Guayana
Esequiba: hoy se cumplen 123 años de una vergonzosa sentencia arbitral
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos
de Venezuela (IDEFV)
Asesor de la Comisión Especial de Defensa del
Esequibo y de la Soberanía Territorial
Una inmensa mácula sigue gravitando sobre los propiciadores de la
decisión alevosa y vil que nos perpetró el arrebato de una séptima parte de
nuestra geografía.
Apreciemos lo siguiente para que tengamos una idea del daño que nos
causaron con el Laudo Arbitral de París: la extensión de los 159.500 km2 que
nos quitaron es mucho más grande que los estados Zulia, Táchira, Mérida, Portuguesa,
Cojedes, Trujillo, Lara, Falcón, y queda todavía una considerable porción
territorial donde caben las entidades Carabobo y Aragua. No es poca cosa.
Nótese que nos estamos refiriendo únicamente a lo territorial. Hemos
hecho abstracción de los incuantificables recursos de todo tipo. Tampoco hemos
aludido a la proyección atlántica que se genera, consecuencialmente; porque a
todo territorio ubicado en la costa, le corresponde un espacio marítimo a
partir de una línea base, conforme a la Convención de las Naciones Unidas sobre
el Derecho del Mar.
En esta fecha – de ingrata recordación-- se cumplen (123) años de
esa añagaza política-diplomática (3 de
octubre de 1899), cuando las potencias inglesas, rusas y estadounidenses se
complotaron para cercenarle a Venezuela lo que siempre ha sido nuestro: la
Guayana Esequiba.
Se compuso, de forma amañada, un tribunal de arbitraje donde no
participó ningún representante de Venezuela. Estuvo estructurado ese órgano
sentenciador por cinco miembros: dos estadounidenses que fungieron como “delegados”
de nuestro país, dos ingleses por el Reino Unido y el quinto miembro como
elemento imparcial, que sería el presidente. Precisamente, este último fue
quien más tuvo un comportamiento dañoso hacia nosotros.
Veamos: la Corte Suprema de Estados Unidos de América designó a Melville
Weston Fuller y a David Josiah Brewer, ambos miembros de la citada institución
jurisdiccional, para que fueran los voceros legales, “plenipotenciarios, por
Venezuela”.
Así, además, integraron el jurado arbitral por el Reino Unido, Sir
Richard Henn Collins (inglés), Barón Herschell (inglés), sustituido al fallecer
por Charles Barón Russel de Killowen (miembro del Consejo Privado de la Reina);
y el presidente del Tribunal, seleccionado por los cuatro miembros anteriores;
cuya responsabilidad recayó en Federik de Martens (ruso), quien para entonces cumplía
funciones de catedrático de las universidades británicas de Cambridge y
Edimburgo y por añadidura miembro permanente del Consejo del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Rusia, entonces Imperio ruso; de tal manera, que así
se armó toda una tratativa, cuyo resultado sentencial ha sido patentizado a lo
largo de la historia de los arbitrajes en el mundo como una vergüenza.
Hoy, recordamos ese hecho con consternación, pero no rendidos.
Contrariamente, elevamos, de modo permanente y clara, nuestras voces de
protesta por tal ignominia.
Las labores de latrocinio y rapiña por parte de los ingleses se
enarbolaron al oeste del río Esequibo, espacios geográficos que siempre han
sido nuestros y sobre los cuales poseemos Justos Títulos traslaticios desde el
año 1777, con la Real Cédula de Carlos III y el acta de reconocimiento de
nuestra Independencia que nos hizo España, el 30 de marzo de 1845.
La conformación del precitado tribunal llevaba la cocinada determinación
de conferirles a los ingleses lo que jamás habían descubierto; lo que nunca
poblaron y mucho menos civilizaron.
Vamos a decirlo, apropiadamente, en las claves narrativas del insigne
Rafael María Baralt: “antes de que brillara
la aurora de nuestra independencia, Inglaterra no cesó de promover en nuestra
tierra un sistema tan cínico como maquiavélico de contrabando”
Hemos estado reclamando para nuestra Nación venezolana la restitución de
la Guayana Esequiba; algunas veces con ímpetu, otras con flaquezas y
debilidades. Hoy estamos listos, con
todas nuestras probanzas, para encararlos –procesalmente—ante la Corte
Internacional de Justicia.
Reconocemos, innegablemente, que hemos cometido errores, desaciertos e
impropiedades; sin embargo, nuestra lucha reivindicativa cada vez se vuelve más
inmarcesible. Se crean fundaciones y organizaciones no gubernamentales. Nos
enorgullecemos de la indeclinable posición de las Academias, de la Fundación
Venezuela Esequiba, de Mi Mapa de Venezuela; destacado trabajo de la
elogiable Comisión Especial de Defensa del Esequibo y la
Soberanía Territorial; así también del Instituto de Estudios Fronterizos de
Venezuela, el COVRI; en fin, hay actividades permanentes de esta hermosa
amalgama de entidades y personalidades que no desmayaremos en esta noble causa.
Deseamos que se separa en el mundo que los reclamos que hemos intentado
por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos
chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Hemos
explicado – en todas nuestras conferencias en las universidades — y en las instancias internacionales
correspondientes las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos que nos
asisten. Que no son empecinamientos o malcriadez diplomática.
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