Hacia una
educación amable y de calidad
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Miembro de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela (IDEFV)
Las distintas
consideraciones que diremos de aquí en adelante; tal vez, para algunos, no les
resulte difíciles, ni extrañas y menos polémicas. ¡Alabado sea! Porque
concluirán que es un fenómeno obvio y muy difundido; aunque no lo
suficientemente debatido.
Comienzo por
develar con crudeza que presumimos de la mejor educación en el mundo hasta que
nos toca compararnos. Hasta el preciso momento en que tenemos que contrastar
nuestras metas de educación y escolaridad --dos conceptos muy distintos—frente
a otros países.
Si,
tristemente, esa es nuestra realidad. Se nos ven las costuras por las
limitaciones y demás falencias al momento cuando los indicadores de Calidad
Educativa quedan patentizados en las Pruebas Pisa: Programa para la Evaluación
Internacional de Alumnos, la cual se aplica en estos momentos en 79 países.
No hay excusa
que valga para, quienes somos hechuras y estamos comprometidos con la academia,
pretender escurrir el obligado debate y la plural confrontación que abra
horizontes y despliegue nuevas miradas por el futuro de la educación en
Venezuela. Parece un atrevimiento teñido de audacia que escrutemos a la
educación desde sus interioridades. Eso es lo hermoso. Aunque produzca
vértigos. Quiénes más sino nosotros, en sentido genérico para reconocer, luego
del diagnóstico más descarnado, que la
educación nuestra, en sus distintos niveles y modalidades ha devenido ( y empeorado con la situación
pandémica) en una estructura
metodológica ambigua; con contenidos
programáticos imprecisos y mediocres, que poco o nada ha hecho para ir adaptando
sus mecanismos, y procedimientos
conforme a las exigencias de los tiempos
actuales; por lo que debemos admitir que
otras poblaciones en el mundo se han sobrepuesto a las cuarentenas, en el
ámbito educativo ; y hoy ya arrojan indicadores
con un ritmo de aceleración
superior, en todo, valga decir hasta para la construcción de conocimientos.
La actitud
plañidera quedó desterrada. Esas naciones se han visto obligadas a avanzar, a
partir de los procesos educacionales.
La idea de nuestro
presente planteamiento viene dada por la problematización que siempre deseamos
despertar para cooperar al proceso de enseñanza-aprendizaje en Venezuela.
La invitación
insistente –al respecto-- es para que develemos cosas, para que digamos con
pertinencia lo apropiado a las circunstancias. Por ejemplo, el atascamiento en
que se encuentra la educación nuestra. No debemos callar; por cuanto,
estaríamos cohonestando por omisión el daño que se perpetra contra el presente
y el futuro del país, a través de un sistema escolar que requiere y pide una
exhaustiva evaluación y transformación. Porque orgánica y funcionalmente ya
colapsó.
Durante bastante tiempo se ha presupuesto que
la función de un enunciado está limitada a describir un estado de cosas o
hechos; con afirmación o negación y como que todo llegaba hasta allí. Muy
pocos, o casi nadie tenía la osadía de irrumpir con fuerza para poner en
cuestión las frases lapidarias que se pronunciaban con reverencial acento; del
tipo: “tenemos la mejor educación universitaria del mundo” o esta otra
“Venezuela libre de analfabetismo”. Así se construyeron mitos y medias
verdades.
Pobre de
aquél que intente hurgar en los registros y demás documentos para ver y
comprobar si es verdad tanta belleza.
Ya basta de mantenernos en una escasa y muda
resistencia ante los desmanes que de rutina se cometen. Acongoja que nadie
niegue nada.
En
apariencia, unos resultados –conscientes de sus despropósitos-- son asumidos y
aceptados sin objeciones, con infortunado dogmatismo. Tal herencia no es nueva,
la jalonamos desde muy atrás.
Una de las
premisas que hemos sostenido quienes abrigamos, por razón y emoción, a la Educación
viene dada en que no basta enseñar, aunque sea rápidamente, hay que hacerlo
también sólidamente.
En vez de recurrir, casi sin escapatoria a los
“libros muertos”; a los niños, jóvenes y adultos deben presentárseles las
vivencias. Tanto lo dijo, en diversos escenarios académicos Félix Adam “Sólo
haciendo se puede aprender a hacer”.
En vez de
palabras: sombras de las cosas, nos atrevemos a añadir, que lo que hace falta
en las escuelas es el conocimiento de las cosas mismas. Debe ser nuestro reto educativo
pospandemia.
Las
sociedades humanas han procurado desde siempre la plena superación, no exentas
de tropiezos. Sin embargo, por muy insalvable que aparente ser el obstáculo a
vencer irrumpe desde sus cimientes espirituales una fuerza, que algunos osados
califican de telúrica, que impele al hombre o mujer a avanzar. De hecho, tal
vez con placer o con dolor, todo en la sociedad humana tiene una
intencionalidad pedagógica. No le añada usted ningún ápice de dudas, porque así
exactamente es. Haga algo, por curiosidad, y al rato conseguirá espontáneos
imitadores que desean replicar. Todos aprendemos de todos.
La educación,
primero pedagógica y luego andragògica, transcurre toda la vida, en sus
diversas etapas, porque siempre estamos aprendiendo.
Cuántas veces
el docente puede ahorrarle al estudiante, de cualquier grupo etario, años de
sufrimiento y frustración sólo con una palabra amable, un gesto de
identificación, la ubicación en su mismo plano de aprendizaje. Pero, un
educador con la autoestima baja, poco remunerado, como el nuestro, tanto en
dinero como aliciente vocacional, jamás podrá dar a los otros lo que él mismo
está necesitando como el aire que respira.
En este tramo
epocal venezolano, cada vez que se ha intentado abrir los ojos para ver en el
atolladero en que se encuentra la educación, a alguien se le ocurre que hay que
nombrar una comisión de reforma curricular.
Esa salida la hemos antagonizado siempre;
porque, pensamos que por el camino de la reforma no vamos para ninguna parte.
La re-forma lleva implícita la intención de analizar únicamente las formas, los
aspectos, los bordes, los esquemas, las apariencias. Y de lo que se trata es
llegar a la raíz del asunto, trastocar y desmontar las lógicas, desanudar las
racionalidades con las cuales se han tejido los errados y desacreditados pensamientos
en y desde las instituciones dispensadoras de educación.
La tarea
inicial para que operen esos elementos transformacionales deben y tienen que
partir de un cambio actitudinal de nosotros. Una iniciativa de transformación
para ensanchar la cognoscibilidad en nuestra educación se obliga a conectar
todas las dimensiones inmanentes y trascendentes de los seres humanos.
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