar y ocultar
lingüísticamente una verdad: la muerte de las mujeres.
En el escrito que consigné ante
la Real Academia Española –que fue admitido y referido a su sala de
observación– sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio
para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.
Esta escogencia terminológica (que
además confunde) nos luce impropia. Les digo porqué. Por cuanto, un homicidio
se comete contra un hombre. Así entonces, aniquilar físicamente a una mujer no
puede ser homicidio, sino Ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que
denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por
apofonía de caedere: matar, cortar.
Como todos saben, la mencionada indagación lingüística, contentiva de mi
propuesta, la entregué a la Real
Academia Española, para que – según apruebe los estudios que le hagan- se cree
un nuevo vocablo: Ginecocidio. Este
trabajo de inmediato entró en un proceso
complejo y exhaustivo, para evaluarlo integralmente.
Debo manifestarles la inmensa
alegría que sentí, en mi condición de proponente del citado neologismo, cuando
a este nuevo término -- como paso introductorio para su posible admisión-- le abrieron un expediente (registro).
Procedieron nuestros honorables
académicos, acto seguido, a nombrar una
comisión de lexicógrafos, para que iniciaran el trabajo de disección
morfo-sintáctica; de examinar si cumplía
con los requerimientos de válida construcción léxico-semántica; así además, su articulación fonética, la posible función
fonológica que se le atribuye, su semiótica (significado preciso), la aplicación pragmática ( uso práctico en una
circunstancia determinada), o de cualquier otra consideración que ellos crean
conveniente para el análisis.
Exigente e interesante labor a la
que ha sido sometido el vocablo Ginecocidio, por parte de nuestra máxima
autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente porque tal rigor
comporta una de sus específicas funciones, según lo contempla el artículo
primero de sus Estatutos: “[...tiene como
misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española
en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la
esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar
igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal
como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer
y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su
esplendor….”
Hemos entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio,
como palabra que nace y reclama, más
temprano que tarde, su justo espacio en
el olimpo del léxico de nuestro idioma.
Debo dejar dicho también que, a
veces, se producen decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua
española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce, dejando atrás otras
cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.
Estoy consciente de todos esos riesgos; sin
embargo, tengo la inmensa satisfacción que asumo, como tarea, un modesto aporte
lingüístico para develar, con la mayor exactitud, los crímenes atroces que
contra las mujeres se cometen; y que la
mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en la RED o en conversaciones cotidianas, se
pretende disimular el Ginecocidio: liquidación física de un ser humano,
nombrándolo como femicidio o feminicidio (muerte por razones de género).
Prestemos atención a lo
siguiente: el horrendo caso de las dos jovencitas asesinadas por el monstruo de
Turén (Portuguesa), en marzo de este año, jamás puede ser calificado de femicidio;
dado que el mismo perpetrador del crimen señaló que él no conocía a sus víctimas
(ni ellas entre sí); que no supo por qué lo hizo, y que Dios no le perdonaría. No fueron feminicidios (muertes por el solo hecho de ser
mujeres). Fueron Ginecocidios.
Entre muchos casos que se han
registrado este año, analicemos este más reciente, ocurrido en las
inmediaciones de la Autopista Regional del Centro (ARC), estado Carabobo;
cuando los cuerpos de seguridad se encontraron, el 10 de agosto, con los
cadáveres de dos mujeres –madre e hija--, identificadas como
Rosa Angélica Jaime de 23 años y Ángela Jaime de 42; presentaban múltiples
golpes a nivel del cráneo y que habrían sido despojadas de una suma de dinero.
Existe una investigación en curso para determinar lo sucedido.
Tamaña abominación jamás
puede ser calificada como femicidio o feminicidio. Hay que denunciarlo como
lo que realmente se cometió: Ginecocidio.
A ese absurdo, de no querer decir las cosas
por su nombre, nos oponemos. Y como hay insistencias para presentar y maquillar
públicamente la muerte de una mujer como un homicidio, estamos obligados a
aclarar y refutar que homicidios,
únicamente, se perpetran contra los hombres.
Entendamos, en solidaridad
humana, que cuando liquidan físicamente a una mujer, no están matando al género
femenino; están matando a la mujer, al ser humano.
La RAE nos hace, a cada momento, la severa advertencia con respecto al vocablo propuesto, Ginecocidio: debe tener
plena acogida en todos los ámbitos comunicativos. Ellos denominan esta
práctica, Frecuencia de Uso. Así entonces, solicito la cooperación para que le
demos Frecuencia de Uso al vocablo propuesto, en nuestros diarios y constantes
actos de habla; incluso cuando nos
toque, lamentablemente, referirnos a este citado fenómeno de socio patología.
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