Resolvamos sin etiquetas ideologizantes
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana
de la Lengua
Miembro de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela
Hay
algunas individualidades y grupos muy reducidos (afortunadamente) que insisten
en señalar – sin suficientes asideros, en la actualidad-- que sólo la izquierda
asume los designios liberadores de la humanidad.
Tal
aseveración significa hablar de modo obtuso; como también será una torpeza
mayúscula arrogarse por parte de la derecha la exclusividad de la redención de
los pueblos.
Hoy han
aflorado grupos espontáneos por todas partes, que no llevan una particular
impronta ideológica, y han tenido la inteligencia y el atrevimiento de proponer
y hacer cosas.
En
bastantes países del mundo se han estructurado equipos extraordinarios y
elogiados de ecologistas; así también de
defensores de los derechos humanos,
feministas, impulsores de la ciudadanización, preservadores de la vida de los
animales, indigenistas, etnicistas, tecnologicistas.
Caso
llamativo ha resultado quienes han sido proponentes del “Decrecimiento Sustentable”
(Latouche y Georgescu-Roegen, dixit) como opción de futuro.
Digamos,
entonces, un gentío in-corporado socialmente a aligerar
la vida sin que prele en ellos una Razón ideológica previamente. Ninguno de
ellos abraza banderas de izquierda o de derecha.
Hagámonos
la siguiente interrogante: si ellos no se lo adjudican, quiénes somos nosotros para etiquetar de izquierda o de derecha a los equipos de
voluntariados que han surgido espontáneamente en las distintas latitudes.
Además
luce anacrónica la reiteración de esa nomenclatura. Las categorías de izquierda
y derecha quedaron superadas en el tiempo y por las propias realidades.
También
con la intención de formular algún contraste indirecto, frente a cualquier
ideología, diremos que la Democracia, a pesar de sus errores e imperfecciones,
no sólo queda definida como modo de convivencia y estructuración social: menos
verticalización. Búsquedas más igualitarias --que no igualación-- de las
relaciones entre sus miembros.
En la Democracia,
por disímiles que puedan presentarse los escenarios para participar prevalece el respeto y la
tolerancia hacia el otro.
Suena
habitual y extensivo para la vida el concepto y praxis de democratización:
proceso desde donde se hace común y
corriente la aceptación del disenso que
será siempre fértil, si dejamos a un lado los estigmas.
En la
Democracia únicamente se hace posible sintetizar la
izquierda con la derecha. Síntesis productiva para resolver los problemas de la
sociedad.
Cuando
ya pensábamos que tales discusiones habían
sido clausuradas; porque ahora en los tiempos contemporáneos ambas
líneas de pensamientos son conectables en un instrumento teórico-práctico
superador.
Hay
quienes persisten en retrotraemos otra vez a una cartografía de
disyunción sociopolítica sin justificación aparente.
No nos queda otra que volver
a desanudar este asunto, que para tantos se hace deseoso y necesario.
Digamos,
entonces, que cada etapa de la humanidad tiene su específico vehículo de
“emancipación”. Su sujeto liberador. Lo que se ha dado en llamar la vanguardia.
Siempre
ha habido una que otra” vanguardia” por ahí. Lo que hay es que saberla ubicar y
distinguir, para contextualizarla socialmente. Sin embargo, tengamos la debida
advertencia que “la vanguardia” puede llegar a presentarse inasible, difusa,
plural.
Veamos. Cuando Marx y Engels determinaron en el Manifiesto Comunista que el “sujeto
liberador” se daba a partir de la clase
obrera; tal vez-- duda razonable
mediante—llegó a ser una interpretación correcta en su momento; por cuanto, dentro de las clases sociales, que
estaban en movimiento para la
“previsible revolución de 1848”, la
clase trabajadora conformaba el estrato social
que padecía las mayores explotaciones.
Frente a
tal descripción de ese retazo histórico, formulemos una pregunta con asidero:
¿tiene sentido insistir con tal posición?
No tenemos ningún tipo de dudas que son múltiples los sujetos liberadores que
hoy recorren al mundo. A veces identificados y/o diferenciados entre ellos
mismos. Que jamás nos atreveríamos de etiquetarlos de izquierda o de derecha.
Cada uno
aporta determinadas proporciones teóricas y prácticas para la resolución de
problemas en el ámbito de que se trate; que es lo que quiere la gente.
Soluciones.
La cosa
es resolver rápido y de la mejor manera posible (pragmatismo le dirán no pocos). Estamos en presencia de
una vanguardia multifacética; que no se contiene ni se contenta con una
específica mirada. Maffesoli lo llama “el descentramiento del sujeto”.
Da lo mismo narrar desde el centro o aproximar
ciertos criterios desde la periferia.
Son
tantos los sujetos individuales o colectivos que analizan y proponen las
situaciones objetivas, que explican con aciertos las posibles vías de
liberación y soluciones societales.
Aparejado
hay otro grueso que aspira hacer
inacabable el discernimiento dilemático en cuanto a dos mundos posibles, dos
filosofías ante la vida que las han pretendido de talante irreconciliables en
estos tiempos que transcurren.
Cada día
estamos más convencidos que es a través de la educación plural, universalizada,
democrática como podemos avenir
mecanismos idóneos que nos posibiliten las
soluciones a la infinita cantidad de cosas que padecemos. Señalar que es de izquierda o de derecha no
basta para resolver; por el contrario entorpece.
En torno
a ello, entonces diremos que es una abominación insistir en un pensamiento único, direccionado a preservar
una exclusiva parcela de poder. Como también se hace deleznable la vil
utilización de los procesos educativos para inocular sibilinamente determinados contenidos ideologizantes.
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